Telecomunicaciones y gobernabilidad futura
Todo est¨¢ en crisis y sometido a r¨¢pidos cambios. La gobemabilidad del mundo y de cada sociedad se hace as¨ª. cada vez m¨¢s dif¨ªcil.Integrando los ordenadores y los televisores, por v¨ªa de sat¨¦lites y por cable, la ciencia y la tecnolog¨ªa modernas est¨¢n empezando a crear el escenario de una revoluci¨®n tanto del enfoque como de los modos de la pol¨ªtica y de la gobernabilidad mundial. De ah¨ª que, para bien o para mal, el presente y el futuro de los multimedia est¨¦ tambi¨¦n ¨ªntimamente ligado a los cambios pol¨ªticos, econ¨®micos, ambientales, sociales y culturales, en un mundo crecientemente interdependiente y complejo, cargado de incertidumbres, desaf¨ªo y esperanzas. Consecuentemente, incluso la capacidad de gobernar est¨¢ condicionada por estos nuevos omnipresentes medios, aunque, concretamente y sobre todo, es el avance del conocimiento y la a¨²n m¨¢s acelerada propagaci¨®n actual de la informaci¨®n lo que hace posible un modo de pensar nuevo y radical en el orden mundial. Probablemente se va a poder organizar tanto la cultura como el poder, despu¨¦s de reconsiderar los fundamentos mismos de nuestras sociedades actuales, las cuales se vienen apoyando en: un desigual acceso social a la informaci¨®n y al conocimiento; una econom¨ªa de flujos cerrados a la competencia; una gobernabilidad urdida en el secretismo de una informaci¨®n no compartida, y una administraci¨®n basada en la jerarqu¨ªa del conocimiento.
Cierto que la revoluci¨®n del conocimiento no irrumpi¨® en nuestras vidas hasta los a?os ochenta, aunque ven¨ªa de muy lejos, desde el inicio de la academia peripat¨¦tica, hace cerca de 2.500 a?os, hasta las universidades de los ¨²ltimos 500 a?os. Luego, en el curso de tan s¨®lo el ¨²ltimo siglo, surge el tel¨¦fono de Bell, la telegraf¨ªa sin hilos de Marconi y, hace menos de cuatro d¨¦cadas, el Sputnik I, primer sat¨¦lite orbital. Precisamente todo esto, entre otros muchos logros, es lo que ha hecho posible que recientemente, en los a?os ochenta, se fusionaran en sistemas globales los ordenadores, los sat¨¦lites y las telecomunicaciones con el rotundo impacto que empezamos a descubrir ahora.
Desde los primeros ordenadores, de vol¨²menes gigantescos, disponibles al finalizar la II Guerra Mundial, pasando por el extraordinario desarrollo de la telefon¨ªa con y sin hilos, hasta lograr la televisi¨®n por sat¨¦lite, se ha producido una aceleraci¨®n del desarrollo tecnol¨®g¨ªco que no ha cesado y que en s¨ª misma lleva la penitencia. As¨ª, por ejemplo, se hace muy dif¨ªcil en estos momentos dise?ar una estrategia inversora pese a un mercado de productos y servicios que se estima ya en m¨¢s de tres billones de d¨®lares. Ah¨ª est¨¢n avanzando ya los miles de tent¨¢culos de los cables coaxiales y de fibra ¨®ptica que amenazan enmara?ar todo el planeta en el preocupante desorden de la especulaci¨®n y de la avaricia, sin esperar al probable desarrollo de se?ales limpias, emitidas desde una constelaci¨®n de sat¨¦lites de nueva generaci¨®n y a trav¨¦s de los grandes "repet¨ªdores-depuradores", directamente a los ordenadores personales o receptores de televisi¨®n. Mientras tanto, los chips (nacidos apenas en 1971) para los ordenadores personales (disponibles en 1975) contin¨²an su avance geom¨¦trico, logrando doblar cada a?o y medio su capacidad, mientras reducen al mismo tiempo su coste a la mitad. Alguien muy autorizado se ha preguntado por ello estos d¨ªas si, en estos momentos, no ser¨¢ preferible evitar precipitaciones inversoras, esperar a decantar los inevitables fracasos empresariales ruidosos que se avecinan, as¨ª como ponderar mejor las grandes innovaciones tecnol¨®gicas previsibles, y perfilar mejor la demanda potencial real, en vista de la actual contracci¨®n generalizada del consumo y en el contexto de los nuevos estilos de vida y de los nuevos modelos de desarrollo que inexorablemente han de imponerse.
