Intelectuales, nacionalismos y vecindad
Debo decir que no siempre es un placer leer los art¨ªculos de opini¨®n de un conocido intelectual como Tahar Ben Jelloun. Siempre he concebido que el papel del intelectual no debe ser pescar complicidades y aplausos, propios o ajenos, en marejada revuelta, sino antes bien contribuir en tiempos de tormenta a arrojar alguna luz, a abrir alg¨²n camino que permita llegar a buen puerto, desenmascarando, eso s¨ª, las contradicciones de uno y otro de los actores en contienda.Su art¨ªculo Anacronismo ib¨¦rico (EL PA?S, 30 de mayo) sorprende por el tono desenfadado y desinformado, sobre todo, de qui¨¦nes pueden ser sus lectores potenciales en el medio period¨ªstico en el que aparece. A no ser que haya sido escrito para el consumo de cierto lector c¨®mplice marroqu¨ª en las columnas de La Vie ?conomique. S¨®lo as¨ª se explica su falta de eficacia en defender lo que, a mi juicio, constituyen reivindicaciones en principio leg¨ªtimas de Marruecos: la defensa de sus caladeros en la negociaci¨®n pesquera, la exigencia de una cooperaci¨®n mayor en este terreno, la servidumbre de paso para sus productos; a lo que yo a?adir¨ªa sus aspiraciones a la recuperaci¨®n de Ceuta y Melilla, al mismo nivel que no cesamos de reclamar nuestro derecho a la soberan¨ªa sobre Gibraltar.
Porque no es eficaz, a mi juicio, la sorna que le lleva a mezclar los estatutos de autonom¨ªa de las ciudades norteafricanas con una lectura anacr¨®nica y f¨¢cil del tan manoseado testamento de la Reina Cat¨®lica. Tampoco es justo atribuir en bloque a las fuerzas pol¨ªticas espa?olas que les resulte "insoportable" la vecindad de Marruecos, cuando esas mismas, al menos las opciones m¨¢s votadas, han hecho verdadera filigrana para elaborar unos estatutos que no provoquen demasiado a nuestro vecino del Sur, incorporando un tratamiento diferencial con el resto de los territorios de Espa?a que tanto ha molestado a los nacionalismos locales. Estatutos que, por otra parte, han permitido que por primera vez entren en los ayuntamientos cinco concejales musulmanes.
No cabe, pues, vilipendiar en bloque a los partidos espa?oles por su menosprecio a Marruecos, pues al partido en el Gobierno cabe el haber firmado el tratado de amistad y buena vecindad en 1992, y del principal partido de la oposici¨®n todo el mundo recuerda la visita de su l¨ªder a Rabat y Casablanca, donde recibi¨® una buena acogida en. medios pol¨ªticos y econ¨®micos. Sin olvidar las recientes y l¨²cidas declaraciones del l¨ªder de Converg¨¨ncia, en donde invitaba a explicar a la opini¨®n que la salida al conflicto pesquero est¨¢ en la cooperaci¨®n entendida a nivel global. No cabe tampoco idealizar -como hace Ben Jelloun- a quienes, porque en otro tiempo mantuvieron una pol¨ªtica clara por la descolonizaci¨®n de Ceuta y Melilla, hoy se atreven, por boca de alguno de los dirigentes de Andaluc¨ªa, en pleno acaloramiento electoralista y con voluntad de pescar en tierra de Alhama de Almer¨ªa, a acusar a los inversores espa?oles en Marruecos de desleales y traicioneros a los intereses de Andaluc¨ªa y Espa?a. La petici¨®n por esta fuerza pol¨ªtica de inclusi¨®n en el estatuto auton¨®mico de Melilla de la cooficialidad del tamazig (lengua bereber) con el espa?ol es posible que haya levantado ampollas en ciertos medios pol¨ªticos de Rabat.
Es evidente, por otra parte, que el contrabando de todo tipo de productos procedentes de Espa?a, (v¨ªa Ceuta y Melilla, que. evidentemente se nutren en gran parte de ello) es una pr¨¢ctica habitual, no s¨®lo en el norte de Marruecos, sino en su hondo sur. Pero no puede entenderse sin la complicidad de autoridades, traficantes y peque?os comerciantes marroqu¨ªes. Simpilificarlo al extremo que lo hace nuestro intelectual vecino, convirtiendo en pr¨¢ctica corriente la utilizaci¨®n del mercado marroqu¨ª como vertedero de los productos caducos espa?oles, pienso, como piensan los habitantes del Marruecos del norte, que se trata de una aut¨¦ntica exageraci¨®n que no conduce m¨¢s que a hacer insoportable la vecindad, arrojando la sospecha sobre todo lo espa?ol, con un nacionalismo no exento de xenofobia.
