La libertad para ser y ser madres
MARINA SUBIRATS MARTORILa autora cree que lo fundamental del proyecto de ley del aborto es que permite a las mujeres ejercitar el derecho a su propia dignidad
Confieso que, a pesar de toda la paciencia y tacto que el momento pol¨ªtico exige, me irrita o¨ªr una y otra vez a algunos pol¨ªticos expresar el argumento de que la despenalizaci¨®n del cuarto supuesto no es una cuesti¨®n que interese a la sociedad espa?ola y que, por tanto, no era necesario ponerla sobre el tablero. Y no soy la ¨²nica en experimentar este malestar.Desde luego, las espa?olas ya no nos manifestamos continuamente en la calle; creemos que existen en este momento otros canales para solucionar los problemas. Y tambi¨¦n es cierto que ¨¦stos no son los que llenan las p¨¢ginas de la prensa; hay que tener en cuenta que, aun hoy, las cuestiones que nos conciernen no son tratadas, en general, en forma prioritaria, puesto que se mantiene una cierta invisibilidad de las mujeres, de modo que raramente podemos llevar a cabo, en los medios de comunicaci¨®n, un debate en profundidad sobre los temas que nos ata?en de modo especial.
Y ¨¦ste es uno de ellos. Ser¨ªa bueno que, por una vez, pudi¨¦ramos opinar nosotras sobre lo que queremos y necesitamos, y cesara la desmedida utilizaci¨®n oportunista sobre el proyecto de ley de regulaci¨®n de interrupci¨®n voluntaria del embarazo, que el Gobierno ha acordado enviar a las Cortes. Hay demasiados intentos, en el momento presente, de seguir tutel¨¢ndonos y decidiendo nuestro destino desde fuera de nosotras mismas.
Leo las ¨²ltimas declaraciones del Vaticano en relaci¨®n a la IV Conferencia de Naciones Unidas de la Mujer, que se celebrar¨¢ en septiembre en Pek¨ªn. El Papa matiza su postura, aboga por la igualdad de oportunidades y admite los errores de la Iglesia en este terreno. Todo ello es. extremadamente positivo, y hay que felicitarse de que as¨ª sea. Pero si se admite que las mujeres que lucharon por la igualdad tuvieron raz¨®n frente a la Iglesia y a las instituciones que las oprim¨ªan, ?por qu¨¦ seguir tratando de pesar sobre sus decisiones individuales? ?Por qu¨¦ no admitir de una vez por todas que tenemos criterios suficientes para juzgar por nosotras mismas qu¨¦ es lo que debemos hacer con nuestra vida?
Ensalzar el papel de la maternidad es positivo; todav¨ªa hoy ser madre implica a menudo penalizaciones, como las menores oportunidades de empleo, la doble jornada, las responsabilidades no suficientemente compartidas. Pero una argumentaci¨®n que pretenda que ¨¦sta es la funci¨®n primordial de las mujeres, con voluntad o sin ella de asumirla, puesto que ni siquiera se acepta el control sobre la reproducci¨®n, es una nueva manipulaci¨®n, una forma de perpetuar la desigualdad de oportunidades.
Por ello, y en el horizonte de la Conferencia de Pek¨ªn, la aprobaci¨®n de esta nueva ley de regulaci¨®n del aborto es necesaria y urgente. Porque es absolutamente preciso que las mujeres seamos tratadas de una vez como personas adultas, como individuos con plenos derechos, a quienes se reconoce la capacidad de decidir sobre la propia vida. S¨®lo as¨ª podemos atender las responsabilidades que nos corresponden.
Este es el punto esencial que, a mi modo de ver, introduce el proyecto de ley. No es el derecho al aborto, reconocido ya legalmente bajo determinados supuestos y aceptado por la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n; es, b¨¢sicamente, el derecho a la dignidad de las mujeres, a poder decidir sin falsos argumentos, sin tutelas y con pleno apoyo legal sobre la posibilidad y la voluntad de convertirse en madres. A lo que aspira el proyecto es a clarificar y normalizar las situaciones en las que una mujer decide interrumpir su embarazo, a eliminar la angustia y las tergiversaciones a las que a¨²n se ve sometida con la legislaci¨®n actual.
Hay que insistir, de nuevo, en que no se trata de una ley abortista; lo que se pretende es que haya cada d¨ªa menos abortos, porque el control de natalidad debe realizarse por otras v¨ªas. La educaci¨®n afectiva y sexual, que se est¨¢ introduciendo masivamente en las escuelas espa?olas, es la forma adecuada para resolver este tipo de problemas. Cuanta mayor informaci¨®n y naturalidad haya en los temas de sexualidad, tantos menos embarazos no deseados van a producirse. Pero es evidente que seguir¨¢ produci¨¦ndose un peque?o porcentaje de ¨¦stos, y qu¨¦ siempre dar¨¢n lugar a interrupciones.
Legalmente o no, una mujer interrumpe un embarazo cuando se encuentra en una situaci¨®n en la que se siente impotente para llevarlo adelante. ?Hay que castigarla por ello, poniendo en peligro su vida o haci¨¦ndola correr el riesgo de ir a la c¨¢rcel? ?Acaso han sido penalizados los hombres que no han asumido sus paternidades no deseadas, y que han sido legi¨®n a lo largo de la historia? ?Hay que hacer recaer las consecuencias en las mujeres, por el simple hecho de que la naturaleza nos ha otorgado un papel distinto al de los hombres en la reproducci¨®n humana?
Otro aspecto importante: los argumentos contra la regulaci¨®n del aborto tienden a confundir concepci¨®n y maternidad, asimilando de nuevo el destino de las mujeres a un determinismo biol¨®gico no aceptable desde una l¨®gica humana. La maternidad es mucho m¨¢s que un hecho biol¨®gico; su reducci¨®n al embarazo es una simplificaci¨®n que desmentir¨¢ cualquier madre, puesto que la dedicaci¨®n m¨¢s plena a una criatura suele comenzar incluso despu¨¦s de su nacimiento.
Por ello ninguna mujer debe ser forzada a la maternidad; de lo que se trata no es de llegar al aborto libre, sino a la maternidad libre, entendiendo por ello que puede ser asumida en forma voluntaria y con un compromiso total, no como un hecho de la naturaleza al que hay que doblegarse fatalmente.
La libertad de elecci¨®n de las mujeres, no tiene que estar re?ida con su decisi¨®n de ser madres; pero es una condici¨®n indispensable para ello. As¨ª, aprobar el cuarto supuesto de despenalizaci¨®n del aborto supone hoy: comprometerse en la defensa de la vida, de una vida plena y elegida conscientemente, ¨²nica forma de dignidad posible; eliminar las formas de hipocres¨ªa e intimidaci¨®n que a¨²n pesan sobre las mujeres; y normalizar en este aspecto la vida social espa?ola, equipar¨¢ndola con las sociedades de nuestro entorno, en general ya capaces de resolver este problema en forma valiente y civilizada, demostrando que s¨®lo puede haber progreso si nos enfrentamos con los conflictos morales llegando a un consenso y al respeto a las elecciones vitales de cada persona.Marina Subirats Martori es directora del Instituto de la Mujer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.