El 'correcto' inquisidor
Se ve¨ªa venir y ha venido: ni la Biblia se libra de "lo pol¨ªticamente correcto". Ya se ha puesto a la venta en Estados Unidos su versi¨®n "pol¨ªticamente correcta", que manda a la nada expresiones tan hermosas y misteriosas como "el Hijo del Hombre", que pasa a ser "el Humano"; le da boleta, por jer¨¢rquica, a la noble f¨®rmula "(El) Se?or", con la que se han escrito bellas oraciones y tambi¨¦n imprecaciones formidables; - hace del "Padre ' nuestro" el "Padre-Madre nuestro" (o "nuestra" en ingl¨¦s), y as¨ª sucesivamente. Ilustres te¨®logos han alabado ya cite intento de actualizaci¨®n del libro sagrado por excelencia, que pone fin a milenios de lenguaje sexista, de discriminaci¨®n de los inv¨¢lidos (los ciegos son ahora "los faltos de visi¨®n"), etc¨¦tera.Los agn¨®sticos debieran callarse sobre la cuesti¨®n, pensar¨¢n algunos. Pero la Biblia es tambi¨¦n literatura y los lectores tienen derecho a exigir un texto pulcro; o relativamente pulcro, no ama?ado. En el fondo, esta versi¨®n "pol¨ªticamente correcta" es una especie de vulgata puesta al d¨ªa ya sabemos lo que les pasaba a quienes se apartaban de ella. La Biblia es literatura,' seguramente inspirada por Dios, pero escrita muchas veces por poetas geniales. Da terror pensar qu¨¦ puede haberse hecho en nombre de "lo pol¨ªticamente correcto con El cantar de los cantares, el Libro de Job, los Salmos o los Evangelios. La supresi¨®n, por ejemplo, de "(El) Se?or" del libro de Salmos es una especie de pedrisco que arrasa cientos de hermosos vers¨ªculos que est¨¢n sostenidos por la invocaci¨®n o la presencia del Se?or de Israel, poderoso, airado y clemente. Pero esto de la hermosura es algo que les trae sin cuidado a los pol¨ªticamente correctos, que se cargan la gram¨¢tica, el sentido com¨²n y hasta la Biblia.
A lo mejor resulta que los correctos son los genuinos defensores de lo religioso, pero quienes consideramos que la Biblia contiene novelas formidables, narraciones sentimentales de primer orden, cr¨®nicas pol¨ªticas de excepci¨®n, ep¨ªstolas definitivas, poemas extraordinarios, textos surrealistas casi puros (El Apocalipsis), todo eso y mucho m¨¢s; que es, en suma, gran literatura a tope, tenemos derecho a opinar sobre estos inquisidores que se est¨¢n convirtiendo en la gran coartada del nuevo orden. Pues en ¨¦stas estamos: adi¨®s a las clases, vivan las minor¨ªas, viva el feminismo oprimido, las trabajadoras de Wisconsin que toman el tren a las siete y cinco de la ma?ana, los becarios del S¨¦ptimo: D¨ªa, los heterosexuales de pelo rubio y ojos negros y dem¨¢s cohorte de dolientes minoritarios.
La verdad es que la est¨¦tica se ha ido retirando del ¨¢mbito de lo religioso, a un ritmo bastante razonable, como dir¨ªa un volteriano l¨²cido. La Iglesia cat¨®lica, obsesionada con no perder comba con el protestantismo, se ha esforzado mucho en este sentido., La supresi¨®n del lat¨ªn fue grandiosa, la del canto gregoriano imponente, y as¨ª, la magia aquella por la que Pedro Gailo, el sacrist¨¢n de Valle Incl¨¢n, proclamaba en lat¨ªn evang¨¦lico que el que est¨¦ libre de pecado tire la primera piedra e imped¨ªan de esta manera que sus vecinos lapidaran a su desenvuelta mujer, desapareci¨® de las iglesias sustituida por unos cantitos de pesimo nivel literario, y l¨ªnea me l¨®dica deplorable que. convierten la m¨²sica religiosa en una mala .copia del Festival de Benidorm. "El lat¨ªn es sagrado, el trigo es sagrado", dec¨ªa el poeta norteamericano Ezra Pound, pero no fue esa la opini¨®n de la Iglesia posconciliar dispuesta a poner el lat¨ªn de la misa de difuntos, con la que Mozart, entre otros, hizo su R¨¦quiem, al mismo nivel de la lengua de los maor¨ªes, pongo por caso, ya que los ma¨®r¨ªes est¨¢n lejos.
Y, sin embargo, salen unos monjes y graban un disco de gregoriano y venden millares de copias, lo que significa que muy religiosos no somos -eso dicen las encuestas-, pero que tampoco somos sectarios y el arte se valora, pues se vista de lo que se vista es arte por. encima de todo. Lo mismo ocurre con la literatura, en la que algunos a¨²n creemos sin importamos si es roja, azul, mora o cristiana. Y aunque la Biblia sirva tambi¨¦n para no creer en Dios, como comentaba Bertrand Russell a prop¨®sito de algunas atrocidades de Jehov¨¢ en el Viejo Testamento, en lo que estamos todos de acuerdo es que "en el Principio era el Verbo". El Verbo y no la verba, como a lo mejor dicen los pol¨ªticamente correctos.
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