La Vieja Estaci¨®n
La Vieja Estaci¨®n es el nobre de una terraza de verano abierta en los terrenos de la antigua estaci¨®n de Atocha, bajo el entramado de hormig¨®n del aparcamiento de las nuevas instalaciones que el AVE trajo consigo. La sombra que proyectan los edificios circundantes y el artificio de unos cuantos focos ayudan a disimular la fealdad del entorno. Delante del local sindical de CGT, con logotipo pintado en la pared, lo que le hace a¨²n m¨¢s surrealista, un escu¨¢lido escenario, delimitado por dos mujeres de danza interminable al ritmo del bacalao, y una pista de cemento m¨ªnima quieren ser el centro de la nada. Dos renovados vagones de mercanc¨ªas hacen de torre de control musical y barra donde apoyar el cuerpo cansado y pedir alg¨²n combinado reparador.Las modas que nunca existieron exigen sus tributos a los habitantes de la noche estival. As¨ª, aqu¨ª, extra¨ªdas de alg¨²n episodio al m¨¢s puro estilo pastel de la serie televisiva Miami vice, se han erigido como titanes los cuerpos que pasaron los meses fr¨ªos atados a la esclavitud de unas pesas con las que moldear m¨²sculos desapercibidos. El acceso al recinto, tras atravesar unas escaleras formadas por las traviesas de algunas v¨ªas abandonadas y dejar a un lado varios autom¨®viles deportivos resplandecientes sobre la arena, est¨¢ flanqueado por dos de estos tipos de mirada turbia, aspecto amenazante y un auricular que les sube del cuello 3, se agazapa en la oreja, supongo que esperando ¨®rdenes de alguna voz celestial e inflexible que lo ve todo desde su puesto en el ojo ¨²nico.
En la entrada hay una garita que hace las veces de taquilla, con una jovenzuela de ojos grandes, incitadores al gran fest¨ªn. Se cobra por pasar, en funci¨®n de lo que cada uno vaya a beber. Es la especializaci¨®n del trabajo llevada al bar de copeo: unos vigilan, otros cobran, otros sirven, otros animan el baile. Una cadena de trabajo perfecta. Nada fuera de lo normal, quiero decir.
Sin embargo, la terraza, que no muestra ning¨²n cartel, que avise de la reserva del derecho de admisi¨®n (como entiendo que: es legalmente preceptivo), depara una sorpresa en su interior: se?alizada por un amasijo de m¨²sculos, con auricular incluido, hay una escalera de apenas tres pelda?os por la que se entra al ¨¢rea guapa de la noche. La fauna a ese otro lado de la realidad es poco compleja: ni?as pijas poco exuberantes, ni?as exuberantes poco pijas, ni?os guapos de ojos claros y culturistas empe?ados en desgarrar el algod¨®n de las camisetas al menor giro de su cuello. Poco m¨¢s. Es una zona reservada. No me extra?a, la verdad.
No merece la pena detenerse mucho tiempo a discutir sobre la legalidad o no de la zona vip de La Vieja Estaci¨®n. Yo tengo mis serias dudas en todo caso. Tan s¨®lo pretendo poner sobre aviso a los despistados que no sean ni pijos, ni exuberantes, ni culturistas, ni esculturales, ni tengan los ojos claros, para que no vayan a caer en la trampa de pagar mil pesetas para beber un ron que no es el que ellos desean, sino el que disponga el bar (mezclado con el refresco con el que habitualmente tampoco toman ese ron no deseado).
Se trata tan s¨®lo de reivindicar el car¨¢cter abierto de las terrazas al aire libre y denunciar el adem¨¢n perdonavidas de los porteros de los garitos. Disponemos de la condena firme de un tribunal recientemente por la agresi¨®n que sufrieron dos ciudadanos en un asfixiante y barroco local junto a la plaza de Santa Ana por parte de estos sujetos de cerebro moldeado en un gimnasio.
Afortunadamente, la ciudad es lo bastante grande y a¨²n son mayor¨ªa los locales y terrazas donde no te solicitan el carnet de socio ni te miran la marca del reloj o el coche con que has aparcado en tercera fila.
En esta especie de mercado libre con que se nos aturde d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n, todav¨ªa es posible buscar ambientes donde la tolerancia sea tarjeta de presentaci¨®n. Donde no se va a mirar y ser mirado y s¨ª a escuchar una contundente actuaci¨®n en directo o ver un cuentacuentos, o, tan s¨®lo, sentarse y charlar con tranquilidad. Incluso tomarse la copa con el ron y el refresco deseados. Sitios donde hasta los musculitos, los guapos y las pijas pueden entrar de inc¨®gnito. Hay que ver lo que da de s¨ª el respeto a los dem¨¢s.-
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