Fuego
La repercusi¨®n social de un suceso. funesto acaba perdiendo intensidad pasados los primeros momentos de estupor generalizado. Incluso la presencia de los restos del desastre acaba por asimilarse como un elemento m¨¢s del paisaje. S¨®lo la conciencia de las personas tarda en, apaciguarse. La oportunidad de esta l¨²gubre efem¨¦ridie debe servir, al menos, para recordar lo ocurrido y guardar un simb¨®lico, minuto de silencio y verg¨¹enza.Transcurrido ese minuto merece la pena reflexionar sobre lo que pas¨®, lo que se ha hecho y lo que podr¨ªa suceder. Surgen as¨ª numerosos interrogantes: ?cu¨¢ntas responsabilidades se depuraron? ?D¨®nde est¨¢ el plan y las actuaciones para la regeneraci¨®n de las ¨¢reas calcinadas? ?Est¨¢n satisfechas las demandas de los afectados? ?Existen ahora m¨¢s y mejores medios t¨¦cnicos y humanos de prevenci¨®n y extinci¨®n? ?Qu¨¦ se ha hecho desde los ¨¢mbitos pol¨ªtico, cient¨ªfico, ciudadano, etc¨¦tera?
Probablemente no hayamos aprendido la lecci¨®n, como ocurri¨® anteriormente con el incendio de la Sierra del Molino (Calasparra), a pesar de la magnitud de los acontecimientos. Otra prueba nos pondr¨ªa en evidencia, me temo, una vez m¨¢s. La ¨²nica certeza es que 27.000 hect¨¢reas m¨¢s estar¨¢n a. salvo del fuego este verano. Los responsables pol¨ªticos y t¨¦cnicos pueden tranquilizar su conciencia, pues el riesgo de incendio va siendo cada vez menor, en la medida en que queda menos que quemarse.
Se ha cumplido un a?o de aquella semana tr¨¢gica de julio, en la que fueron arrasadas por el fuego las sierras de Moratalla y Calasparra (provincia de Murcia), el mayor incendio forestal de la vertiente mediterr¨¢nea espa?ola.-
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