"Cay¨® sobre nosotros un diluvio de fuego"
Sadik Ahmetovic relata c¨®mo logr¨® sobrevivir al asalto serbio de Srebrenica y Zepa
En una de las habitaciones del departamento de traumatolog¨ªa del hospital de Kosevo entrevist¨® a tres heridos -uno de ellos, con la pierna amputada- que lograron llegar a Sarajevo tras el aplastamiento y exterminio de los enclaves protegidos por la ONU de Srebrenica y Zepa. Reproduzco integralmente el testimonio de Sadik Ahmetovic, de 26 a?os, ex estudiante de medicina en Belgrado, a quien el cerco de los extremistas serbios pill¨® en su pueblo natal de Srebrenica en mayo de 1992. "Durante m¨¢s de tres a?os vivimos aislados del mundo, cerca dos y bombardeados por los serbios, padeciendo de hambre y de fr¨ªo, sin medicamentos ni medios de tratar decentemente a los heridos y mutilados por minas y morteros. Las milicias de Karadzic imped¨ªan el paso a los convoyes humanitarios y se apoderaban de la comida y medicinas destinadas a los sitiados sin que la [Fuerza de Protecci¨®n de las Naciones Unidas] Unprofor moviera un dedo para impedirlo".
"Nuestro enclave se hallaba protegido por un batall¨®n holand¨¦s. Algunos miembros de ¨¦ste se conduc¨ªan de modo correcto y procuraban ayudarnos. Pero otros actuaron de forma inhumana, indigna, de un pueblo civilizado. Por ejemplo, cuando deb¨ªan atravesar en sus rondas de vigilancia una zona peligrosa arrojaban pu?ados de golosinas a los ni?os musulmanes para verificar a costa de ellos si hab¨ªa minas. Los utilizaban como cobayas humanas. En enero de este a?o, un teniente holand¨¦s denunci¨® estos hechos y los responsables fueron castigados y enviados a su pa¨ªs".
"Cuando los chetniks [radicales serbios] iniciaron el asalto e irrumpieron en la zona protegida por la ONU, el comandante holand¨¦s -que luego vi fotografiado, brindando con champa?a, tras la ocupaci¨®n del enclave, con el general serbio Mladic- nos minti¨®. Asegur¨® al alcalde que los aviones de la OTAN bombardear¨ªan las l¨ªneas serbias e impedir¨ªan el asalto. En realidad, se reuni¨® con MIadic y pact¨® con ¨¦l el lugar en donde arrojar¨ªan las bombas: un campo desierto, con un viejo tanque inservible".
"Luego cay¨® sobre nosotros un diluvio de fuego. El alcalde pidi¨® a Unprofor que amparara en su cuartel a los heridos, pero el jefe rehus¨®. Los chetniks llegaron a la ciudad y ocuparon sin resistencia el campo militar holand¨¦s. Cuando vimos que nos hab¨ªan vendido tratamos de huir. Unos centenares de adultos y j¨®venes que se rindieron fueron fusilados. Alrededor de 15.000 hombres escapamos a campo traviesa intentado alcanzar las l¨ªneas bosnias. De ellos, s¨®lo 3.500 salimos con vida. Los restantes han desaparecido, y me temo que nadie los volver¨¢ a ver"."El 11 de julio, cuando cay¨® el ¨²ltimo basti¨®n de la resistencia en Srebrenica, partimos hacia Tuzla en fila india, a causa de los campos de minas. Form¨¢bamos una columna de casi 10 kil¨®metros de largo. Mi padre iba en ella, pero no pod¨ªa localizarlo. A lo largo del trayecto nos tend¨ªan emboscadas. Dejamos la pista sembrada de cad¨¢veres y deb¨ªamos cargar con los heridos. Por fin entramos en una zona monta?osa cubierta de bosque, y maleza. Cuando cre¨ªamos haber dejado atr¨¢s el peligro, nos encontramos con que los serbios nos esperaban abajo con ametralladoras y morteros. Dispararon sobre nosotros y nos lanzaron unos gases que me desestabilizaron y me hicieron perder el sentido de la orientaci¨®n. Un grupo de soldados quiso rendirse y agit¨® una bandera blanca. Cre¨ªan que as¨ª iban a salvar la vida y fueron ametrallados y degollados. Los heridos que tuvimos que abandonar corrieron la misma suerte"."Los supervivientes retrocedimos y volvimos al monte. Yo buscaba desesperadamente a mi padre entre los muertos y heridos que yac¨ªan en el bosque, pero no di con ¨¦l. En el trayecto de retorno a Srebrenica hab¨ªa pilas de cad¨¢veres en descomposici¨®n, devorados ya por los buitres. El hedor era insoportable".
