Tierras de Luna
El escudo de Velilla de San Antonio muestra una torre almenada que desapareci¨® en las guerras del tiempo. Velilla viene de vela, vela vigilante en las imprecisas fronteras de la Espa?a de la reconquista, o m¨¢s bien de la conquista, como matiza Manuel Talab¨¢n, concejal de Cultura y Educaci¨®n de este pueblo, que ronda la cifra de 5.000 habitantes y cuyo t¨¦rmino empieza donde termina el de Mejorada del Campo, localidad vecina y, por tanto, rival, una rivalidad caracter¨ªstica y eterna que no excede en la actualidad los l¨ªmites de la socarroner¨ªa verbal y los desaf¨ªos ir¨®nicos y festivos, sin que llegue la sangre al r¨ªo, que es el sufrido Jarama, que atraviesa esta comarca he rida por el impacto ambiental de las explotaciones de grava que lunarizan el paisaje. En la plaza Mayor de Velilla no hay mucho que ver, desde el punto de vista monumental; la Casa Consistorial es un modesto edificio de ladrillo y a su alrededor subsisten malamente algunas casas rurales, emparedadas entre edificios modernos. Pero la plaza Mayor de Velilla, al menos as¨ª parece en esta ma?ana de finales de verano, es un lugar apacible y familiar, casi un patio de vecindad en el que todo el mundo se conoce. Formando ¨¢ngulo con el edificio del Ayuntamiento se sit¨²a el cl¨¢sico bar de la esquina, que saca sus mesas y sus sillas de pl¨¢stico a la calle. En el interior, una animada y concurrida tertulia reparte sus temas de conversaci¨®n entre el f¨²tbol y los toros. Velilla no es una excepci¨®n a la afici¨®n taurina tan enraizada en casi todos los pueblos de la Comunidad madrile?os. Los toros son el eje de las fiestas del Cristo de la Paciencia, que marcan los inicios del oto?o. El tradicional ciclo festivo que sigue el calendario de las siembras y de las cosechas no se ha interrumpido pese a que Velilla, como tantas otras localidades cercanas a la capital, haya dejado hace tiempo de ser una villa agr¨ªcola para vivir de la construcci¨®n, de la industria y de los variados oficios que la gran urbe ofrece a los emigrantes y a -los nativos con suerte. En el bar de Velilla hablan de El Juli, un chaval de 13 a?os, hijo de la localidad y firme promesa de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, como ha demostrado ya en festivales y becerradas. El concejal Talab¨¢n ofrece su gu¨ªa a los cronistas forasteros invit¨¢ndoles a degustar las tapas surtidas y generosas del bar. A la espont¨¢nea reuni¨®n se apuntar¨¢n, minutos despu¨¦s, el alcalde socialista, Manuel S¨¢nchez, joven pol¨ªtico veterano de tres legislaturas, y el m¨¦dico, el doctor Alcorta. Alcorta es m¨¦dico de la Plaza de Toros, de Madrid y vive en un caser¨®n de Velilla que, seg¨²n la tradici¨®n, alberg¨® en tiempos al Conde Duque de Olivares. El doctor Alcorta da fe de la verosimilitud de una leyenda local. En los s¨®tanos de su casa se inicia una amplia galer¨ªa abovedada por la que podr¨ªa caber un carruaje. El misterioso t¨²nel, m¨¢s que probablemente derruido, enlazar¨ªa Velilla de San Antonio con Loeches, donde se retirara el conde-duque al perder su valimiento. Velilla de SariAntonio tiene or¨ªgenes moz¨¢rabes y debi¨® ser guarnici¨®n de cierta importancia en los agitados dominios de AlfonsoVI. Manuel Talab¨¢n desbroza el pasado de la villa, cuyo primer documento escrito que se conserva est¨¢ fechado en el siglo XVI. Por aqu¨ª pas¨® la guerra de los comuneros, a los que el pueblo se opuso, y aqu¨ª dejaron los soldados de Napole¨®n una deuda cuando vinieron a aprovisionarse de buen vino. Ya no hay vendimias ni guerras en Velilla, y aunque el alcalde S¨¢nchez ha recuperado la fiesta popular de la matanza, el d¨ªa de San Ant¨®n el cerdo hay que traerlo de fuera y viene ya sacrificado. El d¨ªa de la matanza, sus productos se reparten gratuitamente entre la poblaci¨®n. Hace ya mucho tiempo que no corre en libertad el puerco por las calles del pueblo, el cerdo comunal que alimentaban entre todos los vecinos hasta el d¨ªa se?alado, antes de que fuera rifado y degollado. Manuel Talab¨¢n, como mentor de la cultura local, se lamenta de la desaparici¨®n de la arquitectura popular tradicional y de alg¨²n edificio religioso como el que fuera - convento de Peralta. En este convento, hoy desaparecido, y en los paisajes de un cercano desfiladero, el concejal cree plausible situar los momentos cumbres de Don ?lvaro o la fuerza del sino, obra clave del romanticismo espa?ol. Pero aunque se hayan perdido las viejas senas culturales de identidad, las nuevas fluyen poderosas, desde la vanguardia de T¨®xicos Espectaculares, grupo teatral y experimental que dirige un nativo del pueblo, Rodolfo Serrano, de 22 a?os, a la asociaci¨®n de mujeres Alto Lizo, que resucita las labores de los antiguos telares. Otra asociaci¨®n cultural, Renglones Torcidos, llama estos d¨ªas a la colaboraci¨®n de los vecinos para montar una feria del libro de segunda mano con aportaciones de todos. Talab¨¢n subraya tambi¨¦n el ¨¦xito "internacional" del concurso de cuentos anual, uno de cuyos premios se fue hasta Cuba en la ¨²ltima edici¨®n. Otro fermento de la vida asociativa de Velilla de San Antonio son las pe?as como Los Penel¨®pez, Los Picias o Las Chicas de Oro, que dan enjundia y buen humor a unas fiestas especialmente consagradas al toro y sus ceremonias. Fastuosas fiestas a las que el equipo municipal dedica todos sus desvelos.
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