El cerco de las palabras
En estas ¨²ltimas dos d¨¦cadas, el sector pol¨ªtico que antes encarnara el Partido Comunista de Espa?a (PCE) y que hoy representa Izquierda Unida (IU) no ha tenido excesiva fortuna con sus sucesivos l¨ªderes. El primero, Santiago Carrillo, contribuy¨® eficazmente a la consolida ci¨®n de la democracia en Espa?a, reservando el estalinismo para el uso interno hasta el punto de llevar a su partido al borde de una autodestrucci¨®n total. En cuanto a Gerardo Iglesias, hizo lo posible por remendar los descosidos ocasionados por un predecesor en quien se mezclaban el eurocomunismo de Berlinger y el culto a la propia personalidad de sus amigos Kim II Sung y Ceausescu. No obstante, Iglesias careci¨® de la capacidad necesaria para resolver una cuesti¨®n tan compleja como la que le toc¨® en suerte. Por si fuera poco, el hombre que desde 1983 ten¨ªa en la cabeza el proyecto luego esbozado de emplear las fuerzas residuales del PCE en la forja de una nueva izquierda, Nicol¨¢s Sartorius, rehus¨® en momentos decisivos asumir el liderazgo. ?ste fue a parar a un personaje del todo at¨ªpico en la pol¨ªtica europea: Julio Anguita. Detr¨¢s del buen gestor del Ayuntamiento de C¨®rdoba se encontraba una figura capaz de transmitir la firmeza y el sentido ¨¦tico que duran te muchas d¨¦cadas constituyeran el patrimonio de la izquierda, pero con una rigidez ideol¨®gica que pudo apreciarse desde sus primeras entrevistas como secretario general en 1988. La limitaci¨®n de Anguita reside en su visi¨®n dualista del proceso hist¨®rico, que le lleva a rehuir la complejidad de lo real y a elaborar esquemas r¨ªgidos de los cuales resulta incluso dif¨ªcil escaparse en cuanto las situaciones dejan de estar en blanco y negro. Antes, su proyecto pol¨ªtico se orientaba al socialismo, en cuanto superaci¨®n definitiva del orden capitalista, a partir de la definici¨®n de una alternativa program¨¢tica que antes o despu¨¦s ser¨ªa suscrita por el electorado. Llegado ese momento, se pondr¨ªa en marcha el programa de transformaciones econ¨®micas que se afirmar¨ªa por encima de la confrontaci¨®n con la burgues¨ªa. Ahora, las metas quiz¨¢s se han moderado, o elidido, sin alterar por ello la concepci¨®n de fondo. Alcemos el muro -programa, etc¨¦tera-, que los trabajadores y, en general, las capas populares ya vendr¨¢n a ¨¦l.Es lo que ha aplicado a la ¨²ltima campa?a electoral, en espera de que una aproximaci¨®n suficiente a los votos del PSOE, tras el buen resultado de las europeas, permitiera pensar en un futuro donde IU fuera el principal oponente del PP. De ah¨ª el discurso de las "dos orillas" (a un lado IU, al otro PP y PSOE) y el ataque a fondo contra el felipismo, rechazando toda posibilidad de pacto global y poniendo muy dif¨ªciles los eventuales acuerdos. de nivel inferior. Salvo a partir de la coincidencia en el o los famosos programas.
