"Para una final que jugamos..."
S.S. El aspecto de Madrid era espectral cerca de la media noche. Empapados por la lluvia incesante, casi todos desorientados, los hinchas iban y ven¨ªan por la Castellana. Unos buscaban los autobuses para regresar a sus ciudades, otros buscaban a sus hijos y a sus hermanos. La mayor¨ªa no conoc¨ªa la ciudad y s¨®lo encontraba la senda de la Castellana para orientarse. Las luces se hab¨ªan apagado en las calles y en los edificios; el agua corr¨ªa en torrenteras e inundaba los portales y los garajes. Madrid era un caos.La gente se api?aba en torno a las cabinas de tel¨¦fono. "Quer¨ªa decirles a mis padres que estaba bien, que no se preocuparan", dec¨ªa un muchacho con gesto confuso. Se hab¨ªa descalzado y quer¨ªa quitarse la camisa. Hab¨ªa padecido la tromba en el estadio y mas tarde en la calle. Luego se dirigi¨® hacia el norte, probablemente a la estaci¨®n de Chamart¨ªn, donde se reuni¨® una multitud de aficionados. Nadie estaba seguro de nada en aquel caos descomunal. "No sabemos a qu¨¦ hora salen los trenes. Nos han dicho que estemos aqu¨ª a la una menos cuarto, pero me parece que no saldremos hasta bien entrada la madrugada", dec¨ªa una mujer.
La ¨²nica certeza es que no volver¨¢n. "El martes tenemos que trabajar y adem¨¢s supondr¨ªa un gasto excesivo", manifestaban los hinchas del Deportivo. Hablaban con resignaci¨®n -"para una final que jugamos, resulta que se suspende"-, con un fatalismo bien gallego. Hab¨ªan llegado a Madrid para ver el triunfo del Deportivo y sal¨ªan de la ciudad sin otra cosa que el recuerdo de lo que pudo ser -el gol de Manjar¨ªn- y la realidad de un partido suspendido, de la confusi¨®n y de la imposibilidad para explicarse semejante tempestad, en semejante d¨ªa, cuando todo estaba preparado para el f¨²tbol y la fiesta.
Mientras tanto, la lluvia anegaba Madrid. El garaje de la Esquina del Bernab¨¦u estaba inundado. El nivel del agua hab¨ªa alcanzado medio metro. La inundaci¨®n se hab¨ªa producido por la rotura de algunas ca?er¨ªas del Real Madrid. Mucho m¨¢s tarde, cuando la ciudad comenzaba a recuperar la normalidad, Jorge Valdano, entrenador del Madrid, apuntaba con iron¨ªa: "Bueno, ya sabemos que las reparaciones ir¨¢n en detrimento de los fichajes".
Las luces y las sirenas de los camiones de bomberos y de los furgones de polic¨ªa ayudaban a aumentar la sensaci¨®n de caos en los alrededores del Bernab¨¦u. La gente se resguardaba en los soportales y en los bares. As¨ª durante m¨¢s de una hora de tormenta. Los conductores de los autobuses contaban y recontaban los pasajeros. Por fin, pasadas las dos de la ma?ana, la larga hilera de autobuses se puso en marcha. Unos iban a Galicia y otros a Valencia. El martes volver¨¢n muy pocos.
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