Dicho esto, ?puede ocultarse que las relaciones con Marruecos son conflictivas y deben calificarse de end¨¦mica y estructuralmente malas? Para responder es necesario buscar las razones, m¨¢s all¨¢ del hecho simplista se?alado por Bien Jelloun, de no haber "cortado del todo el cord¨®n umbilical con el colonialismo"; m¨¢s bien en que hemos permanecido durante demasiado tiempo sin contactos ni intereses comunes. La. pol¨ªtica magreb¨ª de Espa?a ha sido, hasta principio de la pasada d¨¦cada, una pol¨ªtica torpe que buscaba enfrentar a marroqu¨ªes y argelinos para aplazar problemas pendientes. Entre los que estaba, y sigue estando sin duda, y hay que atreverse a decirlo, encontrar una soluci¨®n estable y de permanencia para Ceuta y Melilla, una soluci¨®n que no puede ser m¨¢s que negociada entre Madrid y Rabat, sin olvidar los intereses leg¨ªtimos de sus poblaciones. Es un deba te nacional pendiente que ser¨ªa de patriotismo abordarlo cuanto antes y en las mejores condiciones, antes de que se deteriore un clima que s¨®lo podr¨ªa llevar a un abandonismo sin contra partidas. La regi¨®n en que ambas ciudades est¨¢n enclavadas, el Rif, es un espacio, por desarrollar sobre el que Espa?a tuvo responsabilidades hist¨®ricas y hoy se ha convertido en principal escenario de nuestra cooperaci¨®n internacional.
Pero no es s¨®lo ¨¦ste el tema de la fricci¨®n. La ignorancia mutua ha sido mucho m¨¢s grave, desde mi punto de vista. Nuestras fuerzas pol¨ªticas y sindicales, as¨ª como nuestras opiniones p¨²blicas, nunca se han tomado en serio mutuamente. Espa?a no ha sido m¨¢s que un puente de tr¨¢nsito para acceder a Francia. Por otra parte, nuestras universidades nunca han cooperado (salvo honrosas excepciones). Nos gastamos m¨¢s de 2.400 millones de pesetas anuales en centros de ense?anza primaria y media para alumnos marroqu¨ªes que luego, una vez formados, no recogen nuestras universidades, en vez de plantear una pol¨ªtica de becas que eleve y dignifique el escaso millar de estudiantes marroqu¨ªes en nuestras universidades, cifra 20 veces inferior a los que van a Francia.
El turismo fue una fuente de conocimiento del pa¨ªs vecino para muy amplios sectores de nuestra poblaci¨®n. Los espa?oles llegaron a constituir la segunda colonia tur¨ªstica en Marruecos. El atentado de Marraquech del pasado verano hizo descender en un 20% los turistas procedentes de Espa?a y en 1994 se pas¨® al sexto lugar. Las inversiones crecen, eso s¨ª, y hoy son m¨¢s de seiscientas las empresas all¨ª instaladas.
La inmigraci¨®n marroqu¨ª ha constituido, sin duda, en la ¨²ltima d¨¦cada un "Iazo indisoluble" que ha contribuido a ligar a nuestros dos espacios. Ha creado en nuestra sociedad una necesidad perentoria de conocimiento sobre la realidad de m¨¢s all¨¢ del Estrecho. Lo que es, a mi juicio, mucho m¨¢s significativo que algunos casos aislados de maltrato hacia los inmigrantes. Una reciente encuesta del CIS valoraba c¨®mo progresivamente el espa?ol acepta la presencia y necesidad de inmigrantes entre nosotros. Buena prueba de ello es c¨®mo la inmigraci¨®n ha sido manipulada muy escasamente en esta reciente campa?a electoral.
Si, a pesar de todo, un trasfondo racista sigue quedando en nuestro imaginario colectivo, visible en la actitud intolerante de quienes con pocas razones se han cre¨ªdo llamados a cerrar el paso a las mercanc¨ªas de Marruecos para presionar en una negociaci¨®n que est¨¢ exigiendo, en cambio, razonamiento y visi¨®n de futuro, no me parece que la mejor manera de combatirlo sea con una manipulaci¨®n burda de la historia y sembrando desconfianza como en el mencionado art¨ªculo. Por suerte, la familia de pescadores de T¨¢nger que cita Tahar Ben Jelloun en su cr¨®nica no ver¨¢ s¨®lo en la televisi¨®n espa?ola la manifestaci¨®n de pescadores encolerizados, sino que en Espa?a las fuerzas del orden protegen a los productos marroqu¨ªes para evitar ciertos excesos. Por suerte tambi¨¦n, que pas¨® la campa?a electoral y las aguas volver¨¢n a sus cauces sin tanto miedo a que los acuerdos -que no podr¨¢n ser ni muy buenos ni patri¨®ticos, pues no es precisamente la raz¨®n ni la l¨®gica natural la que nos asiste- hagan perder m¨¢s votos. Al fin y al cabo, las legislativas parecen quedar tan lejos...
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