Indignaci¨®n
No tengo palabras para expresar lo que siento despu¨¦s de haber le¨ªdo en este diario la noticia publicada con fecha 26 de junio de 1995 sobre el atraco y la violaci¨®n a una mujer que andaba tranquilamente por la calle., La indignaci¨®n me invade, la impotencia me hace sentir rabia. No es posible caer m¨¢s bajo. No hay derecho a que unos degenerados que andan sueltos se tomen libertades tan humillantes como la cometida d¨ªas atr¨¢s y que nadie sea capaz de hacer nada. ?D¨®nde est¨¢ el flautista de Hamelin que nos ha de librar de las ratas? ?Tendremos que solicitar permiso de armas cada uno, de los ciudadanos para tomarnos la justicia por nuestra mano? Las heces del animal m¨¢s repulsivo de la tierra tiene m¨¢s utilidad en este planeta que estos seres amorfos, indignos del derecho a la vida. Se me ocurren mil atrocidades en este momento para decir contra estos gui?apos, pero no quedar¨ªan, muy po¨¦ticas. No s¨¦ muy bien a qui¨¦n deber¨ªa dirigirme, pero me gustar¨ªa pedir desde aqu¨ª algo m¨¢s de seguridad para las calles de Madrid, aunque s¨®lo sea para las horas del d¨ªa-
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