Contreras, a la c¨¢rcel
LA CONFIRMACI?N por la Corte Suprema de Chile de las condenas del general Contreras y del brigadier Espinoza a siete y seis a?os de c¨¢rcel, respectivamente, es un acontecimiento de importancia para el desarrollo democr¨¢tico de aquel pa¨ªs y un motivo de satisfacci¨®n para todos los dem¨®cratas. En torno a la condena de estos dos implicados en algunos de los m¨¢s siniestros episodios de la represi¨®n en ese pa¨ªs se hab¨ªan multiplicado las especulaciones en los ¨²ltimos tiempos. Ahora se demuestra que los estamentos judiciales ya tienen la fortaleza necesaria para dictar las sentencias que reclamaba la normalizaci¨®n democr¨¢tica de Chile.Pero queda ahora el "c¨²mplase" de la decisi¨®n judicial. El general Contreras, desde su retiro dorado, ha hecho unas declaraciones, televisadas a todo el pa¨ªs, que necesariamente retrotraen a la memoria de cualquier dem¨®crata las im¨¢genes m¨¢s terribles de la implacable dictadura militar. S¨®lo un personaje que ha sido capaz de ordenar la muerte de sus compatriotas puede ahora aparecer en televisi¨®n calificando al Gobierno del democristiano Eduardo Frei de "ralea marxista". Contreras, con la arrogancia de los que siempre han quedado impunes, ha proclamado que nunca pondr¨¢ los pies en una c¨¢rcel, en abierto desaf¨ªo a los tribunales y al poder civil en general. El presidente Frei, y con ¨¦l toda la sociedad civil que ha respaldado la acci¨®n libre de la justicia, se enfrenta ahora a la necesidad de imponer los principios b¨¢sicos de cualquier Estado democr¨¢tico. El Gobierno ha tomado medidas para eliminar todas las razones que el condenado pueda aducir para poner obst¨¢culos a su entrada en prisi¨®n. Se est¨¢ construyendo un pabell¨®n penitenciario que podr¨ªa habilitarse especialmente para el nuevo reo.
Medidas de este tipo, aunque no dejen de ser un privilegio, pueden estar justificadas en la medida en que, al privar a Contreras y a sus partidarios de todo pretexto contra el cumplimiento de lo que ha decidido la Corte Suprema, crean condiciones m¨¢s favorables para que se descarten los proyectos insensatos y antidemocr¨¢ticos agitados en ciertos medios militares en pro de la actitud de Contreras, y que se convierten, nada m¨¢s y nada menos, en todo un desaf¨ªo contra el sistema democr¨¢tico.
Es cierto que la transici¨®n pac¨ªfica de un r¨¦gimen dictatorial a una democracia impone una pol¨ªtica de reconciliaci¨®n de la que muchas veces se benefician culpables de cr¨ªmenes atroces. En el caso de Chile, el hecho de que Pinochet siga como jefe de las Fuerzas Armadas demuestra algunos de los sacrificios que se hacen en aras de la reconciliaci¨®n.
No obstante, el asesinato del diplom¨¢tico Orlando Letelier hace 19 a?os, por orden de Contreras, hab¨ªa sido marginado expl¨ªcitamente de los decretos de amnist¨ªa. Sin duda, porque el asesinato, a diferencia de los otros miles llevados a cabo por la dictadura en el interior del pa¨ªs, tuvo a Washington como escenario y en el atentado hubo adem¨¢s una segunda v¨ªctima de nacionalidad norteamericana. Por unas u otras razones, el caso Contreras ten¨ªa que poner a prueba la disposici¨®n de la Corte Suprema de imponer justicia. As¨ª ha sido, y ello explica el entusiasmo con que gran parte de la sociedad chilena recibi¨® la sentencia. Muchos intuyen que al menos en alg¨²n caso tan simb¨®lico como ¨¦ste hab¨ªa que imponer criterios morales que permitan tambi¨¦n a Chile cerrar la terrible herida de la dictadura, con sus miles de desaparecidos, muertos y torturados. Para culminar con bien la operaci¨®n, el caso ahora sentenciado s¨®lo deber¨ªa tener un final: "General Contreras, a la c¨¢rcel".
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