Esquematismo
De cara a una previsible situaci¨®n compleja, Anguita se cerraba a s¨ª mismo las salidas. Y hubiera debido actuar con cautela, porque, de entrada, la disposici¨®n de fichas en el juego le colocaba en dificultades siempre y cuando no se diera un aumento espectacular de los votos del PCE. Para empezar, porque IU no es un partido bisagra, en condiciones de negociar a dos bandas las alianzas, al encontrarse en la extrema izquierda del espectro pol¨ªtico parlamentario, por lo cual est¨¢ siempre ante un peligro de subalternizaci¨®n respecto del PSOE o de quedar aislada. Adem¨¢s, en este caso, cualquier convergencia, siquiera ocasional, con el PP hace entrar en juego la denuncia de la pinza a que tan aficionados son los publicistas pr¨®ximos al PSOE. Como si la propia existencia de un partido a la izquierda y otro a la derecha del PSOE, ambos enfrentados a su Gobierno, no diera lugar a la coincidencia en el no. Tiene en este punto toda la raz¨®n Anguita al destacar la sinraz¨®n de esa cr¨ªtica, cuando los mismos defensores escandalizados de la uni¨®n de la izquierda no censuran el pacto PSOE-CiU. Sin embargo, al mismo tiempo, el hecho bastante probado de que el PSOE no tenga nada de socialdem¨®crata ni de izquierda (salvo en la supresi¨®n de las corbatas y de los trajes con firma en per¨ªodo electoral), resulta perfectamente compatible con la estimaci¨®n de que el PP se encuentra a¨²n m¨¢s a la derecha, por lo cual no deber¨ªa caber el menor atisbo (de pacto o acuerdo puntual con ¨¦l. Por a?adidura, a la vista del n¨²mero de veces que la televisi¨®n p¨²blica exhibe el caf¨¦ en com¨²n de Anguita y Aznar en las Cortes, resulta claro que el PSOE est¨¢ dispuesto a aprovechar al m¨¢ximo esa irnagen de alianza contra natura, por lo que cualquier pacto a la griega ser¨ªa al tiempo inaceptable y costoso pol¨ªticamente, dado el valor que el voto sociol¨®gico de la izquierda asigna por tradici¨®n a la unidad. El que la rompe, paga. Resulta evidente que el esquematismo de Anguita rechaza tales matizaciones.
En la vertiente opuesta, nadie duda que un pacto. global sin m¨¢s PSOE-IU, aunque fuera por comunidades, consagrar¨ªa de un lado la imagen de izquierda del -PSOE que este partido trata de rehabilitar, y har¨ªa inexplicables no s¨®lo las cr¨ªticas expresadas por Anguita durante el periodo electoral, sino la actitud parlamentaria de la coalici¨®n en los dos ¨²ltimos a?os. Ejemplo: el salto mortal que sobre si mismo ha dado Antonio Romero. Eso sin contar que tales pactos de lista m¨¢s votada son aceptables cuando las fuerzas son parejas. Dada la asimetr¨ªa de la relaci¨®n de votos actual, seg¨²n muestran el caso catal¨¢n y tambi¨¦n el madrile?o en el pasado, los votos de IU sirven en el 90% de los casos (y sobre todo en los principales, Madrid y Barcelona) para que gobierne el PSOE y unos cuantos ¨ªus se coloquen de rabo de le¨®n. El concepto econ¨®mico de utilidad marginal y el pol¨ªtico de ponderaci¨®n debieran intervenir para evitar esa perspectiva de la cual IU puede s¨®lo esperar. una sucursalizaci¨®n, tan negativa como el sue?o del sorpasso. Pero, nueva advertencia, tampoco cabe la demagogia antipol¨ªtica de que no queremos sillones o no al intercambio de cromos: el pacto ha formado siempre parte de la m¨¢s noble actividad pol¨ªtica, siempre que sea transparente y basado en intereses objetivos. Si IU no quiere el poder, o si queda desplazada del mismo por sus errores all¨ª donde lo tiene, su futuro est¨¢ claro.
?Quedaba alg¨²n escape?
As¨ª que ni uni¨®n de la izquierda sin m¨¢s, ni acuerdos con pep¨¦s locales o regionales, ni actitud testimonial constitu¨ªan v¨ªas razonables para IU. ?Quedaba alg¨²n escape? Posiblemente, s¨ª. Desde luego, claro en la relaci¨®n con el PP. M¨¢s complejo, pero sin duda practicable, en las alianzas con el PSOE, que a fin de cuentas se van a estableder all¨ª donde ha existido una tradici¨®n de acuerdos, Gobiernos conjuntos satisfactorios y confrontaci¨®n clara con la derecha (no donde PP y PSOE son cosas comparables, el uno por derecha dura, el otro por corrupci¨®n o acomodaci¨®n). Hubiera bastado comenzar por advertir, desde la direcci¨®n de IU, que se trataba de unas elecciones locales y de comunidad, no generales, con lo cual tres lustros de experiencia pol¨ªtica permit¨ªan apuntar las zonas donde el acuerdo resultaba factible y aquellas en que no (Madrid y Asturias, como casos opuestos, por ejemplo). Fundir ambos planos ha llevado al caos del todo vale, entre el oportunismo y una intransigencia suicida. De ese caos saldr¨¢ un mosaico, razonable en muchos casos, absurdo en otros, que hubiera podido evitarse superando el absolutismo de los principios y poniendo desde la noche electoral sobre la mesa los ' resultados de una experiencia plural que justificar¨ªa asimismo comportamientos diversificados.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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