Aire de libertad en Bihac
Tras el largo cerco serbio, vuelve la ilusi¨®n con un simple paseo
Emira Komic nad¨® en el r¨ªo el martes, por primera vez desde 1992. Despu¨¦s del ba?o, Emira se puso un traje rojo que hab¨ªa estado guardado en su armario desde hac¨ªa tres a?os y sali¨® a pasear. "Me siento libre", declar¨® entonces esta profesora de biolog¨ªa de un instituto de la ciudad de Bihac.Desde el inicio de la guerra en los Balcanes, esta ciudad, como Sarajevo, ha sufrido el asedio y los bombardeos de las fuerzas serbobosnias. Los habitantes viv¨ªan en refugios, sin electricidad ni agua. Y tan s¨®lo recib¨ªan peque?as cantidades de comida a trav¨¦s de la ayuda humanitaria: ancianos y ni?os han perecido de inanici¨®n.
Aunque este enclave era una de las supuestas zonas protegidas, nunca fue excesivamente seguro y hasta que los Ej¨¦rcitos croata y bosnio consiguieron romper el cerco se tem¨ªa incluso que fuera capturado por los radicales serbios.
El martes, los ni?os jugaban a la puerta de sus casas, en los mismos lugares donde algunos de sus compa?eros hab¨ªan muerto por los bombardeos serbobosnios. Como el nieto de tres a?os de Hazima Alijagic, que no se ech¨® al suelo al o¨ªr el ruido de los bombardeos, "era demasiado peque?o para comprenderlo", explicaba Hazima, de 59 a?os, pero visiblemente envejecida por la guerra. "Gracias a los croatas ahora puedo respirar m¨¢s tranquila, pero nunca podr¨¦ olvidar a mi nieto", concluy¨®.
"Tres ni?os murieron de hambre all¨ª mismo", explicaba Teofic Blagajcevic, refiri¨¦ndose a un edificio que ten¨ªa la mayor¨ªa de las ventanas tapiadas. Blagajcevic, de 50 a?os de edad, sin camisa y con unos pantalones chillones, aseguraba que nunca pens¨® que ver¨ªa el d¨ªa de la libertad.
Casi todos los j¨®venes de Bihac han perdido su infancia en s¨®tanos y refugios. El martes, tres chicas se paseaban por la ciudad. "Me siento fenomenal", explicaba Samira Mustafic, de 15 a?os. Samira, como la mayor¨ªa de los habitantes del enclave, tuvo que vender casi todas sus posesiones para sobrevivir al asedio. "Lo que m¨¢s pena me dio fue tener que vender mis mu?ecas , dijo. Y si la calma contin¨²a, Samira espera poder ver la televisi¨®n, ponerse al d¨ªa con las nuevas modas e ir a una discoteca.
Los vestigios de la guerra son aparentes por toda la ciudad, en sus gentes y en sus edificios. Algunos de los que salieron a la calle el martes se paseaban con la ayuda de muletas. Como Aladin Hodzic, un ni?o rubio de cuatro a?os que perdi¨® la pierna cuando una bomba explot¨® donde jugaba. Neira Karac, de nueve a?os, sabe que la guerra a¨²n no ha acabado. Una de sus mejores amigas muri¨® el s¨¢bado por el disparo de un francotirador. Ayer deb¨ªa haber celebrado su cumplea?os, pero una bala quebr¨® su vida. Y el pasado mi¨¦rcoles volvi¨® a sonar la sirena que avisa de los bombardeos. Sin embargo, nadie parec¨ªa inmutarse. "No se asuste", me dijo una mujer, que ni siquiera aceler¨® sus pasos.
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