El oscuro enlace entre las drogas y la creaci¨®n
Esta antigua relaci¨®n se ha exacerbado en el mundo de la m¨²sica popular contempor¨¢nea
No es s¨®lo un suceso de ahora. Desde casi siempre los oscuros caminos que conducen de Edgar Poe a Malcom Lowry, de Van Gogh a Aldous Huxley, de lord Byron a Antonin Artaud, de Sthendal a Scott Fitzgerald- y en especial desde los rom¨¢nticos del siglo XIX, muchos artistas, incontables creadores, han acudido a la droga para exacerbar sus pulsiones, para mantener el impulso, para trascender su insatisfacci¨®n y hacer saltar la frontera de lo cotidiano. Pero si en literatura o en pintura se trata por lo general de experiencias puntuales, el fen¨®meno se multiplica en el campo de la m¨²sica, y m¨¢s el rock. El martes, con 33 a?os, muri¨®, v¨ªctima le sobredosis, Antonio Flores, aparentemente desenganchado de la hero¨ªna
Mucho se ha escrito sobre ello, tanto por los protagonistas como por quienes han querido analizar el fen¨®meno. Porque en las ¨²ltimas d¨¦cadas, y el goteo mortal persiste sin que haya un a?o que no contabilice nuevas aventuras dentro de este oscuro territorio, pese a todo todav¨ªa semiexplorado y, dentro de esas aventuras, nuevas v¨ªctimas. Como si de una especie de peaje se tratara, la cifra de ca¨ªdos por las drogas, generalmente a manos de la hero¨ªna, casi constituye una de las se?as de identidad de estos tiempos que corren.En los a?os cincuenta, el informe forense del cad¨¢ver del c¨¦lebre saxofonista estadounidense Charlie Parker lo identificaba como una persona de m¨¢s de 60 a?os, cuando el m¨²sico apenas acababa de cruzar los treinta. Aquel m¨²sico genial, que transform¨® de arriba abajo el jazz, llev¨¢ndolo a unas dimensiones que todav¨ªa no han llegado a ser totalmente exploradas, era un heroin¨®mano inestable que hab¨ªa quemado su vida al triple de velocidad que el resto de los mortales.
Otro tanto le sucedi¨® a Camar¨®n, el gran innovador y revolucionario del flamenco, lo que indica que la parca no encuentra fronteras. Camar¨®n muri¨® en el verano de 1992 a la edad de 42 a?os.
Otro m¨²sico estadounidense y tambi¨¦n, como Parker, de raza negra, Jimmy Hendrix, el guitarrista de cuya herencia todav¨ªa se nutren sus pares, ni siquiera lleg¨® a cruzar los 30 a?os. Y bien recientemente, Kurt Cobain, el muchacho que apuntaba como uno de los grandes renovadores del rock en esta d¨¦cada, se vol¨® la cabeza tambi¨¦n, cuando como hombre y como artista a¨²n lo ten¨ªa casi todo por decir.
Lo de menos es la causa exacta que determin¨® su muerte, algo que finalmente resulta accidental cuando se ha ca¨ªdo en los brazos del caballo, una droga que s¨®lo en ocasiones, cuando la ruleta se para en la casilla de la sobredosis, act¨²a directamente como verdugo. Brian Jones, el geniecillo oculto que marcaba el camino de los Rolling Stones, apareci¨® una ma?ana flotando boca abajo en su piscina.
Y Jim Morrison, el poeta y profeta por excelencia de la contracultura, muri¨® de un ataque al coraz¨®n. No sabemos exactamente cu¨¢l fue la causa de la muerte de Antonio Flores, otro m¨²sico que apuntaba claras maneras de explorador, pero coincide en que tambi¨¦n sus idilios con la hero¨ªna le inscriben en este curioso club de los poetas muertos.
Una fr¨¢gil l¨ªnea
La ¨²ltima v¨ªctima notable ha sido Johnny Thunders, que fuera guitarrista de los New York Dolls y protagonista de una interesante carrera en solitario. Una muerte siniestra, aunque anunciada, el cl¨¢sico caso de sobredosis solitaria que se descubre tiempo despu¨¦s, cuando aparece el cad¨¢ver ya medio putrefacto en un mugriento apartamento. Es cierto que unos duran m¨¢s que otros. David Rufin, tambi¨¦n recientemente fallecido, aguant¨® hasta cumplir los 50, pero Syd Vicious, el emblema del punk, nos dej¨® a los 21. Sin embargo, ateni¨¦ndose a los patrones de la mitolog¨ªa cl¨¢sica, la mayor¨ªa de estos personajes revientan en la fr¨¢gil l¨ªnea de los 30 a?os.Brian Jones cay¨® a los 27 a?os, Janis Joplin tambi¨¦n a los 27, Jimi Hendrix igualmente ten¨ªa esa edad. Por su parte, Jim Morrison no escap¨® a la encerrona de esa frontera y se march¨® con sus colegas a la misma edad que ellos, tal como le ocurri¨® a Gran Parsons. Tim Buckley logr¨® ir un poco m¨¢s lejos y lleg¨® a los 28 a?os; y Keith Moon casi se hizo, a su manera, un viejo: salt¨® la fat¨ªdica frontera de los 30 a?os y alcanz¨® los 31. Y esto por hablar ¨²nicamente de gente muy renombrada.
Otros aguantan lo inimaginable. El novelista norteamericano William Burroughs, un superviviente casi nonagenario de la legendaria generaci¨®n beat, se ha metido -como sus compa?eros de identidad literaria, comenzando por Jack Kerouac- en sus venas a lo largo de su vida la entera producci¨®n del tri¨¢ngulo del oro, y sigue vivo gozando de buena salud.
Dice la leyenda, y nadie la ha desmentido, que Keith Richards, el guitarrista de los Rolling Stones, se interna cada a?o en una de esas cl¨ªnicas para dioses multimillonarios, donde le cambian la sangre y le reparan los desperfectos a los que somete su anatom¨ªa. Es posible. No hay m¨¢s que verlo, se mantiene en pie y balbucea algunas incongruencias pero su sonrisa de enajenado bajo control desmiente que tenga un pie en la tumba, ?Qu¨¦ habr¨¢ llegado a meterse en el cuerpo este individuo?
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