JUAN CRUZ Entre ya y ya no
En ese d¨ªa improbable que es el martes en las ciudades grandes hubo esta semana en Madrid un acontecimiento luminoso que junt¨® a Eduardo Chillida, el escultor de la luz, y a Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, el ingeniero de las sombras.Hab¨ªa poca gente, unas doscientas personas, escuchando la conversaci¨®n entre ambos; hablaban -de la luz y de las formas- en la Academia de Bellas Artes, de la que son miembros, rodeados de cuadros y esculturas cl¨¢sicas, acosados en cierta forma por el recuerdo inasible del tiempo, desde un estrado que los empeque?ec¨ªa hasta que su voz sustituy¨® el silencio de aquel espacio solemne en el que parece que retumba la palabra academia. Detr¨¢s del cronista hab¨ªa una chica tomando apuntes. Siempre creemos los periodistas que quienes toman apuntes son tambi¨¦n periodistas, pero no, ¨¦sta que atend¨ªa con tanta dedicaci¨®n era una alumna de escultura.
Tomaba nota de todo: Chillida cont¨® que una vez viajaba por Navarra, hall¨® una viga de chopo y no sigui¨® viaje hasta que el campesino que la pose¨ªa se la dej¨® llevar. Al d¨ªa siguiente le vimos enamorarse de una piedra blanca, y siempre que siente una emoci¨®n as¨ª junta las manos quiz¨¢ como cuando era portero de f¨²tbol, o como cuando era ni?o en la playa y quer¨ªa comprobar que, en efecto, el horizonte no abulta m¨¢s all¨¢ de un dedo. Luego, en aquella misma conversaci¨®n p¨²blica, Fern¨¢ndez Ord¨®?ez le record¨® al escultor la levedad que ¨¦ste siempre le dio a lo poderoso, y ambos hablaron del hormig¨®n como si fuera el material de un sue?o, as¨ª que cuando discern¨ªa Chillida sobre las calidades de esa piedra industrial tan contundente, juntaba las manos como aquel ni?o que fue. Parec¨ªa una conversaci¨®n esf¨¦rica, nacida para terminar en el recuerdo de la luz y en una de sus pasiones, la poes¨ªa de Goethe, y esa invocaci¨®n, esperada y natural, al recuerdo de la frase m¨¢s repetida y sin embargo m¨¢s honda del autor de Fausto: "Luz, m¨¢s luz".
Entre los dos interlocutores hab¨ªan decidido que ya est¨¢ bien de conferencias, y aunque se hab¨ªa anunciado que Chillida iba a hablar precisamente del territorio de la luz que habita su obra, dijo que s¨®lo se enfrentar¨ªa a un auditorio si el ingeniero le hac¨ªa preguntas. Fern¨¢ndez Ord¨®?ez es de la estirpe de su hermano el ministro, un hombre vers¨¢til y leonardesco que se pasa la vida haci¨¦ndose preguntas y que, por tanto, aqu¨ª las hizo como demandaba la ocasi¨®n: cuestiones elementales para que Chillida, que es como aquel magn¨ªfico personaje de Peter Seleers en Bienvenido mister Chance respondiera desde la simplicidad hasta alcanzar las alturas complejas de un hombre que, de veras, est¨¢ lleno, repleto de preguntas. Sobre sus propias preguntas fue su discurso de ingreso en esta misma Academia, y de preguntas estuvo nutrida la noche, una ocasi¨®n magn¨ªfica para creer que de vez en cuando que sea martes y Madrid es una ocasi¨®n que tambi¨¦n permite la reflexi¨®n y la alegr¨ªa.
Hab¨ªa tambi¨¦n poetas, y era natural, porque aunque ambos hablaran del espacio y del silencio, de lo que en realidad hablaban era de poes¨ªa. La alumna de escultura lo habr¨¢ anotado:
-?Y por qu¨¦ los ¨¢ngulos de 90 grados y no los de 87?
-Esas taulas de Menorca est¨¢n claramente sosteniendo el cielo.
-(Al entrar en la catedral de Sof¨ªa). Estoy entrando en los pulmones de Juan Sebasti¨¢n Bach.
-Sin luz no ver¨ªamos nada. Estoy trabajando en la monta?a de Tindaya (Fuerteventura) para estar m¨¢s cerca de la luz.
-Un d¨ªa le pregunt¨¦ a Cioran c¨®mo pod¨ªa seguir escribiendo despu¨¦s de lo que dec¨ªa de la vida y de la escritura y' me respondi¨®: "Porque cuando termino de escribir una cosa tengo ganas de silbar".
-La luz es lo que es: est¨¢ en todas partes, en el alabastro, en el m¨¢rmol. Est¨¢ en el papel.
-Buscamos la luz, que tambi¨¦n es un sitio. Yo buscaba un sitio para mi escultura de la tolerancia, en Sevilla, y un d¨ªa, ante el Muelle de la Sal, vi el sitio, que era tambi¨¦n una luz. Y dije: all¨ª. Impepinable. Antes no le, ves, pero una vez que existe la evidencia ya est¨¢ ah¨ª del todo.
Se dice que si el cielo no tuviera a Chicago el cielo se hubiera tenido que inventar la ciudad de los rascacielos, para tener sentido. Del espacio que ha cubierto Chillida -como hizo Brancusi, o Giacometti, o Moore, o tantos- se puede decir lo mismo: si se despoja de la escultura la luz desaparece. Hay un cuadro maravilloso del pintor Luis Fern¨¢ndez en el que una vela solitaria parece dar sentido a la oscuridad que debi¨® preceder al min¨²sculo lienzo: si se apagan las luces la luminosidad del cuadro lo alumbrar¨ªa todo. Alicia quer¨ªa saber de qu¨¦ color era la luz de una vela cuando est¨¢ apagada. En este monumento a la poes¨ªa que fue la conferencia a d¨²o Chillida-Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, el escultor explic¨® en una frase que no necesita glosa la fusi¨®n entra?able que el tiempo le ha dado al proceso de la creaci¨®n art¨ªstica:
-Como si estuvi¨¦ramos entre ya y ya no.
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