Sin embargo, el uso integrado e interactivo de todos los medios visuales y auditivos que se van desarrollando en conjunci¨®n con las m¨¢s diversas fuentes de informaci¨®n y con los principales centros del saber empiezan a irrumpir ya tanto en el respectivo puesto de trabajo como en el confort del propio domicilio. A trav¨¦s de sat¨¦lite y de cable, pasando por un descodificador, nos empiezan a llegar los programas o la informaci¨®n a trav¨¦s de redes telem¨¢ticas a nuestros ordenadores personales, a la televisi¨®n o a las memorias de v¨ªdeo, al fax, al correo electr¨®nico o al tel¨¦fono digitalizado, entre otros, gracias a Internet o a servicios on-line. Por otra parte, un sistema tal como el Digital Video Broadcasting europeo ha logrado reducir en un 50% los impulsos o puntos de transmisi¨®n digitalizados (data rate of audio and videosignal), lo que permite, en principio, el pr¨®ximo acceso a cerca de 500 canales de televisi¨®n, que conecten estudios de televisi¨®n, bibliotecas, aulas universitarias, laboratorios de investigaci¨®n y experimentaci¨®n, o banco de datos, a precios cada vez m¨¢s reducidos en la medida que se logre aumentar el n¨²mero de ordenadores personales y pantallas de televisi¨®n conectados a esta red. De hacerse pronto realidad tangible todos estos desarrollos latentes -que se presentan demasiado a menudo como expectativas inmediatas quiz¨¢ para acelerar as¨ª la demanda-, los multimedia integrados llevan camino de ser, para muchos y quiz¨¢ muy en breve, instrumentos tan familiares y d,- uso com¨²n como lo es ahora el tel¨¦fono o la televisi¨®n, pese a cuanto intranquilizaron a nuestros abuelos cuando se introdujeron en sus vidas.
El desaf¨ªo inmediato m¨¢s real empieza a ser el factor tiempo necesario para aprovechar la casi infinita oferta potencial (?o imaginaria?). Por otra parte, importa analizar las consecuencias en el orden social, cultural, econ¨®mico y pol¨ªtico.
Por de pronto, y pese a la creciente envergadura de la oferta multimedia, el hombre no dispone m¨¢s que de 24 horas en su inexorable Ciclo biol¨®gico diario, por lo que todas sus actividades (trabajo, ocio, aprendizaje, alimentaci¨®n o descanso) entran en competencia unas con otras dentro del l¨ªmite inmisericorde del tiempo, a saber, el bien m¨¢s escaso del que dispone el hombre. Sin embargo, a la hora de elaborar estrategias y planes de acci¨®n en relaci¨®n con la capacidad real de demanda y consumo, asombra observar c¨®mo se minusvalora casi sistem¨¢ticamente factor tan esencial, sin reparar en que no s¨®lo se trata de la conquista de cuotas de mercado, sino tambi¨¦n de tiempo real disponible del lector, oyente o televidente, lo que explica en parte el actual fen¨®meno esquizofr¨¦nico del zapping que se pretende superar con el visionado m¨²ltiple simult¨¢neo.
