La dolorosa renuncia a los sue?os
Hay esperanzas de que los palestinos celebren pronto las primeras elecciones democr¨¢ticas de su historia. Si la jefatura electa as¨ª lo desea, es posible que su autonom¨ªa se convierta finalmente en un Estado palestino o jordano-palestino que mantenga una relaci¨®n pac¨ªfica con Israel. Sin embargo, mucho depende de una cuesti¨®n: ?c¨®mo ser¨¢ la jefatura palestina, obstinada y llena de santa y amarga indignaci¨®n; o generar¨¢ en su pueblo un entusiasmo creativo por levantar su patria y curar viejas heridas? ?Ser¨¢ lo suficientemente inteligente la opini¨®n p¨²blica palestina como para aislar a los instigadores de la venganza y el odio? ?Dirigir¨¢ la jefatura palestina sus palabras y obras a calmar, entre otras cosas, los recelos y sospechas que todav¨ªa enturbian la psique israel¨ª? Si las respuestas a estas preguntas son positivas, entonces no est¨¢ muy lejano el d¨ªa en que Palestina existir¨¢ como naci¨®n independiente. Un paso urgente y crucial que hay que dar en esta direcci¨®n consiste en cambiar la Carta Palestina, a lo que se comprometi¨® la OLP al firmar los acuerdos de Oslo.Israel, por su parte, tendr¨¢ que renunciar al concepto maligno de que lo que sea negativo para los palestinos tiene que ser bueno para nosotros, y viceversa: la tragedia de los palestinos, su sufrimiento, humillaci¨®n, pobreza y desesperaci¨®n, todo esto es problema nuestro, aunque no tengamos la culpa de ello o, al menos, no seamos los principales culpables. Mientras los palestinos sigan viviendo en los abismos, Israel carecer¨¢ de paz y de seguridad.
La ayuda de la comunidad internacional, junto con la del mundo ¨¢rabe y la israel¨ª, para mitigar el sufrimiento del pueblo palestino es algo igualmente urgente y necesario para el propio Israel. Los colonos israel¨ªes en los territorios ocupados tendr¨¢n que elegir entre satisfacer su vocaci¨®n religiosa y desarrollar completamente su identidad nacional: si por motivos religiosos quieren tener su hogar pr¨®ximo a los santos lugares jud¨ªos en un Estado palestino -como residentes del mismo y no como due?os-, deber¨¢n ser autorizados a ello. Por otra parte, si eligen volver dentro de los l¨ªmites de Israel que sean fruto de la paz, tenemos que hacer todo lo posible para ayudarles a reintegrarse en la sociedad israel¨ª, material, social y moralmente.
La mayor¨ªa de los colonos israel¨ªes de los territorios ocupados no son enemigos de la paz ni devoradores de ¨¢rabes. Son personas que cruzaron la l¨ªnea verde a fin de cumplir un sue?o, un sue?o imposible basado en la ceguera. Durante m¨¢s de veinte a?os, gobiernos israel¨ªes sucesivos han prodigado grandes dosis de apoyo, aliento, respaldo econ¨®mico y aplauso a este sue?o. La idea de los colonos en los territorios ocupados tuvo su origen tanto en la visi¨®n m¨ªstico-mesi¨¢nica como en el aspecto fatalista-pesimista del sionismo: "Los ¨¢rabes no se reconciliar¨¢n jam¨¢s con nuestra existencia; en cualquier caso, el resto del mundo est¨¢ contra nosotros, as¨ª que no merece la pena intentar buscar compromisos y, por tanto, entre una guerra y otra, podemos dedicarnos a crear cosas concretas y ampliar nuestras fronteras".
Y ahora parece que este nuevo despertar mesi¨¢nico no trajo consigo ning¨²n tipo de mes¨ªas y que el fatalismo era s¨®lo alguna ilusi¨®n secreta: parece que el conflicto se puede solucionar si los ¨¢rabes est¨¢n dispuestos a renunciar a la realizaci¨®n de su sue?o de volver a Jaffa y Haifa, y los jud¨ªos a renunciar al suyo de volver a Jeric¨® y a Shiloh.
Renunciar a estos sue?os supondr¨¢ un tr¨¢gico golpe para muchas personas de ambos lados que lo consideran nada menos que traici¨®n, sacrilegio, o el primer paso para perderlo todo. Tanto los extremistas palestinos como los extremistas jud¨ªos se est¨¢n preguntando estos d¨ªas: ?si no tenemos derecho a Hebr¨®n, c¨®mo tenemos derecho a Haifa?, o bien, ?si olvidamos nuestra exigencia de volver a Haifa, qu¨¦ derecho tenemos a Nabl¨²s? La ¨²nica respuesta posible es muy simple, que Israel no podr¨ªa existir sin Jaffa y Haifa y que Palestina, sin Nabl¨²s y Hebr¨®n es igualmente imposible. Por otra parte, Israel puede existir e incluso prosperar sin Hebr¨®n y sin Ramallah, igual que Palestina puede llegar a existir y florecer sin Lydda y sin Jaffa.
La convulsi¨®n emocional traum¨¢tica que supone renunciar a ciertos derechos es ciertamente muy real, el dolor es verdadero, y tenemos que tener cuidado de no frotar con sal en las heridas abiertas. Ser¨ªa infinitamente mejor que busc¨¢ramos todas las formas posibles de reducir el dolor y calmar la sensaci¨®n de derrota e insulto en los corazones de muchos que, en ambos lados, sienten terror ante la perspectiva de un compromiso entre las dos naciones. Puede que sea posible convertir a esas v¨ªctimas de la paz -o al menos a algunas de ellas- en socios que puedan invertir su futuro en lograr que la paz funcione, en lugar de bloquearla.
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