La bolsa y la vida
En los lejanos tiempos en que uno estudiaba contabilidad, econom¨ªa y t¨¦cnicas de mercado cre¨ªa que el mundo de las finanzas y en especial las Bolsas que son el mercado oficial de valores, se reglan por tendencias meditadas y acordes con sanos principios comerciales, pero el examen del comportamiento de la Bolsa nacional en un periodo de algo m¨¢s de 20 a?os ofrece tantas oscilaciones bruscas, tantos errores en las apreciaciones del futuro y tantas influencias escasamente econ¨®micas que uno pierde cada vez m¨¢s la confianza en que la Bolsa pueda ser, como economistas e inversores afirman, un "bar¨®metro de la situaci¨®n".Estas bruscas oscilaciones de los mercados de valores siempre pretenden ser explicadas por causas razonables. Se echa mano de las variaciones en los ¨ªndices de precios al consumo, las tasas de inter¨¦s o el contagio de las bolsas for¨¢neas, pero la realidad es que los inversores se comportan m¨¢s con el irracional de un cardumen de peces que con el buen juicio del homo oeconomicus.
Creo que es hora de abandonar el lucido papel que se adjudica a la Bolsa de indicador del tiempo pol¨ªtico y econ¨®mico y conservarlo meramente como met¨¢fora. La Bolsa m¨¢s que marcar el tiempo pol¨ªtico lo que indica es si a los propietarios del dinero les gusta o o no les gusta, que es cosa distinta. Y basta echar una mirada a las vicisitudes bols¨ªsticas en el periodo que he citado anteriormente para damos cuenta de que los inversores aut¨®ctonos parecen fallar en sus pron¨®sticos econ¨®micos y pol¨ªticos tanto o m¨¢s que los metere¨®logos en los suyos.
En concretas coyunturas financieras y pol¨ªticas de nuestro pa¨ªs se ha venido produciendo una absoluta falta de previsi¨®n sobre el futuro inmediato. En 1975, por ejemplo, ante la inminencia de un cambio pol¨ªtico radical, las cotizaciones de los valores burs¨¢tiles se desplomaron. Y lo mismo voIvi¨® a suceder en el periodo 1977-1981, cuando el pa¨ªs ten¨ªa un Gobierno de derechas. Sin embargo, en los a?os de declive del franquismo, los inversres no parec¨ªan sufrir de la famosa "falta de confianza" o de la no menos notable "inseguridad pol¨ªtica", de lo que tanto se habl¨® entonces y m¨¢s a¨²n en nuestros d¨ªas. Alegremente, empujaron los ¨ªndices de las cotizaciones de valores en forma que no se hab¨ªa conocido nunca en Europa.
En 1978, y con mucha raz¨®n, el Servicio de Estudios de la Bolsa de Madrid, dec¨ªa al efecto: "?Hab¨ªa mayor seguridad pol¨ªtica en 1973, cuando la Bolsa sub¨ªa, alegre y confiada, y el pa¨ªs se hallaba pendiente del vencimiento pol¨ªtco inseparable de todo r¨¦gimen personal?... No hab¨ªa mayor seguridad econ¨®mica; lo que hab¨ªa era "menos informaci¨®n econ¨®mica". As¨ª pudimos ver en 1976 que un ¨ªndice bols¨ªstico que dos a?os antes era del 181,5 con referencia a un ¨ªndice 100 de 1970, en dicho ejercicio bajaba a 113,7, en 1977 al 92,6 y en 197 al 74,6.
O sea, que la Bolsa no se inmut¨® ante el ocaso de un r¨¦gimen autoritario que tocaba a su fin y sin embargo, se aterroriz¨® ante un cambio pol¨ªtico que anunciaba una nueva era de estabilidad y de progreso. Curioso bar¨®metro, por cierto. Entonces, los propietarios de valores, en gran parte, vendieron a toda prisa. Unos, por un temor m¨¢s o menos explicable; otros, por una mera represalia pol¨ªtica. En a?os posteriores, los inversores siguieron dando palos de ciego. 1982, con la temible ascensi¨®n de los socialistas al poder, al ¨ªndice de la Bolsa, que hab¨ªa subido, por fin hasta 124,08 en 1981, cae estrepitosamente a 81,85, -Y sin embargo, el r¨¦cord en apreciaci¨®n de cotizaciones se produjo inexplicablemente, en 1993 (322,77), cuando Espa?a se abocaba a la peor crisis econ¨®mica de su historia.
