El farolero franc¨¦s

"Yo estaba muy mal. Sab¨ªa que Miguel lo hab¨ªa adivinado y que se preparaba para dejarme antes de la cima. Entonces me tir¨¦ un farol. A?ad¨ª dos dientes a mi desarrollo con la menor di(creci¨®n posible para que lo viera bien. Luego me levant¨¦ (le la bici para hacer comno que atacaba. Y me volv¨ª hacia ¨¦l como si le invitara a hacer lo mismo. Miguel se sent¨®, pero parec¨ªa muy enfadado, as¨ª que no quise esprintar en la cima para no contrariarle en exceso". As¨ª relataba Virenque en L'?quipe en mano a mano con Indur¨¢in en las pendientes del Ventoux el jueves, orgulloso de haberenga?ado a un monstruo en el ¨²ltimo kil¨®metro.Frente a la seriedad y el rigor de Jalabert, Virenque encarna la vanidad francesa, el creerse guapo y proclamarlo. El provenzal de la risa infantil es el estandarte de la gente guapa. Cualquier triunfo suyo es elevado a la categor¨ªa de victoria de ensue?o. Gana una etapa Virenque y, ?oh!, Indur¨¢in es un mito roto. "Virenque, orgulloso y feliz de haberse atrevido a desafiar al intocable espa?ol all¨ª donde otros se quedan paralizados", dicen. Qu¨¦ importa que en la general no pueda hacer nada ante el navarro, el proverbial despreciador de triunfos parciales. El franc¨¦s, consciente de su buena estrella, no se corta al alimentar las fantas¨ªas de la media local.