Tortillas salvajes
Miles de madrile?os sustituyen las vacaciones por escapadas de domingo a zonas de monte y agua
Embarcaciones en lontananza, ba?istas con gafas de bucear, pasodobles de transistor, chiringuitos de sepia congelada, barbacoas, mobiliario de pl¨¢stico y basura. Las llaman playas y tienen la ventaja de estar a una hora en coche, Pero son pantanos o r¨ªachuelos madrile?os acuden los turistas dominicales, lugares en los que se levantan chalecitos de un s¨®lo d¨ªa, de esos que suelen dejar rastro a la ma?ana siguiente. De nada falta: la cuerda para tender los ba?adores, el barre?ito para limpiar los platos, la parrilla y por supuesto, los muebles. Miles de madrile?os se precipitan en estas fechas en busca del ba?o refrescante, tortilla bajo el brazo. El pantano de San Juan y el parque de Aldea del Fresno se convierten los domingos en las playas del sur de Madrid, mientras Las Dehesas de Cercedilla, La Pedriza y las Presillas de Rascafr¨ªa ofrecen frescor de pino, adem¨¢s de ba?os.De entre tanta zona verde y azul, de entre m¨¢s de 105 zonas recreativas controladas por la Comunidad, emerge el protagonista indiscutible, la estrella de las vacaciones en el r¨ªo: el dominguero. Algunos turistas de fin de semana no dudan en autodefinirse como tales mientras otros aborrecen el t¨¦rmino, por despectivo. La consulta entre los usuarios de las ¨¢reas recreativas de la Comunidad permite elaborar las leyes de oro del dominguero.
Dejar el coche lo m¨¢s cerca del agua, y si es posible, dar un remoj¨®n a los recalentados neum¨¢ticos, es uno de los objetivos clave. Si la distancia entre el agua y el veh¨ªculo no implica demasiados desplazamientos, el aprovechamiento de la escapada para lavar el coche a?ade sentido pr¨¢ctico a un d¨ªa de asueto. Una vez en el deseado monte, es fundamental moverse lo menos posible y evitar todo contacto con hormigas y otros inoportunos insectos.
"Son los domingueros los que invaden a las avispas y no viceversa", se?ala Juan Ram¨®n, un joven amante del senderismo. Un estudio de la Agencia del Medio Ambiente se?ala que el 60% de los usuarios de las zonas recreativas opta por las actividades sedentarias: dormir, jugar a las cartas y escuchar la radio, repantingados en la confortable tumbona. La proporci¨®n se eleva al 80% en la presa de Almorchones, La Pedriza o el embalse de La Jarosa.
El reparto de papeles se redefine entre los domingueros: el hombre que tradicionalmente no colabora en labores dom¨¦sticas anuncia con un contundente "dejadme solo" su asunci¨®n del puesto de mando en la barbacoa. En su entusiasta proceso de preparaci¨®n de la comida, pasa por alto la utilizaci¨®n de una bolsa de basura.
"?Joshua, la merienda!". El grito resuena y el eco permite que la mayor parte de la clientela que atiborra un presunto espacio para el relax desee la pronta aparici¨®n de Joshua. El problema se presenta cuando, a los cinco minutos, es Jonathan el que, despistado, est¨¢ carbonizando a una lagartija mientras su madre espera para darle el bocata de chorizo.
La soledad, para los que se quedan en casa. El dominguero gusta de la cercan¨ªa de sus compa?eros de aventura y no tiene reparos en colocar la sillita a metro y medio del coche del vecino de turno. Aunque lo cierto es que existen dos tipos de domingueros: los que respetan el medio ambiente y los que se comportan peor que en su casa. En ese sentido, las ¨¢reas recreativas del norte de la Comunidad de Madrid parecen estar m¨¢s cuidadas que las de la zona sur.
Desperdicios al sol.Latas oxidadas, bolsas de panchitos, una chancleta rota, un pl¨¢tano disecado, el faro de un coche y varias botellas de vidrio. Los desperdicios se amontonan a cuatro metros escasos del agua del pantano de San Juan, una de las zonas m¨¢s concurridas por los turistas de un d¨ªa. "Al llegar hemos tenido que limpiar un poco el rinc¨®n en que nos hemos instalado", cuenta Gregorio Tamayo, repartidor de 39 a?os. La sequ¨ªa ha creado una playa de tierra dura: donde antes hab¨ªa agua, ahora hay mont¨ªculos de arena dura con boyas tost¨¢ndose al sol. All¨ª es donde unos 300 domingueros instalan pl¨¢cidamente sus toallas.
"Me hubiera gustado irme como otros a?os a la playa pero con la crisis, ?Qui¨¦n puede?", pregunta Manuel Leal, un conductor de 55 a?os, que viene de Legan¨¦s. A las dos de las tarde, el humo delata a m¨¢s de quince familias que utilizan la. barbacoa en un pinar. A menos de un kil¨®metro, bajo un puente sobre el r¨ªo Alberche, el ?rea recreativa La Depuradora, m¨¢s limpia, s¨®lo recibe la visita de unas cincuenta personas.
