Revelaci¨®n
Parece que por fin el poder socialista est¨¢ empezando a aprender la lecci¨®n de c¨®mo se revelan en p¨²blico los secretos a voces, devolvi¨¦ndola por pasiva tras haberla sufrido en sus propias carnes durante sucesivas revelaciones. En efecto, hasta ahora mismo, los secretos guardados bajo la alfombra que pasaban a conocimiento p¨²blico a partir de su oportuna denuncia period¨ªstica o judicial, como los casos Cesid o Gal, s¨®lo perjudicaban al Gobierno, que se ve¨ªa obligado a desempe?ar el desairado papel del mentiroso infractor al que le cogen en falta sus fechor¨ªas tras haberlas negado con contumacia. As¨ª sucedi¨® una y otra vez con todos los casos de flagrante responsabilidad gubernamental, donde la publicaci¨®n de filtraciones escandalosas dejaban en evidencia sus anteriores protestas de inocencia. Pero esta vez se han invertido las tornas, pues es ahora el poder socialista quien puede pasar al ataque devolviendo la pelota de la revelaci¨®n; as¨ª ha sucedido, en efecto, con la ya famosa conjura antigubernamental.Realmente, esta l¨ªnea de defensa ya la intent¨® el Gobierno antes, con sus denuncias de una conspiraci¨®n que intentaba, echar un pulso al Estado. Pero entonces no le cre¨ªamos nadie, pues sus protestas nos sonaban a maniobra distractiva, que s¨®lo intentaba exculparse. En cambio, ahora s¨ª hemos cre¨ªdo en la verosimilitud de la conjura. ?Qu¨¦ es lo que ha cambiado? Lo nuevo ha sido la forma de la revelaci¨®n. En mayo eran los propios inculpados gubernamentales quienes para disculparse acusaban de chantaje sin lograr que se les creyese. Y hoy, en cambio, la denuncia del chantaje ha surgido de la prensa de oposici¨®n, siendo adem¨¢s sostenida y confirmada no s¨®lo por el ex presidente Su¨¢rez sino incluso por el propio director del diario m¨¢s antigubernamental: ?c¨®mo no creer en su testimonio imparcial?
Pero a¨²n hay m¨¢s, pues la mejor prueba del chantaje es la comprobada existencia de una reuni¨®n oficial en La Moncloa celebrada el 23 de junio y en la que. el presidente del Gobierno, por mediaci¨®n de Su¨¢rez y a petici¨®n del interesado, recibi¨® al abogado Santaella en presencia del ministro de Justicia. Mucho se ha discutido sobre la legitimidad de tan controvertida reuni¨®n, y hasta es todav¨ªa posible que Santaella la utilice para solicitar la aplicaci¨®n del art¨ªculo 102.2 de la Constituci¨®n (el que reserva al Congreso la acusaci¨®n contra el Gobierno por traici¨®n), ya que fue precisamente ¨¦l quien lo sugiri¨® en su momento. Pero sin semejante reuni¨®n la hip¨®tesis del chantaje resultar¨ªa mucho menos convincente. ?Cabe pensar que se produjo con el ¨²nico objeto de poder revelar alg¨²n d¨ªa su celebraci¨®n?
La forma con que los secretos se revelan pudiera parecer una cuesti¨®n balad¨ª, en cualquier caso secundaria y muchos menos importante que la propia naturaleza oculta de lo que se revela. Pero no es as¨ª, pues el acto de la revelaci¨®n constituye el momento central: el que juzga lo revelado, transformando su naturaleza y pronunciando un veredicto. En efecto, la mayor parte de las veces se trata de un secreto a voces, como sucede en este caso: todos conoc¨ªamos los rumores y sab¨ªamos que los papeles obraban en poder de los peri¨®dicos. Pero se trataba de un saber privado, oculto, clandestino. Y hac¨ªa falta que se convirtiese en un saber patente, abierto, p¨²blico. El acto de la revelaci¨®n, al transformar ese conocimiento privado en un notorio reconocimiento p¨²blico, es el que construye socialmente la realidad, defini¨¦ndola en uno u otro sentido. Y aqu¨ª sucede como con la corrupci¨®n, que parece, tolerable mientras sea privada o secreta, pero que resulta inadmisible desde que se hace, p¨²blica y visible tras revelarse.
Y esto es lo que ahora ha sucedido. Tras meses de impotencia, el Gobierno ha recobrado cierta iniciativa pol¨ªtica como consecuencia de la oportuna revelaci¨®n del chantaje, logrando imponer su definici¨®n de la realidad e invirtiendo el reparto de papeles, al pasar de acusado perseguido a acusador que persigue. Pero que mantenga o no su actual iniciativa depende ya de las pr¨®ximas revelaciones.
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