Noticias del Grial
En el mismo d¨ªa y en dos per¨ªodicos distintos leo que un investigador ingl¨¦s ha encontrado el Santo Grial, y que seg¨²n los cient¨ªficos de una prometedora Intersitellar Propulsi¨®n Society los viajes espaciales a la velocidad de la luz son una posibilidad tan perfectamente veros¨ªmil como el env¨ªo de una nave tripulada a Marte. Ya s¨¦ que si no fuera por la desoladora escasez de noticias que trae consigo el pleno agosto probablemente no se habr¨ªa publicado una foto del Santo Grial ni se dedicar¨ªa tanto espacio a las expediciones a la velocidad de la luz a trav¨¦s de los agujeros negros de las galaxias, pero a uno le gusta de pronto, con la coartada del verano, suspender su incredulidad e interesarse holgazanamente por los sucesos improbables que en estos d¨ªas de m¨¢ximo calor y locales clausurados explican los peri¨®dicos, propensos m¨¢s que nunca a rellenar sus p¨¢ginas acudiendo a la ciencia ficci¨®n o a la arqueolog¨ªa fant¨¢stica. En tiempos m¨¢s c¨¢ndidos, apenas apretaba julio ya se contaban historias sobre el monstruo del lago Ness, los restos del Arca de No¨¦ o el abominable hombre de las nieves. Ahora, tal vez por culpa de los vuelos espaciales de los a?os sesenta, todas las f¨¢bulas deben tener un cierto aire de plausibilidad cient¨ªfica que no mejora sus calidades narrativas, pero que las vuelve muy complicadas y en gran parte incomprensibles, como esas teor¨ªas-que elaboran los ni?os para explicar el vuelo de Superman o la resistencia a los disparos del traje del hombre ara?a.La b¨²squeda del Grial y las exploraciones espaciales comparten con la historia de extraterrestres una poes¨ªa desacreditada de la imaginaci¨®n a la que uno es muy sensible a ciertas edades, pero de la que debe curarse en seguida para no entontecer sin remedio. Cuando yo empec¨¦ a aficionarme a la lectura de la prensa se informaba mucho sobre lo que entonces era denominado "el fen¨®meno ovni". Eran tiempos en, que los diarios y las revistas semanales m¨¢s serias publicaban fotos borrosas de objetos en forma de cigarro puro o de disco, vincul¨¢ndolas con la proximidad de la ¨®rbita de Venus, por ejemplo, o con un cambio en el trazado de los canales de Marte. Incluso la Iglesia lleg¨® a tomar cartas en el asunto. En la radio hablaba mucho un sacerdote que aseguraba haber establecido relaciones amistosas e incluso evangelizadoras con una comunidad de nativos del planeta Hummo, asentada discretamente en la provincia de Sevilla.
Que el fen¨®meno ovni haya perdido los favores de la moda informativa no quiere decir que los visitantes de otros mundos se hayan quedado sin devotos, y digo devotos porque en esas aficiones casi siempre es posible detectar una propensi¨®n eclesi¨¢stica, como muy bien intuy¨® hace a?os el prestigioso uf¨®logo, J. J. Ben¨ªtez, que se ha hecho de oro investigando las huellas de viajeros estelares en la Biblia y la genealog¨ªa extraterrestre de Jes¨²s de Nazaret. La semana pasada un peri¨®dico alud¨ªa a la misteriosa autopsia que se practic¨® en 1947 a un posible alien¨ªgena, cuyos resultados s¨®lo ahora parece que van a hacerse p¨²blicos. Una noche de insomnio yo tuve ocasi¨®n de o¨ªr en la radio una entrevista con el presidente del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias, quien describi¨® con detalle los diversos tipos de extraterrestres registrados hasta ahora por la observaci¨®n humana y se quej¨® con amargura del cruel asedio a que est¨¢n sometidos los uf¨®logos u ovnilogos por culpa del fanatismo de la ciencia oficial.
En Estados Unidos hay un n¨²mero creciente de personas que aseguran haber sido absorbidas -la palabra t¨¦cnica es abduction- hacia el interior de naves extraterrestres, padeciendo en ellas todo tipo de exploraciones cient¨ªficas m¨¢s bien parecidas a manoseos y vejaciones sexuales. Circula incluso el rumor, no confirmado hasta ahora, de que entre los abducidos o chupados por las astronaves de otros mundos se encuentra el ex secretario de las Naciones Unidas Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, a quien las asociaciones m¨¢s radicales de afectados asedian a llamadas telef¨®nicas y acusan de cobard¨ªa por no atreverse a reconocer en p¨²blico su aventura gal¨¢ctica. A la ufolog¨ªa, a diferencia de la pedagog¨ªa o la sociolog¨ªa, no se le concede a¨²n rango universitario casi en ninguna parte, pero ya existen psic¨®logos plenamente respetables que se especializan en el tratamiento terap¨¦utico de quienes son devueltos a la tierra despi¨¦s de un cautiverio astral. ?No los hay tambi¨¦n que se dedican a convencer a sus pacientes de que fueron sometidos en la primera infancia a abusos sexuales y a ritos sat¨¢nicos, y que si no recuerdan nada es precisamente porque el mismo horror del trauma se lo borr¨® de la memoria?
Parece que la irracionalidad es una: tentaci¨®n continua a la que nadie quiere resistirse, una enfermedad de la inteligencia al mismo tiempo secreta y universalmente extendida que rechaza los testimonios. de la raz¨®n y sin embargo busca en el mundo real pruebas tangibles de sus propias fantasmagor¨ªas. Sin duda, una de las tareas m¨¢s dif¨ªciles de la vida es la de aprender a distinguir lo verdadero de lo imaginario: aprendemos que Superman no vuela de verdad y que el traje del hombre ara?a es de un tejido com¨²n, y no obstante, nos sigue quedando una nostalgia de lo prodigioso que en el mejor, de los casos es satisfecha por la literatura, pero que puede llevamos tambi¨¦n a creer en los extraterrestres, o en las apariciones marianas, o en las terapias salvadoras de cualquier brujer¨ªa dotada de un cierto repertorio de fetiches verbales. Dentro de todo, que ese investigador ingl¨¦s haya concluido en estos d¨ªas t¨®rridos la b¨²squeda eterna del Santo Grial es una noticia alentadoramente literaria, pero en materia de hallazgos veraniegos yo sigo prefiriendo el cofre con joyas y doblones de oro que descubri¨® Jim Hawkins en una isla del Caribe o el otro tesoro, mucho m¨¢s modesto (una maleta vieja con unas pocas monedas, algo de ropa usada y un librillo manuscrito de versos) que encontr¨® Sancho Panza en Sierra Morena, mientras Don Quijote buscaba el Santo Grial de su locura.
Babelia
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