'Iguales': ayer, y hoy
Carmelo Carrasco lleva45 a?os vendiendo cupones de la ONCE en Madrid
"Veinte iguales para hoy, me quedan veinte iguales". En 1950, los vecinos de La Guindalera reconoc¨ªan en este familiar soniquete la presencia de Carmelo Carrasco, un joven invidente de 18 a?os que desde la esquina de ' las calles de San Jos¨¦ y Agust¨ªn Dur¨¢n repart¨ªa suerte al m¨¦dico precio de 10 c¨¦ntimos el cup¨®n de ciegos. Cuarenta y cinco a?os despu¨¦s, y a falta de uno para jubilarse, Carmelo sigue vendiendo ilusi¨®n, eso s¨ª, un poco m¨¢s cara, a 20 duros, en el mercado de Usera sin tener que forzar las cuerdas vocales ni padecer las inclemencias del tiempo. "Ahora tengo un quiosco y de la propaganda se encarga la ONCE [Organizaci¨®n Nacional de Ciegos Espa?oles]. Ya no tenemos que recurrir al voceo para darnos a conocer".Carmelo, casado con otra invidente y padre de dos hijos, reconoce que su ceguera "es un caso extra?o". Bondadosa definici¨®n si se tiene en cuenta que perdi¨® el primer ojo a los 16 meses por el pinchazo de una tijera y el segundo a los 12 a?os por culpa de una navaja. Dos accidentes involuntarios que le llevaron a ingresar con 14 a?os en un colegio de la ONCE para cursar el bachillerato elemental. "Al terminar s¨®lo ten¨ªa dos posibilidades: opositar para administrativo de la organizaci¨®n o vender cupones". Eligi¨® lo segundo y comenz¨® un periplo urbano por La Guindalera, Gran V¨ªa, Cuatro Caminos, Alonso Mart¨ªnez, Barquillo y Usera que le ha permitido conocer a fondo Madrid a trav¨¦s de sus gentes. "En la Gran V¨ªa o Cuatro Caminos la clientela es de paso y, por tanto, m¨¢s insegura la venta. En Alonso Mart¨ªnez, el p¨²blico era muy educado. Aqu¨ª, en el mercado, son trabajadores y amas de casa, clientes muy fijos con los que llegas a mantener una relaci¨®n muy estrecha".
Esa familiaridad era impensable hace 40 a?os, cuando la caridad reg¨ªa las relaciones vendedor-cliente. "Entonces te trataban como a un pobre ciego, una persona sin capacidad para nada, un in¨²til para la sociedad. Ahora eres como un dependiente de cualquier comercio, un igual con el que se puede hablar de todo". En este cambio de actitud ha tenido mucho que ver, seg¨²n Carmelo, la democratizaci¨®n de la ONCE en la d¨¦cada de los ochenta y la difusi¨®n que se ha dado a su labor social. "Se ha dignificado al vendedor, ahora somos como cualquier otro trabajador, con, sus vacaciones, sus trienios. Adem¨¢s, gracias a las becas, muchos ciegos llegan a la Universidad. La gente ya sabe de lo que somos capaces".
A veces por su quiosco aparece el ricach¨®n, ese que "te pregunta cu¨¢ntos iguales te quedan y se deja 15.000 o 20.000 pesetas". Desgraciadamente, no es un hecho frecuente. Lo normal son ventas modestas, dos cupones, media tira como mucho, porque sigue vigente el apodo con el que se conoci¨® el cup¨®n desde sus inicios: la loter¨ªa de los pobres. "La clientela. la forman fundamentalmente la clase media y baja", corrobora Jos¨¦ Ram¨®n Garrido, jefe de la secci¨®n del cup¨®n, quien resume el ¨¦xito de este juego con el lema de una de sus campa?as publicitarias m¨¢s famosas: "Realmente, es la ilusi¨®n de tordos los d¨ªas porque est¨¢ unido al ciclo diario. La gente asocia su primera salida a la calle con el peri¨®dico, el caf¨¦ y el cup¨®n. Por la, noche, verifica el resultado y vuelta a empezar".
