Discutible decisi¨®n
No existe la felicidad completa. Con lo contentos que est¨¢bamos todos con un arranque de competici¨®n m¨¢s que prometedor, y va la ACB y lo estropea. Todav¨ªa emocionado al observar que cada d¨ªa que pasa son m¨¢s, los equipos que han decidido que la ¨²nica forma de arreglar este tinglado es haciendo su baloncesto m¨¢s atractivo (o lo que es lo mismo, jugar corriendo), la patronal decide alargar hasta el a?o 2000 los tres extranjeros por equipo. En plena etapa de recuperaci¨®n de valores perdidos como el contraataque (haya o no canasta) o las posesiones libres de encorsetamientos temporales (si hay un buen tiro en el segundo siete, para qu¨¦ esperar al segundo 26), la confirmaci¨®n de la f¨®rmula existente en cuanto a jugadores for¨¢neos se refiere resulta desconcertante y de dif¨ªcil justificaci¨®n.La medida fue puesta en vigor buscando dos objetivos fundamentales: frenar un mercado nacional exageradamente inflacionista, y que hab¨ªa provocado que cualquier jugador de medio pelo cobrase cifras desorbitadas e insostenibles para la econom¨ªa baloncent¨ªstica nacional, y de paso igualar la competici¨®n, ya que las estrellas espa?olas (pocas, pero desequilibrantes) estaban concentradas en los equipos de siempre. Lo primero se consigui¨® y lo segundo a medias, pues s¨ª es cierto que los grandes pierden m¨¢s partidos que antes, pero la n¨®mina de campeones sigue siendo la misma con dos que con tres extranjeros.
A?os despu¨¦s, la situaci¨®n ha cambiado. Los balances de los equipos est¨¢n m¨¢s ajustados y los sueldos van acordes con los recursos que se poseen. El baloncesto espa?ol, retirado Epi, s¨®lo cuenta con un jugador que establece diferencias, Alberto Herreros, habi¨¦ndose ampliado y repartido por un mayor n¨²mero de plantillas la relaci¨®n de buenos jugadores, y en la mayor parte de los casos, la aportaci¨®n del tercer extranjero no resulta especialmente significativa. Adem¨¢s est¨¢ el perjuicio causado a la selecci¨®n, en paro hasta 1997 y de cuya importancia en la salud general de este deporte est¨¢ fuera de toda duda.
En estas circunstancias, no parece una buena decisi¨®n alargar a lo largo de un quinquenio la norma que permite que m¨¢s del 50% de los minutos de que dispone un equipo en un partido sean ocupados por. extranjeros, salvo que la ACB haya querido mostrar su prepotencia pasando por encima de los deseos de la Asociaci¨®n de Jugadores. Que todo puede ser.
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