Fascismo vasco
El fascismo surgi¨® como una excrecencia del nacionalismo integral. A diferencia de sus padres, los fascistas se presentaban como nacionalistas revolucionarios capaces de sintetizar en una misma ideolog¨ªa socialismo y nacionalismo; eran, pues, nacional-socialistas. Naturalmente, como ocurre siempre con las s¨ªntesis contradictorias, uno de los dos elementos ten¨ªa que ser falso para que el otro fuera verdadero; por lo tanto, la revoluci¨®n social que predicaban quedaba, finalmente, reducida a vagas generalidades sin ninguna aplicaci¨®n concreta, algo as¨ª como las "mejoras generalizadas para el pueblo trabajador vasco" de la, siempre perenne entre nosotros, alternativa KAS. Su lenguaje antiburgu¨¦s y anticapitalista no enga?¨® a la izquierda, pero sirvi¨® como anzuelo para reclutar una numerosa clientela entre la peque?a burgues¨ªa y los marginales de las grandes urbes, quienes, rescatados de la delincuencia, parec¨ªan encontrar su redenci¨®n en el ejercicio cotidiano del terror pol¨ªtico.Los fascistas heredaron de sus padres nacionalistas el mismo concepto de naci¨®n tal como fuera acu?ado por el romanticismo pol¨ªtico alem¨¢n: una comunidad natural de hombres que comparten los mismos rasgos diferenciales y que, por lo tanto, est¨¢n predestinados a tener un Estado com¨²n. La naci¨®n se encamaba no en una sociedad de individuos diferenciados entre s¨ª, sino en la unidad m¨ªstica del pueblo. El pueblo, s¨ªmbolo de una comunidad nacional sin fisuras, era la encarnaci¨®n de la unanimidad colectiva, por encima de las clases, los individuos o los partidos pol¨ªticos. Por eso, los s¨ªmbolos de la unidad espiritual del pueblo en torno a la identidad colectiva fueron tan frecuentes en la imaginer¨ªa fascista (empezando por el mismo fascio o haz entrelazado).
Naturalmente, semejante patulea hubiera encontrado un ambiente social muy desfavorable, a no ser porque una parte importante de la burgues¨ªa contribuy¨® a darles audiencia y a prestarles respetabilidad. Pero, sobre todo, lo que explica el ascenso del fascismo en Alemania, el ¨²nico pa¨ªs donde subi¨® al poder con el apoyo de un electorado mayoritario, es la expansi¨®n generalizada en toda la sociedad germ¨¢nica de la ideolog¨ªa nacionalista. Por eso, el fascismo no puede aparecer sino en un medio favorable y requiere, como de una placenta acoge' dora, el apoyo indirecto, la benevolencia o la permisividad de importantes sectores de la sociedad no fascista. Que el fascismo prospere no depende s¨®lo de la cantidad de fascistas potenciales, sino de la actitud global de una sociedad hacia los valores democr¨¢ticos. Si un sector significativo de la opini¨®n considera que el nacionalismo terrorista, aun siendo reprobable, es una ideolog¨ªa con cierto grado de legitimidad, es decir, si esta opini¨®n es incapaz de reconocer al fascismo cuando lo tiene delante, entonces el fascismo tiene muchas posibilidades de sobrevivir. En efecto, un fascismo que se consolidase socialmente sin ir acompa?ado por un s¨¦quito de nacionalistas complacientes, ser¨ªa algo tan ins¨®lito como el estallido del rayo en un cielo sin nubes. El fascismo no surge de la nada.
Muchas veces se ha empleado el t¨¦rmino fascista aplic¨¢ndolo a ETA y su entorno; tengo la impresi¨®n de que la palabra es utilizada con intenci¨®n peyorativa para denunciar su car¨¢cter antidemocr¨¢tico, sin pretensiones de exactitud literal en la denominaci¨®n. Pero, en realidad, si se examina la ideolog¨ªa y la acci¨®n pol¨ªtica de nuestros patriotas radicales, enseguida salta a la vista que la palabra no es un insulto o un juicio de valor, sino que tiene un car¨¢cter descriptivo y designa un fen¨®meno rigurosamente paralelo en sus rasgos a lo que fue el fascismo hist¨®rico: obsesi¨®n por una unidad pol¨ªtica del pueblo que es incompatible con el pluralismo democr¨¢tico, desprecio por la democracia representativa (justo la ¨²nica que funciona), exaltaci¨®n de los asesinatos pol¨ªticos, violencia y terror callejeros, lenguaje seudorrevolucionario cuya misma radicalidad excusa toda realizaci¨®n pr¨¢ctica inmediata y, sobre todo, la falsa s¨ªntesis de nacionalismo y socialismo, sin la cual no puede hablarse de fascismo genuino. Se olvida con demasiada frecuencia que el fascismo fue, y es, una versi¨®n revolucionaria del nacionalismo rom¨¢ntico.
