El cielo del misterio
Otra caracter¨ªstica del verano son los festejos, normalmente iniciados un d¨ªa del siglo XV para conmemorar los triunfos de un ej¨¦rcito o la cura feliz de una plaga gracias a un rezo colectivo a la patrona. Pero el babel de las fiestas del verano es lo que les da su encanto: son acumulables, desde luego irrecuperables, y en general bailables. Y no es que haya m¨¢s v¨ªrgenes o santos hombres m¨¢rtires o fechas memorables en agosto que, pongamos, en noviembre sino que por razones de econom¨ªa, festiva, los hombres determinan que es ese tiempo, ya en s¨ª inh¨¢bil y propicio a la vacancia, el m¨¢s id¨®neo para su profusi¨®n. Fiestas que van desde la m¨¢s solemne quincena musical y mariana hasta el concurso infantil de disfraces en la comunidad de apartamentos de una primera l¨ªnea de playa. Hoy, sin embargo, un fantasma vuela amenazante sobre nuestras cabezas, que, al menos por unos d¨ªas al a?o, tratan de ser abiertamente huecas, locas y de chorlito. El fantasma de la regulaci¨®n.El primer aviso a nuestro despreocupado mundo ferial lleg¨® hace unas semanas con el lamentable accidente que sufri¨® la activista inglesa Vicky Moore tratando de impedir vejaciones a un animal que volvi¨® sus cuernos contra ella y a punto estuvo de quitarle la vida. Recuperada de la extrema gravedad y felizmente repatriada a Gran Breta?a, donde le deseamos un pronto restablecimiento, Vicky Moore no lograr¨¢, de momento, el cese de nuestras inveteradas relaciones sadomasoquistas con toros, cabras, vaquillas, patos y alg¨²n que otro b¨ªpedo m¨¢s, pero s¨ª ha conseguido ponernos en el mapa de la conciencia la banderilla de un remordimiento hacia los hermanos animales. Y, una conclusi¨®n f¨¢cil de sacar: a partir de hoy, y m¨¢s y m¨¢s a partir del d¨ªa de ma?ana, ning¨²n apartado de nuestra diversi¨®n vacacional -corrida, encierro, triduo o verbena- estar¨¢ a salvo del af¨¢n normalizador de la rectitud (de la "correcci¨®n pol¨ªtica" dir¨ªamos al modo americano).
Vuelvo ahora de unos pocos d¨ªas pasados en el Levante, y hasta a unas tierras tan hist¨®ricamente proclives a la molicie y la voluptuosidad ha llegado ese fantasma culposo, avanzando, como el espectro del padre de Hamlet, con el "fuego sulfuroso del tormento". En el hermoso castillo de fuego que se dispara el 2 de todos los agostos en la Olla de Altea peligr¨¦ este a?o uno de sus rasgos m¨¢s vistosos: los fuegos encendidos en el peque?o islote que est¨¢ frente a la playa. Unos ecologistas de la zona hab¨ªan protestado por el riesgo de chamuscarse o desconcertarse que pod¨ªan sufrir las pocas familias de conejos silvestres all¨ª residentes. Hubo al fin, este a?o, fuegos de artificio en la isla, como habr¨¢ hogueras el pr¨®ximo mes de junio en Alicante, aunque no a rienda suelta (ni a la pata la llana; precisamente lo que todos buscamos, pasada la rosca de los engranajes cotidianos, en la fiesta). Un nuevo reglamento en curso de redacci¨®n va a normalizar desde el vuelo de los zarag¨¹elles que han de llevar los festeros en los desfiles hasta la altura, volumen y materiales de esas construcciones ef¨ªmeras destinadas al fuego de la noche de san Juan. "Se acabaron [escribe el periodista que en la edici¨®n valenciana de este diario daba cuenta de la noticia] los monumentos de 25 o m¨¢s metros de altura, sin apenas base y con formas que retaban a la ley de la gravedad". La ley que s¨ª pudieron desafiar los constructores de monumentos medievales, gracias a los cuales disponemos hoy de alguna que otra catedral g¨®tica.
En Elche hace siglos que ocurre anualmente uno de los fen¨®menos m¨¢s singulares de la cultura de nuestro pa¨ªs, el Misterio. Y es precisamente la mezcla de su sustento popular (ligado en principio a una creencia religiosa) con la alta inspiraci¨®n art¨ªstica que distintos hombres ilustres o an¨®nimos han ido aportando, lo que ha hecho de ¨¦l la obra refinadamente l¨ªrica y sentimental que ahora podemos ver cada agosto en la bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa. Yo, que tengo con ese pueblo y esa Festa una relaci¨®n primordial y amorosa, me llev¨¦ hace tres a?os un peque?o susto cuando vi que el cielo pintado que se coloca bajo la c¨²pula y por el que bajan y suben los celestiales seres cantantes, hab¨ªa sido, tras el nuevo cambio que su desgaste exig¨ªa, aumentado con angelitos que nunca antes hab¨ªa visto. Y, desde el a?o pasado, los ropajes y postizos de los ap¨®stoles y dem¨¢s personajes han sido alterados, haci¨¦ndolos desde luego m¨¢s entonados de color, m¨¢s elegantes, posiblemente m¨¢s c¨®modos, y eliminando la a veces chillona pero sublime ingenuidad que ha caracterizado siempre a esta funci¨®n. No tardar¨¢ en llegar el d¨ªa en que la voz de alg¨²n justo denuncie el evidente manique¨ªsmo de la pieza respecto a los jud¨ªos, pidiendo que dejen de desempe?ar, en nombre de la correcci¨®n, su papel de malos redimidos por el milagro de la Virgen.
Ser¨¢ el d¨ªa en que las normas de la virtud, la eficacia, la seguridad y la madurez acaben con lo que nos atrae en las fiestas: espontaneidad, crueldad, peligrosidad real o fingida, puerilidad ingenua. El d¨ªa en que ni siquiera de forma inestable podremos gozar del misterio de un cielo precario y emancipador.
Babelia
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