Los riesgos del encumbramiento
Pura formalidadDirecci¨®n: Giuseppe Tornatore. Italia-Francia, 1994. Int¨¦rpretes: G¨¦rard Depardieu, Roman Polanski. Madrid: La Vaguada, Aluche, Roxy, Vergara, Palacio de la Prensa y Bellas Artes.
Giuseppe Tornatore comenz¨® su carrera hace pocos a?os y por todo lo alto, con una bonita y muy original pel¨ªcula de corte sentimental: la divertid¨ªsima, muy l¨ªrica y casi autobiogr¨¢fica Cinema Paradiso, que obtuvo un merecido ¨¦xito, fue estrenada y aclamada en todo el mundo y algunos la saludaron poco menos que como la revelaci¨®n de un nuevo cineasta-ni?o-genio, un Orson Welles de este tiempo y de este lado del mundo.
No es malo que se digan en estos casos algunas exageraciones, pues los excesos aclamatorios son parte, y parte inevitable, del ritual del entusiasmo a que son tan proclives los p¨²blicos cin¨¦filos en todas partes. Lo malo del asunto es que el afectado se crea a pie juntillas lo que oye o lee sobre s¨ª mismo; y ¨¦ste parece ser el caso del joven director italiano Tornatore, un cineasta con empuje e inventiva, que sabe combinar con soltura la ingenuidad y la habilidad, pero cuyo crecimiento hacia una maduraci¨®n art¨ªstica todav¨ªa est¨¢ lejos de haberse encarrilado y, por el contrario, parece lastrado por un encumbramiento prematuro y, por todos los s¨ªntomas, no bien digerido.
Las pel¨ªculas iniciales de una carrera que de la noche a la ma?ana se encaraman en las mism¨ªsimas estrellas y se convierten en filmes m¨ªticos o casi tales, pesan luego como losas sobre el futuro de quienes las hacen, de modo que estos directores prematuramente encumbrados se ven metidos en un laberinto personal y profesional del que no les es f¨¢cil salir: los que adolecen de exceso de caracter autocr¨ªtico se vuelven tan autoexigentes que, por querer estar a la altura inicial e incluso superarla, rozan la esterilidad; y quienes, por el contrario, pecan de indulgencia consigo mismos se vuelven tan osados que se sienten capaces de subir al Everest a la pata coja y no hace falta decir que en la bajada se estrellan.
Querer y no poder
Tornatore parece ser de estos ¨²ltimos, pues si bien en su segunda pel¨ªcula, Est¨¢n todos bien, intent¨® un comp¨¢s de espera con una pel¨ªcula predigerida y no se complic¨® la vida, de modo que cuando fall¨® la diana lo hizo sin darse un batacazo ruidoso, sino discreto, en esta tercera -Pura formalidad, que debiera haberse traducido Simple tr¨¢mite- se mete, a todas luces sin la preparaci¨®n suficiente, en un fregado de mucha consideraci¨®n, un asunto enrevesado, muy ambicioso y complej¨ªsimo de sostener, pues en ¨¦l se quiere conjugar poco menos que a Pirandello, Dostoievski, Kafka y Hammett, todos ellos envueltos en celof¨¢n de Hitchcock. Y el trastazo es inevitable: un rimbombante, y en su fase de desenlace trivial ejercicio de querer y no poder.
Tornatore arranca la pel¨ªcula de modo que envuelve al espectador en un trazado argumental atosigante, agobiante y premeditadamente oscuro. Pero la habilidad tiene un l¨ªmite y tras ella, si no es relevada por el talento, sobreviene el vac¨ªo en forma de truco. Y son poco a poco el vac¨ªo y el truco los que en Pura formalidad ocupan el lugar de la tensi¨®n inicial, de modo que la pel¨ªcula se estanca a medio camino y su conductor pierde las riendas del relato.
Depardieu da la impresi¨®n de que no entiende qu¨¦ est¨¢ haciendo y se desfonda en su tremebunda carrera de osbt¨¢culos. Parad¨®jicamente es Polanski quien, sin serlo, se muestra actor convincente, pues aunque tampoco da la impresi¨®n de creer lo que hace, sabe disimularlo y mantiene mejor el tipo que el divo franc¨¦s a quien da r¨¦plica. Y el galimat¨ªas se queda en un desequilibrado t¨² a t¨², representaci¨®n de una pesadilla que acaba en pesadilla de una representaci¨®n.
Babelia
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