El trabajo de duelo
En momentos de sequ¨ªa informativa los medios de comunicaci¨®n suelen recurrir al lugar com¨²n de preguntar a un pu?ado de ricos y famosos d¨®nde estaban y qu¨¦ sintieron al enterarse de que. John F. Kennedy, Martin Luther King o John Lennon hab¨ªan sido asesinados. Tras la obscena catarata de injurias y denuestos vertida sobre Aranguren, a causa de un comentario incidental en tomo a la tibia reacci¨®n de la opini¨®n p¨²blica espa?ola frente al activismo criminal. de los GAL entre 1983 y 1987, Javier Mujuerza ha denunciado en un reciente art¨ªculo (EL PA?S, 20-8-1995) el farise¨ªsmo de las condenas del terrorismo de Estado dictadas por quienes `en ocasiones desde la acera pol¨ªtica contraria miraban hacia otro lado mientras el susodicho terrorismo llevaba a cabo su trabajo sucio y ahora hip¨®critamente se rasgan las vestiduras". La realizaci¨®n de una encuesta sobre las percepciones pol¨ªticas y los juicios morales de la sociedad espa?ola al conocer el asesinato de Jos¨¦ Miguel Be?ar¨¢n (Argala) en diciembre de 1978 o de Ram¨®n O?aderra y Mikel Goikoetxea en diciembre d¨¦ 1983 hubiese confirmado seguramente esa hip¨®tesis.?C¨®mo explicar la cautelosa conducta de neutralidad adoptada hace diez o quince a?os frente, a esos atentados por las mismas gentes que acusan ahora a Felipe Gonzalez de ser el se?or X de los GAL? ?Creyeron entonces que los mercenarios del hampa internacional encargados de la muerte en Bayona o Anglet actuaban por cuenta de la patronal vasca o se mov¨ªan por amos a la unidad de Espa?a? Si albergaban sospechas sobre la participaci¨®n de los aparatos estatales en la guerra sucia contra ETA, ?hicieron algo para esclarecer tales implicaciones? ?Cu¨¢ntos de esos fiscales aficionados protestaron durante aquellos a?os por el clima de simpat¨ªa hacia los GAL dominante en algunos medios? ?Y cu¨¢ntos aplaudieron en privado los asesinatos de miembros de ETA aunque los condenaran en p¨²blico para cumplir con las cl¨¢usulas de estilo? El tr¨¢nsito desde el respaldo c¨®mplice de ayer hasta la denuncia estrepitosa de hoy ?se debe s¨®lo a que los chapuceros matarifes de los GAL no. fueron tan eficaces como los barbouzes de De Gaulle? ?O se t¨ªata ¨²nicamente de acudir en socorro del vencedor una vez conocido el resultado de la batalla?Ser¨ªa injusto descalificar este tipo de reflexiones e interrogantes con el malicioso argumento de que s¨®lo pretenden justificar o aminorar las responsabilidades individuales, tanto penales como pol¨ªticas, del caso GAL. Aranguren escribi¨® el pr¨®logo (y Rafael S¨¢nchez Ferlosio el ep¨ªlogo) de Amedo: el Estado contra ETA, el esclarecedor libro de Ricardo Arqu¨¦s y Melchor Miralles publicado en 1989; Javier Muguerza denuncia a quienes "sin pararse en barras ni matices se han apresurado a instrumentalizar la figura de Aranguren, desde posiciones oficialistas". La tolerancia o la complicidad de una parte de la sociedad espa?ola con el terrorismo de Estado no canc¨¦lala respons¨¢bilidad penal de quienes perpetraron, organizaron y financiaron sus atentados, ni tampoco la responsabilidad pol¨ªtica de quienes simularon desconocer las conexiones del aparato policial con 28 asesinatos. Porque la apelaci¨®n a la memor¨ªa no pretende absolver a los actores de ese sangriento drama sino colocar ante el espejo al p¨²blico que ovacionaba sus haza?as desde el patio de butacas.
Las tentativas de diluir el caso GAL dentro de un magma de culpabilizaci¨®n colectiva donde todos los gatos fuesen pardos son de todo punto rechazables. Pero la sociedad espa?ola tiene a¨²n pendiente un traba o de duelo por su indiferencia y por su permisividad con la guerra sucia durante la primera d¨¦cada de la transici¨®n. Es cierto que a lo largo (le los ¨²ltimos a?os se han producido elogiables cambios de opini¨®n al respecto; para probar la sinceridad de esos virajes, sin embargo seria conveniente que sus protagonistas reconociesen y analizasen las Causas de su antigua mirada complaciente hacia el terrorismo de Estado.
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