Espantada de Barbero
EL JUEZ Marino Barbero tiene todo el derecho a renunciar a la carrera judicial, a la que se incorpor¨® libremente como jurista de reconocido prestigio por el llamado cuarto turno (tradicional v¨ªa de acceso directo al Tribunal Supremo para cubrir la cuarta parte de sus plazas vacantes). Pero no con vence que alegue como causa de su s¨²bita decisi¨®n la falta de amparo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ante ciertas cr¨ªticas del presidente de la comunidad aut¨®noma de Extremadura, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra. M¨¢s que un argumento parece un pretexto.El juez Barbero ha estado bajo la mirada de la opini¨®n p¨²blica durante su larga y, sin duda, compleja instrucci¨®n del caso Filesa. Muchas de sus decisiones han sido criticadas leg¨ªtimamente. ?l mismo, sin duda animado por la notoriedad que le dio instruir un asunto de tanta trascendencia pol¨ªtica y social como el caso Filesa, no escatim¨® las cr¨ªticas p¨²blicas al Gobierno. En ese contexto hay que enmarcar las que, a su vez, le toc¨® padecer a ¨¦l por una labor instructora que parec¨ªa inacabable. Muy especialmente sufri¨® la rudeza verbal de Rodr¨ªguez Ibarra. Sus cr¨ªticas fueron duras, y puede que en parte injustas, pero en ning¨²n momento cuestionaron su legitimidad jurisdiccional y su independencia.
?se es el fondo de la cuesti¨®n. El juez Barbero puede o no aguantar las cr¨ªtica, pero no puede escudarse tras el Consejo del Poder Judicial. Esta instituci¨®n no est¨¢ para defender a los jueces de la cr¨ªtica social, e incluso pol¨ªtica, sino para velar por su independencia y para que nadie -poder p¨²blico o privado- se entrometa en sus decisiones. El Consejo ha aplicado los amplios baremos de libertad de cr¨ªtica que los tribunales admiten en el campo de las relaciones pol¨ªticas y sociales.
La agria y violenta pol¨¦mica que hoy sacude a este pa¨ªs, en la que los jueces desempe?an un papel sin duda excesivo, somete a los protagonistas a fuerte presi¨®n. Pero no es el juez Barbero quien puede tirar la primera piedra en este campo. No ha dudado en criticar a quienes eran objeto de su instrucci¨®n e incluso a los magistrados de la Sala Segunda del Supremo, que en ocasiones le han llamado la atenci¨®n o han *rechazado sus propuestas. Barbero no necesitaba, por lo dem¨¢s, acusar al Poder Judicial. para justificar una espantada, que muchos espa?oles aceptar¨¢n con comprensi¨®n. La interminable instrucci¨®n del caso Filesa tendr¨¢ que esperar ahora hasta septiembre a que se nombre un nuevo juez instructor que se haga cargo del asunto. Antes de comenzar la tarea tendr¨¢ que ponerse al d¨ªa de los miles de folios que Barbero ha acumulado durante tres a?os de investigaci¨®n. Malos augurios para la rapidez exigible siempre a la justicia.
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