Seducidos por la causa americana
El Tribunal de la Competencia acaba de dar un disgusto al cine espa?ol. Imbuido de una acendrada defensa del mercado libre, el tribunal recomienda en un informe enviado al Gobierno la eliminaci¨®n de trabas y ayudas que puedan favorecer a la producci¨®n cinematogr¨¢fica nacional o europea frente a la extranjera, o sea, la, norteamericana. No es f¨¢cil saber si en sus argumentos esta instituci¨®n judicial trata de hacer justicia o qu¨¦. Para basar sus razones alega que si el Estado no presta ayuda al textil, al carb¨®n o al autom¨®vil, tampoco existe raz¨®n para proporcion¨¢rsela al cine.Parece que se hace el tonto el tribunal sobre el plan Renove o las minas que ha sostenido Hunosa de toda la vida, pero, adem¨¢s, el Tribunal de la Competencia pasa de tratar al cine como una industria a considerarlo como una cultura, siempre para sacar la conclusi¨®n peor. Si se trata de considerar al cine como industria, es malo protegerlo porque esto ser¨ªa regresar a los tiempos oscuros de la autarqu¨ªa, contrarios al progreso. Pero si se trata de una forma cultural tambi¨¦n es malo protegerlo porque eso ser¨ªa ir contra la tradici¨®n cultural.
La raz¨®n de que la instituci¨®n demuestre este estrabismo deriva de la ambigua naturaleza del art¨ªculo cinematogr¨¢fico y de la anfibia naturaleza, en general, de lo que a¨²n se contin¨²a llamando cultura. Los americanos lo tienen m¨¢s claro. Llaman a esa f¨¢brica de productos que se ven pero que no se comen, que llenan la imaginaci¨®n pero no engordan, entertainment. La cultura les importa menos. Bajo ese presupuesto, el Tribunal de la Competencia tiene raz¨®n. Razona americanamente.
Identidad
La cuesti¨®n, sin embargo, est¨¢ en si deseamos ser americanizados todos, al estilo del tribunal, o queremos defender alguna identidad creacional ante las fauces de unas corporaciones que copulan entre s¨ª o engullen otras de cualquier sitio sin digesti¨®n ni metabolismo alguno. Tanta finura para preservar las especies animales en trance de extinci¨®n y tan poca para proteger las creaciones art¨ªsticas aut¨®ctonas, Mil veces m¨¢s acechadas por el cazador mercantil americano y m¨¢s dif¨ªciles de recuperar, tal como va el negocio de MacDonald's. Se necesita ser muy ingenuo o muy cursi para defender como cosa moderna el imperio del mercado libre.
No hay m¨¢s mercado ganador aqu¨ª que el norteamericano, y tampoco, desde luego, es libre. Menos de media docena de estudios controlan pr¨¢cticamente el 100% de las pel¨ªculas americanas y el 80% de las pel¨ªculas que se ven en toda Europa. Pero encima, para no perder ni la calderilla, impiden en su demarcaci¨®n el doblaje de pel¨ªculas extranjeras. El mercado libre es un falso strip-tease del mercado a secas, una fantas¨ªa de cine para incautos.
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