?Qu¨¦ negociaci¨®n?
EN EL Pa¨ªs Vasco, tras el verano m¨¢s violento del nacionalismo radical de los ¨²ltimos a?os, el debate sobre la negociaci¨®n con ETA y HB como v¨ªa de pacificaci¨®n vuelve a ocupar el primer plano de atenci¨®n. El aniversario del alto el fuego del IRA, una nueva convocatoria a los partidos vascos por parte del movimiento Elkarri y las dudas aparecidas en el seno del Partido Socialista de Euskadi son algunos de los elementos que han contribuido a este renacimiento.La coincidencia entre agudizaci¨®n de la violencia y expectativas favorables a la negociaci¨®n no es tan extra?a como pudiera pensarse. Sobre todo, cuando esa violencia no se limita a los atentados contra militares, pol¨ªticos o polic¨ªas, sino que incluye agresiones a particulares que llevan el lazo azul, acuden a una concentraci¨®n o, simplemente, son parientes de un ertzaina. Un reciente estudio de la Universidad del Pa¨ªs Vasco demostraba que uno de los efectos de la ofensiva radical hab¨ªa sido un enorme aumento del rechazo a ETA y HB, pero que, ese rechazo era compatible con una disminuci¨®n del n¨²mero de personas que se oponen a la negociaci¨®n con ETA, bien porque ahora la admiten, bien porque se refugian en el no sabe / no contesta.
Ser¨ªa poco realista esperar otra cosa: el desestimiento de la poblaci¨®n es el objetivo de los intimidadores. Pero ser¨ªa lamentable que los responsables pol¨ªticos y otras personas influyentes en la opini¨®n p¨²blica se dejasen ganar por esa presi¨®n. Desde la prensa nacionalista se ha llegado a insinuar este verano que quien se opone a la negociaci¨®n es seguramente porque "apoya la v¨ªa de los GAL". Sin embargo, el camino de la negociaci¨®n pol¨ªtica y el de la guerra sucia pueden no ser tan contradictorios como parece: basta repasar la lista de los procesados como inspiradores de los GAL. La idea de ETA de que s¨®lo se puede negociar en posici¨®n de fuerza es sim¨¦trica a la de aquellos que sostienen que para poder negociar de manera realista con los terroristas hay que alcanzar primero un empate, de manera que el alto el fuego sea rec¨ªproco. ?sa es, por otra parte, la experiencia del Ulster, donde el IRA s¨®lo acept¨® pensar en un alto el fuego previo a la negociaci¨®n cuando hubo un equilibrio del terror entre sus cr¨ªmenes y los de los paramilitares unionistas.
En Euskadi casi todo el mundo quiere la paz, y por eso muchos -en torno al 40%, seg¨²n las encuestas- aceptar¨ªan indultos para los presos a cambio de la renuncia definitiva de ETA a las armas. Pero una negociaci¨®n pol¨ªtica como la que pretende ETA -cese temporal de la violencia a cambio de la aceptaci¨®n de su programa- tiene como primera objeci¨®n su car¨¢cter antidemocr¨¢tico: habr¨ªa que imponer a la mayor¨ªa las pretensiones de la minor¨ªa (respecto al contenido de la Constituci¨®n y el Estatuto, encaje de Navarra, etc¨¦tera). Una segunda dificultad es que no es seguro que fuera un camino de paz, excepto si se garantizara a ETA su victoria final; y que, desde luego, no favorecer¨ªa la reconciliaci¨®n. '
La guerra sucia y esa negociaci¨®n tienen en com¨²n que no s¨®lo fuerzan los l¨ªmites de la legalidad, sino los de la democracia. Y que ambas v¨ªas estimulan la reproducci¨®n generacional de la violencia como m¨¦todo para alcanzar objetivos pol¨ªticos. Una alternativa pr¨¢cticamente in¨¦dita ser¨ªa la de la aplicaci¨®n de la ley: ni guerra sucia, ni impunidad para quienes creen sinceramente -porque es lo que leen y escuchan- que tienen derecho a matar, incendiar coches y agredir a la gente, porque su patria est¨¢ oprimida y "Espa?a (les) da m¨¢s miedo que ETA".
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