Un ruego
Si el mism¨ªsimo presidente del Gobierno, don Felipe Gonz¨¢lez M¨¢rquez, recibe en La Moncloa al abogado de Al Capone, esto es Chicago a?os treinta, Dios no existe y todo est¨¢ permitido, lo que sin duda ha despertado la piedad del ¨ªndice de precios al consumo. As¨ª las cosas, el PSOE deber¨ªa envolver a Gonz¨¢lez en un sudario y declararlo disponible forzoso, como a Rodr¨ªguez Galindo, que le han puesto una mortaja de general para mandarle al paro. Por cierto, que nadie ha explicado por qu¨¦ se prescinde de una persona tan valiosa en momentos de necesidad.As¨ª que nos gustar¨ªa conocer toda esta historia a fondo, no porque nos importe, la verdad (a nosotros s¨®lo nos importa el d¨¦ficit) sino porque somos curiosos: habr¨ªamos pagado por ver el momento en el que Belloch le coloc¨® el faj¨ªn al de Intraurrondo para cerciorarnos de que no se trat¨® en realidad de un cors¨¦ en el que quedaron provisionalmente embutidas las carnes menos visitables de la Benem¨¦rita: como se hizo todo a puerta cerrada, tenemos derecho a sospechar que Vera y Barrionuevo aprovecharon la ausencia de informadores para guardar dentro de esa faja toda Ia celulitis que afea el cuerpo de una democracia tan joven.
A lo mejor no deber¨ªamos meter las narices en cosas que no nos conciernen, por si los g¨¢nsteres, al menos mientras la inversi¨®n y el desempleo contin¨²en mejorando, pero es que nos fascina comprobar que g¨¦neros tan alejados entre s¨ª como el de pistoleros y el de esp¨ªas puedan convivir sin que se les salten las costuras, sobre todo si tenernos en cuenta que el material narrativo que los cohesiona es un tricornio. Es verdad que mientras el IPC se siga comportando sobran explicaciones, de manera que hay que-entender esto como un ruego. Aunque si la faja revienta acabamos todos contra la pared.
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