?Ciencia b¨¢sica o aplicada en Espa?a?
Desde esta misma columna, el 17 de mayo pasado, Jaime Renart y 11 cient¨ªficos m¨¢s se preguntaban acerca de la necesidad de la ciencia, haciendo un an¨¢lisis del momento espa?ol con respecto a la investigaci¨®n y su impacto social. Suscribo palabra por palabra sus an¨¢lisis y reclamaciones, pero quiero incidir en aspectos fundamentales de la ciencia espa?ola y su rentabilizaci¨®n social.La situaci¨®n de los grupos de investigaci¨®n espa?oles, encarando ya el siglo XXI, es un tanto desalentadora, por cuanto se detecta una incapacidad de crecimiento para equipararnos a los pa¨ªses de nuestro entorno. Tal incapacidad no tiene su origen en factores humanos, sino pol¨ªticos. Hay que reconocer el esfuerzo realizado por Espa?a en modernizar infraestructuras y en formaci¨®n de personal (en la ¨²ltima d¨¦cada, la inversi¨®n en investigaci¨®n cient¨ªfica ha crecido del 0,6% al 0,9% de nuestro PIB).
A este esfuerzo, los cient¨ªficos espa?oles han respondido: muchos han regresado del extranjero; se ha incrementado el n¨²mero, y, sobre todo, la calidad de las publicaciones cient¨ªficas; nuestra presencia en los foros internacionales ha empezado a ser norma en vez de excepci¨®n. Es un hecho que en nuestro pa¨ªs han surgido grupos de alta calidad en diversas disciplinas. Pero tambi¨¦n es verdad que a¨²n somos pocos, que no formamos la suficiente masa cr¨ªtica. Nuestra inversi¨®n en I+D est¨¢ por debajo de la media de la UE y muy lejos de pa¨ªses como Francia (2,4%) o Alemania (2,6%). Y no se aprecia gran voluntad -de seguir adelante. ?Es que, al contrario que en otros pa¨ªses, no es rentable la ciencia en Espa?a?
La rentabilizaci¨®n social de los hallazgo cient¨ªficos s¨®lo es posible en un entorno adecuado, donde el n¨²mero de investigadores y la inversi¨®n sean suficientes para generar interacciones entre intereses distintos. No se puede rentabilizar lo que no se tiene: Si queremos hacer rentable la ciencia en nuestro pa¨ªs, es necesario dar el paso hacia adelante, multiplicar la inversi¨®n en investigaci¨®n sin titubeos y, muy importante, aprovechar racionalmente la inversi¨®n ya realizada en la formaci¨®n de personal, para no dilapidar un potencial conseguido tras a?os de esfuerzo. La situaci¨®n de nuestros investigadores reinsertados y la respuesta de algunos dirigentes de la pol¨ªtica cient¨ªfica a su petici¨®n de clarificaci¨®n del futuro (v¨¦ase EL PAIS del 10 de abril),generan perplejidad. Si a esto se suma nuestra ignorancia acerca de la actitud al respecto de los que, al parecer, van a ser nuestros dirigentes pol¨ªticos en el futuro, comprenderemos el porqu¨¦ de la desaz¨®n y del desaliento.
Desaz¨®n que se agrava al comprobar lo proclives que son los responsables pol¨ªticos a la rentabilizaci¨®n apresurada (y demag¨®gica) de los hallazgos cient¨ªficos. La malinterpretaci¨®n pol¨ªtica de la necesidad de conexi¨®n entre ciencia e industria puede ser catastr¨®fica en pa¨ªses con un sistema de ciencia incipiente, como el nuestro, porque lleva a priorizar desde el poder la mal llamada- investigaci¨®n aplicada sobre la b¨¢sica, sin constatar que la misi¨®n de la investigaci¨®n, los m¨¦todos de transferencia a la industria- y la rentabilizaci¨®n que conlleva son procesos diferentes y que como tales han de ser tratados.
"?Habr¨¢ alguno tan menguado de sind¨¦resis que no repare que all¨ª donde los principios o los hechos son descubiertos brotan tambi¨¦n, por modo inmediato, las aplicaciones?", se preguntaba Santiago Ram¨®n y Cajal a principios de siglo. Ser¨ªa imposible, por su magnitud, calcular cu¨¢ntas vidas se han salvado y en qu¨¦ grado ha mejorado nuestra calidad de vida gracias a los estudios de Cajal acerca de la estructura del sistema nervioso, tan criticados, en sus inicios, por in¨²tiles.
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