Cada madrile?o se gasta unas 10.000 pesetas al a?o en este juego, una cantidad que est¨¢ en torno a la media nacional. El liderazgo se lo llevan andaluces y canarios. Es, seg¨²n Carmelo, una clientela un poco mani¨¢tica con los n¨²meros. El verde y la muerte, motes con los que popularmente se conoce al 13 y al 00, son las terminaciones favoritas para las amas de casa. Otros juegan con las fe chas de su nacimiento, aniversario e incluso con la matr¨ªcula de su coche. "Son man¨ªas, supersticiones, pero ah¨ª est¨¢ lo bueno, que pueden elegir y perder a gusto". La costumbre de motejar las terminaciones surgi¨® nadie sabe cuando en Alicante y pronto se extendi¨® a otras regiones. El origen levan tino se nota por la profusi¨®n de frutas y hortalizas en los apodos. El mel¨®n, los limones, el higo o la breva designan, por ejemplo, al 23, 58, 72 y 49. Tampoco faltan las referencias a la familia -el casamiento es el 84, el matrimonio el 81- ni los apelativos m¨¢s escatol¨®gicos, como la mierda (el 86).
Privado de la vista, Carmelo percibe la evoluci¨®n de la ciudad por otros par¨¢metros. Por ejemplo, la inseguridad. "Madrid ahora es m¨¢s insegura. Pero no nos enga?emos, picaresca y atracos los ha habido siempre". El riesgo de robo es, seg¨²n ¨¦l, el mismo que para cualquier otro ciudadano, aunque s¨ª se siente m¨¢s desvalido ante las artima?as de los picaros. Lo m¨¢s frecuente es que un desaprensivo te d¨¦ un billete sin validez con, el mismo tama?o del de 2.000 pesetas. Poco puede hacerse ante eso".
Las dificultades de movilidad son otro term¨®metro del cambio de los tiempos. M¨¢s obras, m¨¢s coches mal aparcados y los toldos de los comercios atentan diariamente contra los 1.600 vendedores que hay en la capital. "En esto se ha empeorado, pero soy optimista, porque hay tambi¨¦n mayor sensibilidad para eliminar las barreras arquitect¨®nicas, instalar sem¨¢foros sonoros o lograr que se respete la altura de los toldos y evitar as¨ª los coscorrones".
Los cupones como los que vende Carmela tienen una larga historia. La primera vez que se emple¨® el t¨¦rmino cup¨®n aplicado a sorteos ben¨¦ficos fue en Madrid en 1933, con el llamado cup¨®n del chiquilin, una rifa para ciegos combinada con una colecci¨®n de cromos. Cinco a?os m¨¢s tarde, un 13 de diciembre, d¨ªa de Santa Luc¨ªa, nac¨ªa la ONCE, agrupando a la mayor¨ªa de organizaciones de ciegos de todo el pa¨ªs. La delegaci¨®n de Madrid se crea en mayo de 1939, en la sede del Centro Instructivo y Protector de Ciegos, en la calle de los Reyes, 8, y el primer sorteo se realiz¨® el 20 de mayo. Desde entonces y hasta 1984, a?o en que dejan de celebrarse los sorteos regionales para dar paso a un ¨²nico sorteo nacional, pocos cambios hab¨ªan afectado al cup¨®n salvo en el precio, que hab¨ªa pasado de los 10 c¨¦ntimos a las 25 pesetas, y el aumento proporcional de los premios.
En la d¨¦cada de los ochenta, con las sucesivas reformas del cup¨®n, la celebraci¨®n del sorteo de los viernes y el ¨¦xito del cuponazo, la ONCE vivi¨® sus tiempos de gloria: los ingresos se multiplicaron.
Pero hoy es necesario un nuevo cambio. "Nuestro producto est¨¢ en fase de clara madurez, tendente hacia el declive. Necesita una reforma porque nuestros competidores evolucionan continuamente", asegura Garrido.
No s¨®lo cambia la competencia, sino tambi¨¦n los h¨¢bitos d¨¦ los consumidores: por ejemplo, los mercados dejan de ser puntos fuertes de venta porque se va menos a hacer la compra diaria.
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