Una epopeya inundada
Los goles de Manjar¨ªn y Mijatovic adornan 80 minutos de f¨²tbol intenso
SANTIAGO SEGUROLA El cielo cay¨® sobre Chamart¨ªn con todo su estruendo y derrib¨® la final de Copa en el minuto 80, cuando el partido estaba empatado despu¨¦s de la epopeya coronada por dos equipos que quisieron imponerse en vano a la lluvia, al granizo y al vendaval que azot¨® Madrid. No hubo otro remedio que suspender el encuentro. En aquellas condiciones, el f¨²tbol era imposible en una final que pasar¨¢ a la historia porque tuvo juego, emoci¨®n y un desenlace sorprendente.
El partido tuvo la coreograf¨ªa que merece la final de Copa. El estadio reventaba de gente y de color. Hab¨ªa una pasi¨®n casi trascendente en las gradas, como si el partido estuviera incubado por algo m¨¢s que el valor del juego y la victoria. En realidad as¨ª era. Se med¨ªan dos equipos llenos de urgencias y de deudas pendientes. La mayor viene del pasado a?o, de la frustraci¨®n que produjo en el Deportivo aquel partido inolvidable contra el Valencia en Riazor, una noche de frustraci¨®n para la hinchada gallega, qu¨¦ lleg¨® a Chamart¨ªn con la herida abierta y un deseo casi siciliano de venganza.
Los dos equipos se aproximaron al partido con impaciencia y coraje. Entre la intensidad y la aceleraci¨®n, el duelo comenz¨® con estr¨¦pito, a toda m¨¢quina, con un punto de atropello que no quitaba hermosura a un encuentro muy vital, de ida y vuelta, tan fren¨¦tico que a veces imped¨ªa el gobierno de la pelota en el centro del campo. Sin embargo, las bases del encuentro quedaron expuestas muy pronto. El Deportivo quer¨ªa el bal¨®n y el mando. El Valencia esperaba. Al orden natural del Deportivo siempre se a?ade la calidad de Djukic, Donato, Fran y Bebeto, jugadores de verdad, tanto como lo pueden hacer Fernando, Penev o Mijatovic, todos llenos de talento y gol.
El Valencia, que estaba programado para contragolpear, tuvo que cambiar de clavija con el gol de Manjar¨ªn. Hasta entonces, el Deportivo hab¨ªa buscado un poco de pausa en el manejo de la pelota, pero su b¨²squeda del gol se achataba en la frontera del ¨¢rea, de manera que la mayor¨ªa de sus remates se produc¨ªan desde la media distancia, con la evidente preocupaci¨®n de Zubizarreta que tuvo manos blandas. Hasta el gol del Deportivo, las soluciones del Valencia pasaban casi siempre por la calidad de Fernando, liberado de esfuerzos defensivos.El hermoso aspecto del partido superaba los pron¨®sticos que siempre acompa?an a las finales de Copa. Hab¨ªa clase, tensi¨®n y vigor. La velocidad era tan elevada que superaba las condiciones de los futbolistas menos dotados con la pelota. El error era cada vez m¨¢s posible. Y por esa v¨ªa lleg¨® el tanto Manjar¨ªn. Le vino el bal¨®n a Giner, que se aturull¨® al borde de su ¨¢rea, presionado por Manjar¨ªn y por sus limitaciones para manejar la pelota. El central perdi¨® el control y dej¨® libre a Manjar¨ªn frente a Zubizarreta, que no pudo atajar el remate hacia el segundo palo.
Para el Deportivo, el gol era un tesoro. Se trata de un equipo que se sostiene sobre el orden y la seguridad defensiva. Sin embargo, estuvo a punto de cambiar error por error en la siguiente jugada. Se equivoc¨® Djukic en un despeje sencillo y dej¨® a Fernando en un mano a mano frente a Lia?o que el centrocampista del Valencia no alcanz¨® a resolver. Pese al gol, el encuentro era incierto. Si el Deportivo tiene oficio y control defensivo, el Valencia tiene jugadores con autoridad en el ¨¢rea.
El encuentro se dobl¨® sobre su eje en la segunda parte. El Valencia cambi¨® el papel con su adversario y se dispuso a atacar con energ¨ªa y fe. Su ejercicio de voluntad fue ¨¦pico en medio de la impresionante tormenta que convirti¨® el c¨¦sped primero en un espejo y despu¨¦s en un charco inmenso. La pelota se volvi¨® traicionera en medio de la angustia de los hinchas, convertidos en testigos de una final enorme, con todos los elementos que convierten al f¨²tbol en un espect¨¢culo incomparable.
El ¨²ltimo tramo tuvo el color sepia del f¨²tbol antiguo, cuando todo ten¨ªa un aspecto cicl¨®peo. Empapados por la torrentera de agua y granizo, sometidos a un desgaste terrible, los jugadores se empe?aron en combatir la inclemencia de la noche con una voluntad inquebrantable. El partido vir¨® hacia el lado de la epopeya, de todos esos valores que tienen que ver con el esp¨ªritu de supervivencia. Y justo antes de que el temporal se hiciera insoportable, Mijatovic empat¨® el encuentro con un formidable tiro libre.
Todo se hizo desconcertantedesde ese momento. El cielo se hundi¨® sobre Chamart¨ªn. El f¨²tbol era imposible en medio del vendaval y el aguacero interminable. Cuando el granizo se volvi¨® piedra y el agua ba?aba los tobillos de los futbolistas, el ¨¢rbitro suspendi¨® una partido imponente por su desarrollo y por su final imprevisto.
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