?No se cayeron!
Murteira / Espl¨¢, Bl¨¢zquez, Carri¨®n
Toros de Murteira Grave, terciados, fuertes, mansos; 6?, cuajado, devuelto por manso cuando llevaba cinco puyazos. Sobrero de Carlos N¨²?ez, terciado, manso.
Luis Francisco Espl¨¢: estocada corta y dos descabellos (silencio); estocada (palmas y algunos pitos). V¨ªctor Manuel Bl¨¢zquez: estocada ca¨ªda -aviso- y descabello (petici¨®n y dos vueltas); estocada ca¨ªda (oreja). Manolo Carri¨®n: estocada ca¨ªda (oreja); pinchazo y bajonazo (silencio).
Plaza de Valencia, 29 de julio. 9? 9? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
?No se cayeron, no se cayeron! Por primera vez en la feria y en muchas ferias no se cayeron los toros. Hartos de o¨ªr preguntar por qu¨¦ se caen los toros, por qu¨¦ se caen todos los toros en todas las ferias sin que nadie d¨¦ cumplida respuesta, la pregunta que se hac¨ªan los aficionados valencianos era por qu¨¦ no se cayeron los toros de Murteira, precisamente en la ¨²ltima corrida de la F¨ªra de Juliol.
El primero hasta se permiti¨® el lujo de derribar. Se arranc¨® de largo al caballo, le peg¨® un derrote brutal apalancado en la ri?onada, y lanz¨® a freir vientos al caballo, al picador y al gracioso castore?o. All¨¢ que te va por los suelos el de arriba y el de abajo, los petos y los manguitos, ese amor de castore?ito y su cucarda coquetona.
Se recuperaron todos del batacazo mas no volvi¨® a repetirse la manifestaci¨®n de bravura del toro, que result¨® ser manso. Un manso sin paliativos, igual que la corrida entera; mansos los seis, en sus diferentes versiones: desde la mansedumbre querenciosa del primero a la reservona del cuarto; de la mansedumbre conformista del segundo, tercero y quinto, a la enloquecida del sexto.
Lo ocurrido en ese sexto manso Murteira da la medida de lo que son la plaza de Valencia y la competencia de sus presidentes. Hu¨ªa el toro de los puyazos topando cuanto se encontrara al paso, sin atender voces ni capotes, y su ¨²nico af¨¢n era atacar de nuevo al que le hiri¨®, cornear el peto y salir de estamp¨ªa.
Estas galopadas produjeron gran revuelo en el redondel, bregaban alteradas las cuadrillas y parte del p¨²blico se puso a protestar. Se trataba de los mismos que se han pasado la feria pidiendo orejas (sin faltar uno: est¨¢n apuntados) y no estaba muy clara la raz¨®n concreta de su protesta.
Corri¨® el rumor de que les parec¨ªa excesivo el n¨²mero de puyazos. Efectivamente iban -cinco y en esto que el presidente sac¨® el pa?uelo verde, devolvi¨® el manso al corral y dej¨® perplejas a la torer¨ªa militante y a la sufrida afici¨®n.
Con presidentes as¨ª de indocumentados ya pueden decir lo que quieran los reglamentos, que Valencia no ser¨¢ jam¨¢s plaza de primera categor¨ªa; ni hay garant¨ªas de seriedad en los reconocimientos de las reses, ni puede haber orden en la lidia; ni tienen validez alguna los trofesos que se concedan.
En cuesti¨®n de trofeos, concedi¨® dos e igual habr¨ªan podido ser tres o ninguno, pues era imposible saber en qu¨¦ criterios sustentaba sus decisiones. A V¨ªctor Manuel Bl¨¢zquez le neg¨® una oreja y le dio otra con similar petici¨®n, mientras a Manolo Carri¨®n se la otorgaba tambi¨¦n atendiendo una petici¨®n de oreja que no superaba la que provoc¨® la faena de Bl¨¢zquez. Un l¨ªo.
Ninguna de las tres faenas en cuesti¨®n abr¨ªa sido realmente de oreja, si se analizan, aunque ambos espadas pusieran en ellas un encomiable punlonor. Tanto, Bl¨¢zquez en sus los toros como Carri¨®n en el tercero embarcaron derechazos :on largura y templanza, y si os planteaban fuera de cacho, ,a se sabe que ese es el mal de la ¨¦poca. Bl¨¢zquez inici¨® su faena al quinto con dos emocionantes cambios por la espalda, dibuj¨® en un quite las chicuelinas m¨¢s toreras de la feria y adem¨¢s prendi¨® banderillas con facilidad.
Las prendi¨® asimismo Luis Francisco Espl¨¢ con el buen oficio que le caracteriza, al que a?adi¨® riesgo en dos pares por los terrenos de dentro, y todo cuanto queda dicho fue la parte brillante del espect¨¢culo. La deslucida la propiciaron los toros broncos: dos del lote de Espl¨¢, que los mulete¨® breve y enterado, m¨¢s el sobrero, que puso en apuros a Carri¨®n cuando le porfiaba muy voluntarioso. El hombre hab¨ªa de estar alerta pues el toro, enterizo y fiero, no admit¨ªa bromas.
Los aficionados no sal¨ªan de su asombro. Que no se hubieran desplomado ni aquel sobrero ni ninguno era dif¨ªcil de comprender, tras una feria insufrible en la que s¨®lo hubo toros inv¨¢lidos. Y no quer¨ªan irse hasta que les explicaran por qu¨¦ no se hab¨ªan caigut, ch¨¨.
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