Pantano de San Juan. Punto kilom¨¦trico 51 de la M 501, en direcci¨®n a San Mart¨ªn de Valdeiglesias. Zona de ba?o.
La playa de r¨ªo. "Al rico bomb¨®n helado". El grito lo emite el vendedor de polos que circula por el parque de la Aldea del Fresno, lo m¨¢s parecido a una playa de mar.
"Cuando baja todo el mundo a ba?arse por la tarde, parece que est¨¢s en la costa", comenta, Diego, administrativo de 35 a?os. Diego y su mujer acuden todos los fines de semana a esta playa, hasta que llegue septiembre y se puedan ir a la Costa Brava. "Esto es mucho m¨¢s higi¨¦nico que una piscina y hay menos gente", cuentan. Familias procedentes de Madrid no dudan en recorrer 70 kil¨®metros para poder darse un ba?o que es algo m¨¢s que un chapoteo: hay espacio para nadar en agua corriente, que no estancada.
Un domingo por la ma?ana, el r¨ªo no aparece muy caudaloso pero sobre la una de la tarde, se abren las compuertas del pantano de San Juan y el r¨ªo se hace mar. Un grupo de unos quince j¨®venes irrumpen en el lugar cargados con neveras que contienen litros de cerveza y alguna que otra tortillita. "Nosotros no somos domingueros ni marujas", dice Carlos, dise?ador gr¨¢fico de 22 a?os. "Preferimos los rincones m¨¢s apartados pero esta playa est¨¢ muy bien para venir a pasar el d¨ªa".
Parque Recreativo Aldea del Fresno. M 507, sobre el puente del r¨ªo Alberche. Aparcamiento: 200 pesetas. Zona de ba?o
El embarcadero trampol¨ªn. El embarcadero del Remanso de La Tijera es hoy un terrible trampol¨ªn. Donde ayer embarcaban los pirag¨¹istas, hoy se podr¨ªa dar un salto mortal: la falta de agua ha provocado que dos metros de altura separen el embarcadero del agua, que s¨®lo llega a la altura del tobillo. "De esta ma?ana a esta tarde, ya se nota que ha bajado", comenta, triste, Rafael, vecino de 13 a?os de Fuentidue?a de Tajo. "Se nos est¨¢n llevando el agua a otros r¨ªos, se lamenta. Afortunadamente, el r¨ªo tiene un caudal suficiente para que los chavales, en una zona alejada del embarcadero, puedan tirarse desde un puente que dista ocho metros del agua. "Dicen que cay¨® una bomba en la guerra en ese sitio y por eso hay un agujero para tirarse", explica Rafael. "Cada vez viene menos gente", dice Mar¨ªa Jos¨¦ Zamora, vecina de 38 a?os. "Viene gente de Madrid, en primavera, pero esto no es lo que era. Hay menos agua y est¨¢ m¨¢s sucia y contaminada", afirma.
Un grupo de seis personas procedentes de la capital juega pl¨¢cidamente a las cartas bajo un chopo, al atardecer. "Por la ma?ana pasamos por el mercado de los domingueros, de Titulcia", cuenta Juan Maroto, ebanista de 41 a?os, "y compramos el pan y los melones". A media ma?ana, unas chuletitas y pancetas para ir haciendo hambre. A mediod¨ªa, guisadillo de conejo cocinado en las barbacoas habilitadas por la Agencia del Medio Ambiente al efecto -la tendencia es a ir eliminando este tipo de zonas, cuentan las autoridades de la agencia-. Para cenar sardinitas. "Igual, entre pitos y flautas, acabamos a las dos de la ma?ana", dice Pedro Puras, comerciante de 65 a?os.
Remanso de la Tijera. A un kil¨®metro de Fuentidue?a de Tajo, carretera direcci¨®n al puente sobre el r¨ªo. Zona de ba?o.
Los chorros de Estremera. Jer¨®nimo, de 35 a?os, y su familia, unos 25 gitanos, acuden a Los Chorros de la Estremera para pasar el d¨ªa de domingo. Mientras un hombre inicia la operaci¨®n retorno hacia el coche acarreando dos sillas y la parrilla en una mano, la nevera cargada al hombro y la bolsa de carb¨®n colgando del dedo pulgar, los hermanos de Jer¨®nimo organizan una competici¨®n de salto a pies juntillas. "Si acondicionaran bien esta zonas", cuenta Jer¨®nimo, "la gente no se ir¨ªa a dejarse los billetes fuera de Madrid" Este vendedor de claveles, vecino de Palomeras (Vallecas), se congratula de poder pasar un d¨ªa tranquilo en compa?¨ªa de payos. "Nosotros no somos gente de malvivir y aqu¨ª no hemos tenido ning¨²n problema", cuenta. "Somos como los dem¨¢s y nos gusta venir a hacernos nuestra paellita al campo, aunque sepa a rayos". El chiringuito de Estremera machaca a la clientela con golpes de bakalao. Para la noche, anuncia la actuaci¨®n estelar de Fede Romero, cuya foto aparece en un rancio y desgastado cartel en tonos pastel.
