Las tres v¨ªctimas de la crisis
Garc¨ªa Vargas es el aut¨¦ntico pagano del escandalo del Cesid
Nadie pod¨ªa imaginar hace unas semanas que el eslab¨®n militar fuera el desencadenante de la ruptura de la cadena. Desde hace una d¨¦cada, el Gobierno viene repitiendo que el llamado problema militar es ya una p¨¢gina superada de la historia de Espa?a. Hoy, en cambio, la utilizaci¨®n y manejo de los antiguos servicios militares de informaci¨®n se ha cobrado tres v¨ªctimas: el vicepresidente del Gobierno, Narc¨ªs Serra; el ministro de Defensa, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas, y el director general del Centro. Superior de Informaci¨®n de la Defensa (Cesid), Emilio Alonso Manglano.Poco tienen que ver entre s¨ª los tres protagonistas. Lo ¨²nico que les ha unido en su reciente destino es la responsabilidad en la que han incurrido por las ilegales escuchas practicadas por los servicios de espionaje.
Serra lleg¨® de rebote al Ministerio de Defensa en diciembre de 1982. En realidad, su aspiraci¨®n apuntaba al departamento de Econom¨ªa. El ex alcalde de Barcelona, sin embargo, se introdujo de lleno en su papel de primer ministro socialista al frente del departamento militar. A los pocos meses de llegar a su despacho, m¨¢s de un general tuvo que recibir clases t¨¦cnicas de lo que ocurr¨ªa en su respectivo ej¨¦rcito. Fue su capacidad de estudio, an¨¢lisis y asimilaci¨®n la que acab¨® conquistando el respeto de aquellos viejos militares que segu¨ªan viendo con malos ojos que al frente de Defensa estuviera un civil que, encima, no hab¨ªa hecho ni el servicio militar.
Adem¨¢s, Serra logr¨® incrementos muy notables en los presupuestos militares y abord¨® importantes programas de modernizaci¨®n del material de los ej¨¦rcitos, como la construcci¨®n de los nuevos buques del Grupo Aeronaval o la compra de cazabombarderos F-18. Alg¨²n programa de modernizaci¨®n, como la reducci¨®n del Ej¨¦rcito de Tierra, le pudo costar disgustos, pero Serra lo solvent¨® garantizando salarios ¨ªntegros a los jefes militares que voluntariamente pasaran a la llamada reserva transitoria. En el terreno t¨¦cnico, por tanto, Serra no encontr¨® problemas de dif¨ªcil soluci¨®n.
Vestigios franquistas
Fue en el terreno puramente pol¨ªtico en el que m¨¢s se le critic¨® desde dentro y desde fuera. Serra tuvo actitudes de condes cendencia a la hora de impulsar proyectos legislativos que acabaran con los vestigios franquistas o iniciativas que taponaran heridas abiertas del pasado. As¨ª, tard¨® a?os en quitar a Franco de los escalafones militares o en retirar del uniforme la denominada banda de la victoria.
Igualmente, aplaz¨® la ley que repuso en su lugar a los militares expulsados en su d¨ªa por pertenecer a la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD). Lo ocurrido en este caso describe el talante de Serra. Los m¨¢ximos jefes militares se opon¨ªan frontalmente a la ley de la UMD y amenazaban con dimitir. Pues bien, Serra la llev¨® al Consejo de Ministros en el que, como estaba previsto, sustituy¨® a los jefes de los tres ej¨¦rcitos. De tal forma, tanto los salientes como los entrantes, se cansaron de decir que ni unos ni otros la hab¨ªan tragado.
Uno de los proyectos por los que apost¨® Serra fue la creaci¨®n de unos modernos y profesionales servicios de informaci¨®n. Para ello, confi¨¦ plenamente en el general Manglano, nombrado en mayo de 1981, dos meses despu¨¦s de la intentona goIpista del 23-F, por el entonces presidente Leopoldo Calvo Sotelo. A trav¨¦s de ¨¦l, Serra ten¨ªa puntual¨ªsima informaci¨®n de qui¨¦n era qui¨¦n en los ej¨¦rcitos, qu¨¦ coronel no deb¨ªa ascender a general o qu¨¦ otro mando hab¨ªa demostrado su fidelidad al sistema democr¨¢tico. Manglano se convirti¨® pronto en una sombra de Serra, hasta el punto de que raro era el acto militar de envergadura en el que no estaba presente.
Fue a finales de 1993 cuando surgi¨® la primera alarma de la relaci¨®n Serra-Cesid y de los trabajos de los servicios secretos. Se supo entonces que ex miembros Y colaboradores del Cesid hab¨ªan espiado a directivos de La Vanguardia. Meses despu¨¦s, el ya fugado Luis Rold¨¢n relacion¨® a Serra y al Cesid con el Informe Crillon sobre Mario Conde.
A ra¨ªz de estos casos, y en contra de lo afirmado por el vicepresidente, todo apunta a que Manglano ha seguido manteniendo a Serra al corriente de todo lo que sab¨ªa el servicio secreto. Por el contrario, tanto en Defensa como en La Moncloa se reconoce que el sustituto de Serra, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas, acept¨® desde su toma de posesi¨®n que el Cesid, aunque depend¨ªa de ¨¦l org¨¢nicamente, segu¨ªa a las ¨®rdenes de Serra. Garc¨ªa Vargas, como se?alan sus colaboradores, "no ten¨ªa ni idea" de las actividades del Cesid y, por ello, es el aut¨¦ntico pagano de la crisis.
Cuando en marz¨® de 1991 lleg¨® a Defensa, Garc¨ªa Vargas hered¨® un departamento totalmente creado -Serra se hab¨ªa encontrado con tantos ministerios como ej¨¦rcitos- y, sobre todo, apaciguado. Aunque ha impulsado reformas de calado -en el servicio militar o el redespliegue del Ej¨¦rcito-, su etapa hubiera pasado inadvertida sin la participaci¨®n militar espa?ola en misiones de la ONU, y especialmente en Bosnia.
El esc¨¢ndalo del Cesid ha arrollado a sus tres protagonistas cuando menos lo esperaban. Serra segu¨ªa contando, aunque cada vez menos, entre los posibles sustitutos de Felipe Gonz¨¢lez. Manglano, tras varios a?os de pr¨®rroga en su puesto, aspiraba a una despedida con todos los honores. Garc¨ªa Vargas pensaba ya en reconducir su vida hacia la actividad privada, pero sin una salida tan abrupta de la escena pol¨ªtica. S¨®lo uno o dos ex agentes del Cesid se han llevado a los tres por delante.
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