Antonio quer¨ªa ir a Sarajevo
El estudiante que muri¨® apu?alado hab¨ªa comprado de su bolsillo legumbres y arroz para Bosnia
La muerte de Antonio Miguel P¨¦rez ha roto el coraz¨®n de sus vecinos. Este estudiante de 26 a?os hall¨® la muerte, apu?alado, el martes por la noche cuando regresaba a su casa tras entregar alimentos para Sarajevo en el almac¨¦n municipal de la plaza de Legazpi. Antonio hab¨ªa reflexiona do sobre la violencia que se produce cada d¨ªa a 2.500 kil¨®metros de Madrid; y luego fue asesinado en la puerta de su casa.Sus amigos, sus parientes, sus compa?eros de Facultad, sus vecinos, estaban ayer abatidos, desanimados. Nadie acaba de comprender lo ocurrido. "Cualquier persona menos ¨¦l podr¨ªa est¨¢n envuelto en una tragedia as¨ª", comentaban.
Esther, su novia desde hace cuatro a?os, recordaba ayer los ¨²ltimos pasos de Antonio. "Ese d¨ªa hab¨ªa quedado con Nando, su compa?ero de piso, en acudir al almac¨¦n municipal para entregar comida con destino a Sarajevo".
Antonio no perdi¨® el tiempo desde que se enter¨® el lunes por la ma?ana de la campa?a promovida por el Ayuntamiento de Madrid. "Su primer pensamiento fue marcharse a los Balcanes. Dec¨ªa que se iba para all¨¢", relata Esther, mientras una l¨¢grima bailaba por su mejilla. Esa primera reacci¨®n no extra?¨® a nadie. "?l siempre se distingu¨ªa por este tipo de acciones humanitarias. Siempre pensaba m¨¢s en los dem¨¢s que en ¨¦l mismo", prosigue su novia. "A veces, cuando ve¨ªa esas im¨¢genes terror¨ªficas en la televisi¨®n, se preguntaba: '?Qu¨¦ podr¨ªa hacer yo?".
El mismo martes acudi¨® a un supermercado para comprar de su bolsillo latas y legumbres. Por la tarde se dirigi¨® con su amigo hasta las naves de Legazpi. All¨ª deposit¨® latas de conservas y varios paquetes de arroz. En total, don¨® cerca de 12 kilos de alimentos. Luego, a la vuelta, se compr¨® unas zapatillas.
Regresaba a casa feliz cuando sobrevino la tragedia. Un desconocido que pretend¨ªa robarle, seg¨²n la polic¨ªa, le clav¨¦ un pu?al en el pecho. Esther, su novia, se lo encontr¨® luego delante del portal, el bloque n¨²mero 16 de la calle de Aldeanueva de la Vera, en el barrio de San Ignacio de Loyola, de Aluche. Era todav¨ªa de d¨ªa, las 21.30, pero nadie vio nada. "Le vi medio tendido en un seto, y me qued¨¦ sorprendida. Me asust¨¦. Le agarr¨¦, le mov¨ª, le golpeaba en el pecho", recuerda Esther. "Intent¨¦ reanimarle y grit¨¦. Bajaron las vecinas, una de ellas me dijo que se hab¨ªa clavado una rama en el pecho". No fue as¨ª. Al instante descubrieron que la vida de Antonio se hab¨ªa apagado bruscamente. Un punz¨®n afilado traspasaba su coraz¨®n.
Seg¨²n la autopsia, perdi¨® la vida a causa de ese pinchazo. La polic¨ªa pens¨® en un principio que le hab¨ªan intentado sustraer la cartera, que el mi¨¦rcoles por la noche no hab¨ªa, aparecido. Sin embargo, Esther la encontr¨® ayer en su casa. Los agentes, no obstante, barajan la hip¨®tesis del robo.
Seg¨²n su novia, Antonio llevaba varias semanas molesto por la presencia de toxic¨®manos en la zona. "Nunca hab¨ªa tenido problemas con ellos. Pero s¨ª les hab¨ªa dicho en alguna ocasion que se marchasen a otro sitio. Estaba un poco quemado con su presencia. Pero era incapaz de discutir con ellos", contin¨²a. "?l era un amante de los ni?os, con los que jugaba a diario, y si les dec¨ªa a esa gente que se fueran era por que los ni?os no viesen lo que hac¨ªan".
Esther piensa que Antonio pudo "encararse con ellos". "S¨®lo encararse, porque ¨¦l era muy pac¨ªfico, y muy tranquilo, yo no recuerdo haberle visto en ninguna pelea". Su novia cree que alguien tuvo que presenciar lo ocurrido. "Es dif¨ªcil que nadie lo viera. Aunque es un sitio cerrado, por all¨ª pasa la gente".
Los agentes de la polic¨ªa llevan peinando la zona los ¨²ltimos dos d¨ªas. Por ahora sin resultados.
Antonio Miguel P¨¦rez Casta?eda, estudiaba Ciencias Pol¨ªticas en la Complutense. Le quedaban todav¨ªa dos as¨ªgnaturas para completar sus estudios. Naci¨® en C¨¢ceres hace 26 anos, y viv¨ªa en Madrid desde hace 8 a?os. Los primeros seis, en un piso de la Dehesa de la Villa, en la zona norte de Madrid. Luego, se traslad¨® al barrio de San Ignacio de Loyola para estar cerca de su novia, a la que conoc¨ªo en 1991 gracias a un amigo com¨²n. "Enseguida me encontr¨¦ con un chico cari?oso, amable, dulce, rememora Esther. "No olvido que un d¨ªa le pregunt¨¦ qu¨¦ hab¨ªa hecho con una de sus prendas. Lo que hab¨ªa hecho era d¨¢rsela a algunos pobres. As¨ª era ¨¦l".
Ambos ten¨ªan planeado contraer matrimonio, pero a largo plazo. De momento hab¨ªan pedido un piso de protecci¨®n oficial al Ayuntamiento.
Los vecinos no trataban mucho con ¨¦l, pero aseguran que era un encanto. "Un chico maj¨ªsimo", dec¨ªa ayer su vecina Marcelina. No ten¨ªa un trabajo fijo, pero s¨ª realizaba tareas con las que ganaba algo de dinero. Su verdadera pasi¨®n eran los cr¨ªos. "En el barrio jugaba con ellos muchos d¨ªas", comentaba ayer un vecino. Y los chavales, sus amigos, ayer no ten¨ªan fuerzas para jugar ni para hablar.
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