"Nunca hab¨ªa visto un viento as¨ª", dice uno de los supervivientes del K-2

Lorenzo Ortas y Pepe Garc¨¦s, dos de los alpinistas aragoneses supervivientes de la tragedia del K-2, la segunda cima del mundo de 8.611 metros, en el que perecieron el pasado d¨ªa 13 siete monta?eros, entre ellos sus compa?eros Javier Escart¨ªn, Lorenzo Ortiz y Javier Olivar, llegaron ayer a Barcelona. Los monta?eros, acompa?ados siempre por el m¨¦dico del grupo, Manuel Avellanas, se trasladaron posteriormente en ambulancia hacia Huesca y hoy quedaron ingresados en el Hospital Cl¨ªnico de Zaragoza para ser tratados de las congelaciones que sufren en los pies y manos.Ortas y Garc¨¦s aparecieron por la puerta de la salida internacional del aeropuerto del Prat a las 19.14 horas. Les esperaban unas 150 personas llegadas de Huesca.

Vest¨ªan una camiseta de manga corta. Sus manos estaban envueltas en un aparatoso vendaje y sus pies, descansaban en unas zapatillas previamente rajadas para aliviar sus pies tambi¨¦n lesionados. Ortas ten¨ªa los labios y la nariz quemados. Entre un cord¨®n de periodistas y familiares que se congregaron para recibir a los monta?eros se fueron abriendo paso. Un directivo del Club Pe?a Guara, entidad a la que pertenecen los monta?eros, inst¨® a los fot¨®grafos y c¨¢maras que no se abalanzar¨¢n sobre ellos. "Dej¨¦nles sentarse", exclam¨®.

Ortas comenz¨® el relato con voz entrecortada. Hab¨ªa luna llena aquella madrugada del 13 de agosto en el K-2. No soplaba viento y la noche era apacible a 8.000 metros. S¨®lo hac¨ªa fr¨ªo, pero este factor no era ning¨²n impedimento para partir hacia la cumbre. Lorenz¨® Ortiz, Javier Escart¨ªn, Javier Olivar y Pepe Garc¨¦s, junto con otros alpinistas neozelandeses y estadounidenses, iniciaron la marcha. Como hac¨ªa mucho fr¨ªo Garc¨¦s y dos neozelandeses regresaron al campo cuatro.

Quedaron los siete. A las 11.30 horas comunicaron con Ortas y Garc¨¦s, que permanec¨ªan en el campo a 8.000 metros, que hac¨ªa buen tiempo y estaban en la piedra triangular, muy cerca de la cumbre. Sus voces eran firmes y claras. Un grupo lleg¨® a la cima a las 18.00 horas. El otro grupo lo hiz¨® una hora m¨¢s tarde. "Fue la ¨²ltima comunicaci¨®n que tuvimos con ellos. Era tarde, pero hab¨ªa luna llena y hac¨ªa un tiempo excepcional", explic¨® Ortas. Mientras, Garc¨¦s, a su lado, escuchaba el relato de su compa?ero con la mirada perdida.

"De repente todo cambi¨®", dijo Ortas. Comenz¨® un viento fuerte del norte que soplaba desde China. Ortas y Garc¨¦s estuvieron luchando para que sus tiendas no se las llevara el viento. "Durante una hora o m¨¢s estuvimos luchando contra un viento con una fuerza que no hab¨ªamos visto nunca. Era como si alguien estuviera intentando romper la tienda".

Ortas y Garc¨¦s iniciaron el descenso hacia el campo base tras esperar in¨²tilmente a que sus compa?eros dieran se?ales de vida. Tardaron dos d¨ªas en llegar. All¨¢ comprobaron que aquel viento tambi¨¦n hab¨ªa destrozado las tiendas del campo base, situado a 5.000 metros sobre el Glaciar Goldwin.