"Sub¨ª con dos camaradas a una colina. Anochec¨ªa y nos tendimos en la hierba agotados. Cuando despert¨¦, me hallaba solo. No s¨¦ si, por efecto del gas o de lo que hab¨ªa vivido pens¨¦ que estaba muerto. No sab¨ªa qui¨¦n era ni c¨®mo me llamaba, levitaba en el M¨¢s All¨¢. S¨®lo sent¨ªa un gran dolor, y me dec¨ªa: he cumplido Con mi deber y he arriesgado todo para salvar a mi padre; deber¨ªa, por tanto, estar en el para¨ªso. ?C¨®mo es posible que en la otra vida sufra tambi¨¦n? Entonces aparecieron mis dos compa?eros con frutas silvestres y recuper¨¦ la memoria. Volv¨ª a ser Sadik Ahmetovic"."Nos pusimos en marcha. y coincidimos con un grupo de soldados que quer¨ªa regresar igualmente a Srebrenica, con la espe ranza de reunirse all¨ª con otros compa?eros. En todos lados hab¨ªa cad¨¢veres, fosas comunes, bandadas de buitres. Ten¨ªamos que cruzar de nuevo las l¨ªneas serbias, y lo logramos gracias a un camarada que conoc¨ªa bien las pistas de monta?a. Dorm¨ªamos ocultos de d¨ªa y camin¨¢bamos de noche"."Al aproximarnos a Srebrenica vimos que los chetniks hab¨ªan incendiado todos los pueblos del enclave y no quedaba un ser vivo. Entonces decidimos huir a Zepa, ignorando que en aquel preciso momento sufr¨ªa el asalto de las tropas de MIadic. Caminamos dos d¨ªas y dos noches para descubrir el mismo espect¨¢culo: cad¨¢veres, tierra quemada, bombardeos indescriptibles, visiones de horror. Acud¨ª al hospital a curar a los heridos. El comandante del batall¨®n ucranio, que sol¨ªa ir a beber vodka al cuartel de campa?a de Mladic, no hizo nada para proteger a la poblaci¨®n civil. Las mujeres que acudieron a suplicarle ayuda fue ron violadas por los chetniks en las mismas barbas de los soldados de Unprofor. Luego o¨ª decir que MIadic solt¨® a estas pobres j¨®venes: 'Vais a tener el honor de ser las esposas de mis valientes soldados"."Durante el asalto fui herido por bala dentro del hospital. Pas¨¦ tres d¨ªas sin saber si me iban a degollar mientras Duvnik, el comandante ucranio, y MIadic discut¨ªan las condiciones de evacuaci¨®n. Despu¨¦s del esc¨¢ndalo en torno a lo ocurrido en Srebrenica, los serbios y Unprofor quer¨ªan mostrar que en Zepa respetaban las normas de la Convenci¨®n de Ginebra. Tuve la suerte de salir en el primer autob¨²s de heridos con destino a Sarajevo, filmado por la televisi¨®n serbia. En los que nos segu¨ªan, muchos heridos fueron arrancados de ellos a la fuerza y no se sabe d¨®nde est¨¢n"."Mi padre figura entre los 11.500 desaparecidos, ejecutados y apilados en fosas comunes. Pero mi suerte es mejor que la de la inmensa mayor¨ªa de mis camaradas: he podido comunicar por tel¨¦fono con mi mujer e hijos. Tambi¨¦n ellos se salvaron de la matanza y viven en el campo de refugiados de Tuzla".
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