Hay que macizarse
Lo que le ocurri¨® a Juan Jos¨¦ Padilla cuando toreaba al noble sobrero de Carmen Borrero que sali¨® en sexto lugar fue que no se macizaba. Eso s¨®lo le ocurri¨®. Pues si llega a macizarse, va y le corta la oreja. Despleg¨® una faena largu¨ªsima, abundosa en derechazos y naturales, macizado ninguno; intercal¨® un circular agarrado a los costillares del animal; instrument¨® los consabidos ayudados por bajo a dos manos al final de la faena, a pesar de la evidencia de que ya no hac¨ªan falta m¨¢s pases, menos a¨²n de castigo; y ca¨ªa la noche, y todos deb¨ªamos estar en la calle ocupados en otros menesteres. Escuch¨® por esta afanosa tarea unas palmas de cortes¨ªa, en vez de la ovaci¨®n de gala, a?adida al j¨²bilo por la concesi¨®n de la oreja, que el toro bravo se dejaba cortar y la habr¨ªa cortado. Juan Jos¨¦ Padilla si llega a saber que el toreo ha de hacerse macizao.Lo sol¨ªa decir el maestro Pepe Luis V¨¢zquez: para torear, hay que macizarse. Tampoco es que diera m¨¢s explicaciones, ya que se trata de hombre de pocas palabras, pero los taurinos de su ¨¦poca y la afici¨®n conspicua lo entend¨ªan perfectamente. Entre otras razones porque el toreo se estuvo ejecutando, macizao toda la vida de Dios, hasta el advenimiento de los pegapases; esas figuras que torean sin ligarlos ni pretenderlo, corriendo que se las pelan (las zapatillas), y as¨ª cuarto de hora, venga y dale, hasta aburrir de muerte al personal.
Albaserrada / Frascuelo, Vera, Padilla
Toros del Marqu¨¦s de Albaserrada, con trap¨ªo; fuertes, poca casta, 3? y 5? manejables; 6? devuelto por inv¨¢lido. Sobrero de Carmen Borrero, bien presentado, bravo. Frascuelo: media atravesada y estocada (aplausos); estocada delantera y descabello (palmas y saludos). Juan Carlos Vera: metisaca bajo y estocada (silencio); tres pinchazos y estocada ca¨ªda (silencio). Juan Jos¨¦ Padilla, que confirm¨® la alternativa: estocada (palmas y tambi¨¦n pitos cuando saluda); pinchazo, estocada ladeada -aviso- y dobla el toro (aplausos y saludos).Plaza de Las Ventas, 10 de septiembre. Dos tercios de entrada.
Y si suenan avisos no importa, pues finalmente les dar¨¢n una orejita que piden cuatro y ah¨ª estar¨¢ su corte ¨¢ulica para proclamar que semejante paliza constituy¨® una colosal manifestaci¨®n de profesionalidad, de poder¨ªo, de mu?eca prodigiosa, de maestr¨ªa en el oficio y ?ole mi ni?o!
Sucede esta historia todas las tardes en cualquier plaza. No en Madrid, donde sale el toro y la afici¨®n hila fino. De manera que mientras Juan Jos¨¦ Padilla pegaba pases ev¨ªdentemente voluntariosos mas sin arte ni reuni¨®n, o cuando los pegaba Juan Carlos Vera fuera de cacho y con temple desigual a los de su lote Albaserrada -que tambi¨¦n dio juego-, palmas de tango, tecnicismos desaprobatorios, bostezos, ahogaban los muy escasos ol¨¦s.
Hubo un bostezo sintom¨¢tico durante la faena de muleta de Juan Carlos Vera al quinto toro. Un "?Aaah!" largo, rotundo, estent¨®reo surgi¨® del tendido de sol y equivali¨® a una cr¨®nica, que habr¨ªa firmado el mism¨ªsimo Mariano de Cavia. El p¨²blico apreci¨® que coincid¨ªa cabalmente en los conceptos y salud¨® al somnoliento cronista con una ovaci¨®n.
Toros de peor fuste ech¨® al ruedo vente?o el Marqu¨¦s de Albaserrada. Inciertos los dos primeros, sus respectivos lidiadores les dieron meritoria respuesta: Juan Jos¨¦ Padilla, que banderille¨® sin especial relieve, aguant¨® valent¨®n y tranquilo las medias arrancadas del astifino ejemplar de la alternativa. Frascuelo sufri¨® un tremendo arre¨®n en la brega del segundo. El testarazo del toro le arroj¨® contra el peto del caballo y lo bueno es que el veterano diestro no se afligi¨®; antes al contrario, se dobl¨® con eficacia, embarc¨® en dos tandas de derechazos la incierta embestida, machete¨® con orden y concierto. Al cuarto, relativamente manejable, le sac¨® otro par de tandas por redondos, derram¨® torer¨ªa en el trincherilla seguida del pase de la firma y ese s¨ª fue toreo macizao.
No es que Frascuelo reiventara ah¨ª la tauromaquia pero cuando un diestro se siente torero en lo profundo, y va, y se maciza, la fiesta adquiere otro color, la plaza se nimba de gloria, el ruedo es Lourdes y la afici¨®n entra en estado de gracia, convencida de que ha descendido a Las Ventas la Virgen para resucitar el verdadero arte de C¨²chares.
Babelia
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