La flotilla de Greenpeace prepara su segundo asalto
El Manutea lleg¨® ayer al atol¨®n de Mururoa. Fuera de combate el Rainbow Warrior y el Greenpeace, el Manutea se ha visto convertido en el buque insignia de la maltrecha flotilla para la paz. Es un velero de 30 metros y dos palos fletado por Greenpeace EE UU y cuenta con el ¨²nico transmisor v¨ªa sat¨¦lite que queda a la flotilla despu¨¦s de que la Marina francesa destrozara a mazazos los equipos de comunicaci¨®n de los barcos apresados.
"Hay que estar en Mururoa lo antes posible. Lo siento, pero habr¨¢ que navegar contra corriente", declar¨® el patr¨®n del Manutea. Eso supuso para la fr¨¢gil embarcaci¨®n tener que afrontar olas de hasta 10 metros.
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Primer choque
Greenpeace cambia de buque insignia en Mururoa
El viernes por la noche, horas despu¨¦s del primer choque entre Greenpeace y la Marina francesa, el Manutea celebr¨® una breve fiesta. Era el cumplea?os de Charly, primer ayudante, y Bonnie -cocinera y compa?era del homenajeado- horne¨® tres pasteles distintos. "No se exige etiqueta, salvo asistencia del almirante franc¨¦s. En ese caso, se ruega trajes oscuro y m¨¢scara antigas", brome¨® Charly, un veterano marino ingl¨¦s.El Manutea parti¨® de San Francisco (EE UU) el 8 de agosto y lleg¨® a Nuku-Hiva (islas Marquesas) 20 d¨ªas despu¨¦s. El primer tramo fue penoso por falta de viento. Despu¨¦s de Nuku-Hiva, donde subieron a bordo cuatro periodistas, el problema fue el contrario: demasiado viento, siempre en contra, y un mar embravecido.
"Este ser¨¢ un viaje memorable", hab¨ªa dicho Paul Brown, el prestigioso especialista en ecolog¨ªa del diario brit¨¢nico The Guardian. Brown sab¨ªa lo que se dec¨ªa, porque ya hab¨ªa hecho otros viajes similares. Apenas unas horas despu¨¦s de soltar amarras, Brown y los dem¨¢s permanec¨ªan cabizbajos y mudos en popa, masticando el mareo.
"Hay que estar en Mururoa lo antes posible. Lo siento, pero habr¨¢ que navegar contracorriente", anunci¨® Brat, el patr¨®n del velero. Eso significaba, seg¨²n descubrieron poco a poco los atribulados periodistas, romper todas y cada una de las olas, cabecear y caer desde 10 metros de altura cada 15 segundos aproximadamente, dejar la cubierta a merced de los azotes del oleaje y vivir en una permanente inclinaci¨®n de 20 grados: babor rozaba el nivel del mar, mientras estribor era un balc¨®n colgado en lo alto. Los ojos de buey no eran herm¨¦ticos y varias literas se inundaban cada noche.
La disciplina impuesta por Brat iba m¨¢s all¨¢ del tipo de navegaci¨®n. Tambi¨¦n reg¨ªa los aspectos m¨¢s ¨ªntimos de las personas a bordo. "Nuestra reserva de agua es limitada proclam¨®. "No sabemos cu¨¢nto tiempo tendremos que permanecer alrededor de Mururoa, y de all¨ª no podremos aprovisionarnos. El agua, por tanto, es exclusivamente para cocinar y para beber". Con esa frase fat¨ªdica, el patr¨®n elimin¨® toda posibilidad de lavarse, afeitarse o incluso cepillarse los dientes con dent¨ªfrico. "Los dientes pueden frotarse con sal", aconsej¨®.
A su llegada a Mururoa, cinco d¨ªas despu¨¦s de partir de Nuku-Hiva, la tripulaci¨®n y el pasaje eran una ¨¢spera sombra de s¨ª mismos. "Esto tiene m¨¢s que ver con el triatl¨®n que con el periodismo", se quej¨® Gerd Schuster, corresponsal cient¨ªfico de la revista Stern, cuyos dos metros de estatura apenas cab¨ªan en los estrechos intestinos del Manutea. "Acaso, si nos detienen los franceses, nos lleven a una c¨¢rcel con ducha", signific¨® Sara Gandolfi, enviada del diario Corriere della Sera. Este enviado especial suscrib¨ªa por completo las opiniones, deseos y exabruptos de sus cariacontecidos colegas.
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