Rushdie, un turista cualquiera
El escritor visit¨® los museos y recorri¨® Madrid en medio de la solidaridad de la gente
?Hola, Salm¨¢n!". El escritor Salman Rushdie toma un refresco al aire libre en la terraza Jos¨¦ Luis de Madrid; un joven lo saluda desde su bicicleta en marcha; firma 15 ejemplares de su nuevo libro, El ¨²ltimo suspiro del Moro, en la librer¨ªa Crisol, y recibe el apoyo a su causa de perseguido pol¨ªtico por muchos visitantes del Museo Thyssen. Un recorrido como ciudadano de a pie que termin¨® ayer por la tarde al pie de Las Meninas, en el Museo del Prado.Pocas veces se le hab¨ªa visto a Salman Rushdie tan relajado, sonriente y agradecido. "Siempre he sido muy aficionado a esta ciudad", dijo, "y la respuesta de la gente ha sido incre¨ªble para m¨ª, ya que he percibido una enorme solidaridad. Gente que ondeaba su mano desde la bicicleta, gente que se acercaba a m¨ª para presentarme a sus hijos. Me ha conmovido esa sensaci¨®n de c¨¢lida amistad".
Pero aunque la imagen de, Rushdie caminando se asemejara a la de un turista cualquiera, a su pase, se mov¨ªa un complejo dispositivo de seguridad. Desde hace siete a?os, cuando el ayatol¨¢ Jomeini public¨® un decreto religioso (fatwa) que lo condena a muerte por blasfemia a causa de su novela Los versos sat¨¢nicos, el escritor ha disfrutado de muy pocas jornadas como la de ayer. El propio Rushdie, experto ya en temas de seguridad, detect¨® en su paseo por el parque del Retiro a una mujer de rosa que lo segu¨ªa y pidi¨® que se le informara de si formaba parte del equipo de seguridad, como, efectivamente, as¨ª era.
En este parque, con gafas oscuras, el escritor pas¨® casi desapercibido y pudo disfrutar de las atracciones. "Hab¨ªa estado en el Retiro hace muchos a?os y no recordaba tal profusi¨®n de actores, saltimbanquis y payasos", afirm¨® el autor angloindio. "Me ha recordado a algunas zonas de la India, donde tambi¨¦n se suceden las actuaciones en la calle. Ha sido el paseo perfecto para una tarde de domingo".
En el Museo Thyssen concentr¨® la atenci¨®n de los visitantes, y tuvo que firmar numerosos folletos de pintura y hasta un libro de otro autor. Un hombre le estrech¨® la mano y le dijo: "Te felicito por su coraje".
Rushdie se detuvo en el Autorretrato de Rembrandt, y el Arlequ¨ªn de Picasso. En el Museo del Prado, cerrado al p¨²blico en la tarde de ayer y donde estuvo acompa?ado por la ministra de Cultura, Carmen Alborch, se maravill¨® con la sala de Vel¨¢zquez y con el Perro semienterrado, de Goya. Cuando se le pidi¨® posar junto a las majas, solt¨® una carcajada. Junto a esas mujeres parec¨ªa feliz.
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