Chirac
Si Chirac fuera un particular, como el doctor Hamer, estar¨ªa en busca y captura. F¨ªjense en la rabia popular que despiertan los pir¨®manos: hay quien los condenar¨ªa a cadena perpetua. Y eso que los pir¨®manos, por lo general, son gente inculta: aparecen en los telediarios sin afeitar, con la camisa abierta, y cua?ado dicen dos palabras se nota enseguida que tienen dificultades expresivas. No es que uno quiera justificarlos, pero a lo mejor si hubieran tenido la oportunidad de estudiar franc¨¦s en lugar de pir¨®manos se habr¨ªan hecho existencialistas.Pues Chirac es un pir¨®mano at¨®mico, es decir, un loco que en vez de incendiar los bosques de uno en uno, como un chiflado normal, podr¨ªa cargarse el planeta en el tiempo que tarda en arder la cabeza de un f¨®sforo. El problema es que como tiene esas maneras tan exquisitas y esa pr¨®stata de seda caracter¨ªstica de los mandatarios franceses, uno casi se cree lo que dice cuando sale en la tele. Y ahora ha dicho que los habitantes de la Polinesia francesa son v¨ªctimas de independientes minoritarios y de gamberros, aunque los independientes y los gamberros no han puesto ninguna bomba en los atolones de coral: la ha puesto ¨¦l, as¨ª que algo no encaja.
Hay psic¨®patas, como los 16 piromanos de pueblo, a los que se ve venir. Pero Chirac es culto, se expresa en franc¨¦s, ha llegado a ser presidente de Mitterrand... Todo eso despista mucho si no llevas cuidado, porque al final, si te fijas bien, su teor¨ªa es la de Hamer: que el dolor, aunque se trate de un dolor at¨®mico, es necesario para preservar la salud y la independencia del planeta Francia. Los pol¨ªticos dicen que han de tomarse un sapo con el caf¨¦, es verdad, y lo sentimos mucho por el sapo, pero los ciudadanos normales tenemos que comulgar con ruedas de molino, y la de Chirac es la hostia.
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