En el momento actual, cuando todos los sindicatos econ¨®micos avalan una era de recuperaci¨®n, con altos ¨ªndices de incremento del producto interior bruto y de los beneficios de las empresas, la Bolsa arrastra una vida l¨¢nguida y mon¨®tona. Un gr¨¢fico de los movimientos de la Bolsa en 1995 nos muestra una curva en forma de dientes de sierra lo que quiere decir que los inversores se limitan a alicortas inversiones y a la subsiguiente recogida de beneficios. Y todos parecen estar de acuerdo en que no se sobrepase el ¨ªndice 300, lo que ser¨¢ una viva muestra de ¨¦xito econ¨®mico que dar¨ªa un ment¨ªs a los apocal¨ªpticos augurios de los pol¨ªticos profesionales del catastrofismo.
Dec¨ªa hace poco el presidente del Bundesbank alem¨¢n que la depreciaci¨®n que afecta a varias monedas de la UE no se corresponde con situaciones objetivas de crisis. El mismo fen¨®meno se produce actualmente, en nuestro pa¨ªs en los mercados de valores, y ello pese a la reciente declaraci¨®n del se?or Bot¨ªn, magnate de la banca espa?ola, de que "le gustaba el programa econ¨®mico del Partido Popular".
Hoy, que se habla tanto de conspiraciones, no resulta muy l¨²cido pensar que nuestros inversores con con su aton¨ªa, la desestabilizaci¨®n pol¨ªtica, aunque la patronal CEOE, por boca de Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas, muestra un inequ¨ªvoco apoyo a la derecha. El hecho es que ciertos e indudables componentes psicol¨®gicos, amplificados por los ecos de la informaci¨®n y adobados por salsas de clara intencionalidad pol¨ªtica hacen que la Bolsa vaya por un lado y la vida -la econ¨®mica- por otro.
Y no faltan ejemplos en nuestro entorno europeo que indican que la econom¨ªa de un pa¨ªs, su prosperidad bols¨ªstica, podr¨ªamos decir, depende poco de la renuncia a la guerra, de una mejor justicia social o de una correcta distribuci¨®n de la renta. El "sensible bar¨®metro de la Bolsa" pierde, por lo visto, toda su receptividad ante hechos semejantes. Tras el golpe de Estado de Pinochet, la cotizaci¨®n del cobre, que se hab¨ªa hundido bajo el Gobierno de Allende, recobr¨® sus mejores galas.
Y cuando Carter alcanz¨® el poder en Norteam¨¦rica, fue rechazado en principio por el mundo del dinero porque hab¨ªa anunciado una reducci¨®n de dos billones de d¨®lares en el presupuesto militar, un acercamiento al Este y un prop¨®sito de terminar con la guerra de Vietnam, guerra que por una triste paradojaho impidi¨® que se produjera en Estados Unidos una era de prosperidad.
No cabe duda de que la paz y la justicia se cotizan mal en Bolsa, y parte de la culpa de ello est¨¢ en la extra?a dicotom¨ªa que existe entre la moral de los individuos y la de las naciones. Si en las relaciones internacionales se castigara con el aislamiento diplom¨¢tico y el econ¨®mico a los Gobiernos agresores dictatoriales o fundamentalistas, quiz¨¢s el deterioro comercial que ello provocar¨ªa har¨ªa bajar las cotizaciones de la Bolsa de los pa¨ªses trasgresores, y esto tendr¨ªa que influir en su comportamiento futuro. Entonces si que la Bolsa ser¨ªa un verdadero bar¨®metro. Marcar¨ªa el buen tiempo para todos: el tiempo de la paz y de la justicia.
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