Reuni¨®n de objetos vividos
Un millar de curiosos en el mercadillo de muebles del circuito del Jarama

La frase m¨¢s pronunciada ayer por las m¨¢s de mil personas que se desplazaron a las proximidades del circuito del Jarama a ver, admirar e intentar comprar alguna antig¨¹edad fue: "Oiga, esto, ?por cu¨¢nto?". La segunda pregunta m¨¢s planteada, generalmente despu¨¦s de la anterior, y ya con un cachivache antiguo bajo el brazo, consisti¨® en distintas variantes de "?Y d¨®nde coloco yo ahora esto?". Eso dijo una se?ora con un pie de l¨¢mpara de principio de siglo, un se?or con una mecedora de madera y un joven de 27 a?os con un cuadro que alguna vez fue un anuncio. Pero nadie pag¨® las 300.000 pesetas que costaba una formidable escafandra de buzo como las que salen en las portadas de algunas novelas de Julio Verne. Hasta escond¨ªa salitre en las junturas de cobre.Los 80 anticuarios y almonedistas -la diferencia entre ellos estriba en la antig¨¹edad de los objetos con que trabajan- que se reunieron ayer para vender sus art¨ªculos emplearon un m¨¦todo nuevo en Madrid, pero muy habitual en Francia. Los vendedores llegan por la noche al lugar de la cita -generalmente, a campo abierto- con un cami¨®n abarrotado de antig¨¹edades. La procedencia de las cosas, muchas veces, tiene origen truculento: herencias no queridas por los descendientes que optan por deshacerse de los trastos del abuelo a fin de repartirse el dinero resultante de la venta en bloque.
Ayer, a las ocho de la ma?ana, y tras un bocinazo, los anticuarios comenzaron a bajar objetos de la parte trasera de los camiones y a exponerlos en el suelo; fue el momento para que los profesionales del ramo entraran, curiosearan y cambalachearan. El p¨²blico en general, siguiendo la costumbre de este tipo de mercados, no pudo acceder al recinto hasta dos horas despu¨¦s, con lo que las bicocas ya hab¨ªan volado en manos de alg¨²n experto.
Seg¨²n Carmen Rico, una veterana en ferias de antig¨¹edades, estos mercados "crean afici¨®n". Rico explica en qu¨¦ consiste la verdadera afici¨®n: "Cuando compro algo intento saber la historia de la cosa, a qui¨¦n ha pertenecido; me gustan estos objetos porque est¨¢n vividos", cuenta.
En una de las esquinas del improvisado mercado trabajaba ayer Ricard Larraya, un almonedista vocacional que de feria en feria recorre el globo al volante de una furgoneta. Sorprend¨ªa la facilidad con que era capaz de acordarse de la procedencia y del precio de cada uno de sus aproximadamente mil objetos, ya fueran pastilleros o trombones. "Un pastor tampoco olvida el padre de cada una de sus ovejas", explica. "Yo colecciono juguetes antiguos y ba?eras de ojos, una especie de hueveras de cristal que se empleaban antiguamente para lavar los ojos", dice Larraya. "Cuando me canse, lo vender¨¦ todo", concluye.
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