Los Quince acuerdan, sin un compromiso fijo, los pasos que deben dar hasta final de siglo
Los Quince consensuaron ayer la paz del almanaque, hasta fin de siglo, sobre el futuro de la construcci¨®n europea. Establecieron el calendario de las tareas a realizar en la Uni¨®n Europea (UE), para evitar que su acumulaci¨®n colapse todo el invento. Acordaron, por ejemplo, que la reforma del Tratado de Maastricht debe estar lista, como m¨¢s tarde, en el a?o 1997. Y llegaron, a un cierto consenso, a¨²n muy gen¨¦rico y sin detallar mecanismos, que es donde hay menos acuerdo, sobre las prioridades. Entre ellas, la ampliaci¨®n de la UE a la Europa del Este y el empleo.
La Conferencia Intergubernamental (CIG) que debe reformar el Tratado de la Uni¨®n empezar¨¢ la pr¨®xima primavera, bajo presidencia italiana. Se prolongar¨¢ durante buena parte del a?o 1996. Quiz¨¢ se prolongar¨¢ hasta 15197, a?o en que, en cualquier caso, debe ser ratificado el nuevo Tratado. M¨¢s o menos con estas palabras, el presidente de turno, Felipe Gonz¨¢lez, resumi¨® a sus colegas, antes de la cena de la primera jornada, la hoja inicial del calendario europeo hasta el a?o 2000, sobre la base de una "muy s¨®lida" -seg¨²n explic¨® uno de los asistentes- propuesta previa del presidente de la Comisi¨®n Europea, el luxemburgu¨¦s Jacques Santer.La fijaci¨®n de este calendario, -le llamaron "constataci¨®n" de una agenda, horrible expresi¨®n ¨²til en cambio para destacar que no se trataba de acuerdos firmes, pues esta cumbre de jefes de Estado y de Gobierno es s¨®lo informal-, es importante, m¨¢s que para los ciudadanos para los Gobiernos y las Administraciones, que deben organizar su trabajo y evitar del solapamiento de citas que se contrarresten entre s¨ª arrojando una fatal suma cero.
El peligro del calendario
"Si no controlamos el calendario, ¨¦ste nos arrastrar¨¢ inexorablemente", alert¨® Gonz¨¢lez a sus colegas europeos, refiri¨¦ndose a que en ausencia de acuerdos las tareas y sus fechas ser¨¢n pasto de las batallas intestinas tanto internas (Gobiernos y oposiciones) como entre Estados miembros (para aprovechar la debilidad del vecino: por ejemplo, las decisivas elecciones brit¨¢nicas, que pueden marcar un acercamiento o alejamiento definitivo de Londres).
Tambi¨¦n durante 1996 -incluso este mismo ¨²ltimo trimestre de 1995- se empezar¨¢ a estudiar elimpacto de la futura ampliaci¨®n a los pa¨ªses del Este en las pol¨ªticas comunes de la UE, de las que los nuevos miembros recibir¨¢n enormes inyecciones econ¨®micas. Es decir, en los fondos estructurales (regional y social) y en la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n (PAC).
John Major ya pespunte¨® una batalla dram¨¢tica sobre esta cuesti¨®n -su Gobierno es contrario a las pol¨ªticas de solidaridad y nada saca de la PAC- al cuantificar en 21.000 millones de ecus, (unos 3,3 billones de pesetas) el coste de los fondos estructurales ampliados si ¨¦stos no se reforman; y en 15.000 millones de ecus, (2,4 billones de pesetas), si se vuelven a reformar.
Ya en 1997, seis meses despu¨¦s de acabada la CIG, se iniciar¨¢ la ampliaci¨®n al Sur (Malta y Chipre) y podr¨¢ empezarse la del Este. Aqu¨ª, en la cumbre informal de Formentor, surgi¨® una idea nueva: no debatir tanto la fecha de las nuevas adhesiones como su ritmo. Es decir, la ampliaci¨®n s¨ª debe ser r¨¢pida, pero con largos per¨ªodos transitorios.
Luego, en 1998, se afrontar¨¢ el momento clave de la uni¨®n monetaria -cuyos duros prerequisitos de convergencia tirios y troyanos prometieron no pretender modificar, ni al alza ni a la baja-, al decidirse el n¨²mero e identidad de los pa¨ªses cumplidores y por lo tanto, de los llamados al ecu.
El futuro de la UEO
Ese mismo a?o habr¨¢ entrado en vigor el Tratado de la Uni¨®n reformado y expirar¨¢ el de la organizaci¨®n europea de Defensa, la UEO, que habr¨¢ que sustituir por uno nuevo, quiz¨¢ fusionando UE y UEO, algo a lo que se oponen tajantemente brit¨¢nicos y portugueses.
Y tambi¨¦n las nuevas "perspectivas financieras" o programaci¨®n presupuestaria quinquenal: habr¨¢ que modificarlas, es decir, rediscutir el cheque brit¨¢nico conseguido en ardua batalla por la ex primer ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher, o la armonizaci¨®n de la base del impuesto de valor a?adido (IVA) o el lanzamiento de un nuevo recurso propio que allegue m¨¢s caudales, ideas todas ellas que saltaron ayer a la mesa. Y en 1999 todo esto -y de forma muy destacada, la uni¨®n monetaria- entrar¨¢ en vigor. Justo en la vigilia del fin de siglo.
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