Los Chorros. Estremera, junto al r¨ªo Tajo. Zona de ba?o.
Saludos en la monta?a. Tranquilidad, frescor, deporte y olor a pino es lo que buscan los turistas que acuden el domingo a Pe?a Alta, cerca de Navafr¨ªa. No m¨¢s de diez coches estacionan en domingo en una zona regada por un riachuelo y en la que el dominguero parece estar m¨¢s preocupado por el entorno: no hay basura por los suelos. "Yo no me considero dominguero. porque salgo al campo a diario", dice Bernardo Latorre, administrativo de 28 a?os. "A mi lo que me gusta es la acampada libre". Caballos salvajes y vacas pastando a su aire forman parte de un paisaje verde, con temperaturas que obligan al monta?ero a llevar prendas de abrigo para el momento en que cae la tarde. "Lo bueno de la gente que viene por aqu¨ª es que te cruzas con alguien, caminando, y te da las buenas tardes", se?ala. Mientras el grupo de Bernardo, de veinte personas, prepara algo para picar, uno de ellos hace un agujerito en el suelo con una cuchara para jugar a la mota: un juego similar a las canicas que se practica con monedas.
Pe?a Alta. Carretera de Lozoya al Puerto de Navafr¨ªa, kil¨®metro 6.
Piscinas de r¨ªo. Una piscina municipal, bien cuidada y limpia, con presas en el r¨ªo en vez de piletas. Es el aspecto que ofrece la zona de las Presillas, en Rascafr¨ªa. "Este sitio es mejor que la Pedriza: no tienes que hacer cola para entrar", se?ala Jos¨¦, conductor de 46 a?os. "Este a?o no hemos podido salir por la crisis, as¨ª que nos escapamos los fines de semana", cuenta. En una hora y cuarto, caminando, se llega a las Cascadas del Purgatorio. "Pero esto es demasiado artificial", comenta en referencia a las Presillas, Rosa Cuadros, escritora de libros de cocina. Ella y su marido se retiran de la zona. Pensaban que era m¨¢s salvaje. Pero hay hasta una pradera de c¨¦sped. Euge, joven de 26 a?os, de Parla, aborrece la llegada de domingueros: "Dejan basura por todos los lados y arrasan con todo".
Las Presillas y Arroyo Aquil¨®n. Carretera Cotos-Rascafr¨ªa M 604, kil¨®metro 28, entrada por el puente del Perd¨®n. Aparcamiento: 400 pesetas.
Nuevos parques. La Laguna de Mari Pascuala siempre fue un lugar de reuni¨®n para la gente de edad avanzada de Legan¨¦s. Los domingos, tocaba pase¨ªto alrededor de la charca. Hoy, este espacio d¨¦ 150 hect¨¢reas convoca m¨¢s ciclistas de monta?a que jubilados y recibe el nombre de Parque de Polvoranca. La iglesia del antiguo pueblo de Polvoranca sigue en pie, en medio de un parque en el que hay observatorio de aves, pistas de monopat¨ªn, espacios para jugar a la petanca y un jard¨ªn bot¨¢nico, entre otras cosas. Las palmeras, el pato cuchara y el sapo corredor forman parte de la flora y fauna de Polvoranca. El borrado de pintadas de raperos es una actividad que los lunes se ven obligados a practicar los quince empleados de la limpieza. Al estar situado tan cerca de un n¨²cleo urbano, Legan¨¦s, el parque es v¨ªctima del vandalismo. Los planes de futuro de la Comunidad de Madrid se centran en la construcci¨®n de este tipo de parques en la periferia de los cascos para restar visitantes a las zonas naturales.
Parque de Polvoranca. Legan¨¦s, junto a la carretera que une Alcorc¨®n y Getafe, la M 406. Los s¨¢bados y domingos se puede acceder con el autob¨²s 482.
Monte en juego. Unos chavales juegan a las palas mientras un joven ejercita sus patadas de k¨¢rate con una indefensa rama de pino. A diez metros, un matrimonio de edad avanzada se entrega a una pl¨¢cida siesta que la voz de Sergio Dalma mece desde un transistor. En Las Dehesas de Cercedilla, la cuesti¨®n de espacio parece ser primordial. Se mantienen las distancias, de por lo menos diez metros, entre los turistas de domingo. Los juegos de mesa son los reyes. Un breve recorrido permite el encuentro con maestros de mus, ases del domin¨® y especialistas de parchis. Los pinos atraen menos que el agua, por lo que el aluvi¨®n de coches queda reservado para los acuden a la piscina. La de las Dehesas ser¨ªa una pileta normal si no fuera porque el agua que la ba?a es de r¨ªo y que est¨¢ situada en la ladera de la monta?a, absolutamente rodeada de pinos. En un fin de semana, cerca de 2.000 personas se dan un chapuz¨®n en estas charcas de fondo azul.
Parque de Las Dehesas. A un kil¨®metro de Cercedilla, tomando la carretera en direcci¨®n al pantano de Las Dehesas. Piscina Municipal. Laborables: Ni?os, 300. Adultos, 600. Festivos: Ni?os, 300; Adultos, 600.
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