Observamos tambi¨¦n la amplia gama de complicidades que facilitan su tarea: obispos que han descubierto que la autodeterminaci¨®n es de "derecho d?vino"; pol¨ªticos pertenecientes al "nacionalismo democr¨¢tico" que suponen que la "pacificaci¨®n" consiste en darle a ETA una parte de la raz¨®n, al margen de qu¨¦ raz¨®n sea ¨¦sta o de qu¨¦ apoyo reciba en las urnas (parece que las balas tienden a vigorizar ciertos sufragios, a hacerlos m¨¢s leg¨ªtimos que los de otros ciudadanos que no han pensado en reforzar su voto con un suplemento de violencia). Y, para acabar, nuestros "pacificadores-chantajistas", nuestros "mediadores humanitarios", que, como emanaciones que son de HB, dif¨ªcilmente pueden "estar en medio" o realizar ning¨²n papel arbitral, aun suponiendo que la mayor¨ªa de los vascos se lo hubi¨¦ramos pedido. Todo este delirio nos indica que vivimos en una sociedad pol¨ªticamente enferma, una sociedad para la cual la transici¨®n no ha tenido los resultados normalizadores que hubieran podido esperarse. En toda Espa?a la democracia es desde hace bastantes a?os un valor impl¨ªcito indiscutible; las disputas pol¨ªticas, por muy agrias que sean en sus t¨¦rminos, no son guerras. Por el contrario, en la sociedad vasca la democracia es a¨²n una asignatura pendiente y lo ser¨¢ mientras no exista una amplia aceptaci¨®n de algunos principios esenciales:
1. Que el di¨¢logo es un intercambio de argumentos racionales y no un chantaje condicionado por el ejercicio del terror. El se?or Ollora parece tener una idea algo tosca de lo que significa el di¨¢logo cuando se?ala que "la paz exige repartir la raz¨®n entre los protagonistas del conflicto". Un di¨¢logo racional no es un "reparto de la raz¨®n" (por no hablar del t¨¦rmino "protagonistas del conflicto", como si la responsabilidad hubiera tambi¨¦n que repartirla entre quienes sufrimos la violencia y quienes la ejercen; las v¨ªctimas y los verdugos no deber¨ªan dialogar sobre la base de "repartirse democr¨¢ticamente" las culpas).
2. Que la voluntad de la mayor¨ªa, y no la de unos pocos por muy violentos que sean, es la base de los sistemas representativos vigentes en nuestro entorno pol¨ªtico europeo y que precisamente las minor¨ªas lo son porque sus argumentos pol¨ªticos s¨®lo han logrado convencer a una parte de los electores, el 12% en el caso de HB. No se entiende en virtud de qu¨¦ principio democr¨¢tico los trabajos de persuasi¨®n de ETA deber¨ªan hacer que el 88% restante reconsiderase su postura.
3. Que, si de verdad queremos afianzar la democracia, aquellos grupos pol¨ªticos que hayan decidido sustituir el razonamiento por la violencia y la voluntad mayoritaria por la de unos pocos, deben ser moralmente condenados y despojados de toda legitimidad social; lo que excluye, naturalmente, esos "di¨¢logos" que nos propone Elkarri, que no son otra cosa que un intercambio desigual de razonamientos y Goma 2.
Por eso, la salida a nuestros problemas no es rendirnos al chantaje fascista, sino derrotarlo moralmente. La "soluci¨®n policial" es la ¨²nica respuesta posible de la democracia a la amenaza fascista; pero s¨®lo es efectiva si el fascismo ha perdido antes la batalla moral a los ojos de la sociedad.
Quiz¨¢ algunos se tranquilicen pensando que en el Pa¨ªs Vasco no hay fascismo o bien que nuestro fascismo, sin progenitores aut¨®ctonos, aparecido como Mois¨¦s, regalo del Nilo en una cesta flotante, no tiene nada que ver con lo que ha ocurrido en "la casa del padre". Quiz¨¢ piensen que ese hijo de la inclusa, este germen inoculado por alguna potencia extranjera, no debe ser relacionado en absoluto con algunos rasgos muy negativos de nuestras tradiciones pol¨ªticas (carlismo) y de nuestro comportamiento colectivo (tendencia antiliberal a la "unanimidad popular"). No ser¨¦ yo ciertamente quien prive de alivio y consuelo a quienes parecen estar tan necesitados de ¨¦l. Es m¨¢s, si hemos descubierto que las enfermedades se curan ocult¨¢ndolas, quiz¨¢ estemos ya en el, camino de la inmortalidad.
Juan Olabarr¨ªa Agra es profesor titular de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico en la UPV.
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