Cosa Nostra
"Si todav¨ªa tuviese poder, no me encontrar¨ªa como me encuentro". ?sta es, seg¨²n cuenta Peru Egurbide desde Palermo, la principal reflexi¨®n de Giulio Andreotti en la suprema hora del comienzo de su juicio por presunta asociaci¨®n mafiosa. ?Una perogrullada? Si lo es, resulta inquietante que la enuncie un preeminente l¨ªder pol¨ªtico de un pa¨ªs democr¨¢tico. ?Pretende decir Andreotti que el ejercicio del poder permite en Italia escapar a la acci¨®n de la justicia? ?Extiende esa c¨ªnica observaci¨®n al conjunto de las sociedades democr¨¢ticas? Es de temer que, dada la trayectoria del personaje -la p¨²blica, ni tan siquiera es menester ponerse a imaginar contactos con la Mafia-, la respuesta a ambas preguntas sea afirmativa.Quiz¨¢ el principal m¨¦rito de Andreotti sea la franqueza con la que este individuo, herm¨¦tico en todo lo dem¨¢s, confiesa lo que es probable que piensen muchos de sus colegas en Italia y fuera de Italia. A lo largo de toda su carrera, el pol¨ªtico democristiano de misa y comuni¨®n diaria, excelentes relaciones con el Vaticano y amistad con varios papas y muchos cardenales, ha repetido, sabore¨¢ndola como se saborea un buen caf¨¦, la frase aquella: "El poder s¨®lo desgasta a quien no lo tiene". Semejante divisa ha sido considerada como muy ingeniosa por no pocos pol¨ªticos europeos de derechas o de izquierdas. A Andreotti, como al socialista Mitterrand, se le ha calificado, con voluntad de piropo, de florentino, el decir, maestro en finas y astutas maniobras t¨¢cticas al servicio de una ¨²nica estrategia: mantenerse en el poder.
Su florentinismo de azufre y agua bendita le ha dado a Andreotti excelentes resultados personales durante nueve lustros. Entr¨® por primera vez en un equipo gubernamental en 1947, como subsecretario de la Presidencia, y ya no volvi¨® a salir hasta 1991, en que fue nombrado senador vitalicio. Fue cinco veces subsecretario de Estado; 21, ministro, y 7, jefe del Gobierno. ?Era, adem¨¢s, el Belceb¨² infiltrado por la Cosa Nostra en los oscuros y barrocos pasillos del poder romano? ?Era ¨¦sa una de las facturas que ten¨ªa que pagar por su empe?o en no abandonar nunca los despachos oficiales de mullidas alfombras y maderas nobles? As¨ª lo afirman los numerosos mafiosos arrepentidos cuyo testimonio aporta la fiscal¨ªa al juicio de Palermo. Andreotti, dicen, se ve¨ªa en secreto con los padrinos de la Mafia. Negociaban, se amenazaban, se gritaban, se reconciliaban, intercambiaban favores: t¨² me garantizas un buen pu?ado de votos sicilianos y yo le hago llegar un mensaje a ese juez de Roma tan pesado. De ser cierta, qu¨¦ gran escena la del ritual tieso en la boca entre Andreotti y el capo dei capi Toto Riina, en septiembre de 1987.
Italia nunca dejar¨¢ de sorprender. La imagen que el martes transmiti¨® al mundo entero no tiene precedentes en la historia contempor¨¢nea de Europa: el ex jefe de un Gobierno democr¨¢tico sentado en el banquillo de los acusados para responder a la acusaci¨®n de haber sido socio de una de las m¨¢s poderosas estructuras -si no la m¨¢s- de crimen organizado del planeta. Si alguien hubiera escrito un gui¨®n semejante hace unos a?os no hubiera encontrado un productor que lo aceptara. Imposible, le hubieran dicho. Ponga a un gobernador o a un general de carabinieri.
Conc¨¦dasele a Andreotti, como es preceptivo en democracia, la presunci¨®n de inocencia, y ac¨¦ptese que, si alguna vez tuvo conversaciones con mafiosos, lo que est¨¢ por probar, fue para prestar servicios al Estado. Sit¨²ese su manera de hacer pol¨ªtica en su contexto: la guerra fr¨ªa como marco internacional y una Italia donde los comunistas eran tan potentes que pod¨ªan llegar a gobernar a trav¨¦s de las urnas. ?Qu¨¦ m¨¢s da? El fin justifica los medios. ?Qu¨¦ fin? Quedarme donde estoy.
Cuenta la escritora marroqu¨ª F¨¢tima Mernissi que, en el har¨¦n de Fez donde ambas viv¨ªan en los a?os cuarenta, su t¨ªa Habiba le dijo mientras bordaba p¨¢jaros verdes sobre un pa?uelo de seda: "Para quienes carecen de poder, lo importante es tener un sue?o. Es cierto que, si no posees el poder, un, simple sue?o no transforma el mundo ni hacedesaparecer los muros, pero te ayuda a conservar la dignidad". ?Dignidad? Cosa loro, dir¨ªa Andreotti, cosa de ellos, de los que no entienden nada.
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