De todos modos, el l¨ªmite principal o esencial de la electr¨®nica audiovisual, en su previsible red de interconexiones m¨²ltiples y simult¨¢neas, a tiempo real y en un pr¨®ximo horizonte de precios en baja acelerada, es finalmente el propio hombre, su cultura y su esp¨ªritu, diversificado en muy variados e interrelacionados grupos de edad, intereses y actividad, al igual que ha ocurrido hasta ahora en relaci¨®n con la palabra hablada y escrita. En consecuencia, bien pudiera decirse que no existen l¨ªmites para los multimedia en tanto sean factor dominado en vez de dominante. As¨ª, por ejemplo, el ordenador personal o la pantalla de televisi¨®n tienen que limitarse a ser "compa?ero instrumental" del hombre moderno en vez de instrumento dominante.
Por todo ello, el hombre tiene que compensar su haza?a tecnol¨®gica, que todo le ofrece o todo puede destruir, recuperando su propio ser y subordinando esta nueva circunstancia tecnol¨®gica gracias a la reflexi¨®n y a la est¨¦tica desde valores ¨¦ticos y morales.
Por ¨²ltimo, en el orden social y de la gobernabilidad, el impacto de los multimedia integrados o incluso de forma aislada, como a¨²n es el caso m¨¢s frecuente, resulta ya considerable y puede llegar a serlo de forma dram¨¢tica. Por de pronto, ensanchan cada d¨ªa m¨¢s el ¨¢mbito de libertad individual y colectivo, al menos desde la informaci¨®n disponible, cuando no desde la participaci¨®n en todos los aspectos de la actividad humana. De ah¨ª la importancia de asegurar el libre acceso (la igualdad de oportunidades o democratizaci¨®n) a las redes telem¨¢ticas, al tiempo que se asegure la privacidad de los ciudadanos, gracias a la protecci¨®n jur¨ªdica y t¨¦cnica de los datos de car¨¢cter personal y de la vida privada, adem¨¢s de proveer una regulaci¨®n b¨¢sica, desde valores ¨¦ticos, que eviten el desamparo de las emergentes sociedades civiles.
Una sociedad as¨ª transformada requiere l¨ªderes con capacidad de gobernar, desde una visi¨®n global y anticipatoria. Tal capacidad es, hoy por hoy, muy poco frecuente en. el mundo, tanto entre los l¨ªderes pol¨ªticos, en funciones de gobierno o en la oposici¨®n como entre los a¨²n escasos l¨ªderes empresariales del sector privado. Aprender y reflexionar globalmente para actuar local y puntualmente con eficacia, a corto y largo plazo, es la m¨¢s frecuente "asignatura pendiente". Los multimedia deben ser poderosos est¨ªmulos e instrumentos para tal transformaci¨®n de futuro.
Los grandes s¨ªmbolos monumentales visibles han cambiado sucesivamente, a lo largo del tiempo, de acuerdo con las fuentes concretas. del poder. Primero fueron las catedrales, mezquitas o sinagogas, expresi¨®n y refugio de la fe. Luego fueron los castillos y fortalezas del poder militar y de los se?ores feudales. M¨¢s tarde, con el Renacimiento, dominaron los palacios de justicia, derivados de la fuerza de la ley. Recientemente. y durante d¨¦cadas han prevalecido los imponentes edificios levantados por la banca. Ahora, al final del milenio, aparecen los gigantescos repetidores en las, grandes ciudades, s¨ªmbolos del poder de la informaci¨®n y de las telecomunicaciones, apuntando desafiantes al cielo, aparte de otros muchos menores en numerosas cimas, a modo de monumentos anticipatorios al af¨¢n comunicador de los hombres. Ma?ana pueden llegar a formar una constelaci¨®n estelar los muchos sat¨¦lites con m¨²ltiples ra¨ªces en la tierra, viaductos de toda clase de mensajes hechos cables interminables...
El futuro de la informaci¨®n y de las telecomunicaciones ya ha nacido. Ahora debemos desacralizarlos y estar atentos a su desarrollo y utilizaci¨®n. ?Nacer¨¢ pr¨®ximamente, al fin, el esp¨ªritu de solidaridad humana y prevalecer¨¢ el progreso en paz y sabidur¨ªa?
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