La drogodependencia juvenil surge m¨¢s del fracaso educativo que del paro
Proyecto Hombre alerta sobre alcoholismo y drogas de dise?o en los adolescentes
"Los adolescentes no fracasan en su educaci¨®n porque consuman drogas, sino que consumen drogas porque fracasan", afirm¨® ayer Francisco Palanca, vocal de Proyecto Hombre (PH), durante la presentaci¨®n de la Memoria 1994 de esa entidad de ayuda al drogodependiente. Alerta PH sobre el aumento de la demanda de tratamiento en adolescentes, y se?ala que el alcohol y sustancias como el ¨¦xtasis son "drogas de inicio" para unos j¨®venes que se enganchan m¨¢s por curiosidad o por amigos que por paro o condiciones econ¨®micas.
Proyecto Hombre, tras 10 a?os de trabajo, atiende ya al 14% de los drogodependientes espa?oles que quieren salirse de ese infierno. La Memoria de 1994, presentada ayer, incluye una encuesta sobre 3.034 personas que comenzaron tratamiento el a?o pasado, y de la que se deduce que, aunque la media de edad de los afectados es de unos 27 a?os, aumenta la demanda de quienes sobrepasan la treintena o de adolescentes, entre 14 y 18 a?os."Lo de los adolescentes es m¨¢s que una moda", dice Jos¨¦ Luis Alonso, presidente de PH. "Hay que analizar cuanto antes la relaci¨®n entre droga y fracaso educativo. La sensaci¨®n de fracaso que lleva a esos chicos a consumir drogas no es s¨®lo un suspenso, sino la incapacidad de aceptar las propias limitaciones. El sistema educativo no les prepara para enfrentarse de modo pr¨¢ctico a la vida". De hecho, m¨¢s de un tercio de los encuestados no acabaron la EGB. El nivel de estudios arroja un importante d¨¦ficit, que contrasta con la media educacional de sus padres, superior a la de su generaci¨®n.
Puertas de la droga
El alcoholismo aparece como factor determinante. Un 11,8% de los padres de drogodependientes han tenido problemas con el alcohol. Y entre los adolescentes se detecta que alcohol y drogas de dise?o como el ¨¦xtasis son ya puerta para el largo camino de la adicci¨®n.Las motivaciones en el consumo de drogas han variado radicalmente. Ya nadie se droga por motivos contraculturales, como "ser m¨¢s" o "ir contra corriente", sino por factores ligados a la "curiosidad" o "amigos ¨ªntimos que consumen". "Entre los adolescentes", dice Alonso, "hay dos segmentos: quienes resueltamente dicen no a la droga, y quienes aducen que para creer que es mala tienen antes que probarla".
El paro, o las dificultades econ¨®micas, no parecen estar en la ra¨ªz de la drogadicci¨®n. Casi la totalidad de los ingresados en 1.994 en PH ha trabajado en alguna ocasi¨®n y en empleos no demasiado precarios: un 31,8% casi permaneci¨® dos a?os en su primer trabajo, que en el 80% era por cuenta ajena. Y, mientras la mayor¨ªa de los j¨®venes espa?oles est¨¢n m¨¢s cualificados que sus padres, los drogodependientes lo est¨¢n menos. Se trata, seg¨²n PH, de "una situaci¨®n de desequilibrio entre lo laboral y lo escolar", que genera un d¨¦ficit sociolaboral" y que hace precisa una reeducaci¨®n "en h¨¢bitos que no se adquirieron en la escuela".
Con todo, se aprecian cambios sustantivos: "La entidad familiar es hoy v¨¢lida para el tratamiento de los drogodependientes", dice P¨ªo Santos, coordinador de la encuesta. "En tres o cuatro a?os algo ha variado fundamentalmente: ahora los primeros en enterarse de que hay un drogodependiente en la familia son los padres. Y existe, por tanto, una menor ocultaci¨®n social, lo cual facilita el tratamiento".
"Informaci¨®n hay mucha", dice Jos¨¦ Luis Alonso. "Lo que no sabemos es si, aunque llegue a los padres y a los adultos, llega tambi¨¦n a los interesados j¨®venes. Tengo la impresi¨®n de que la sociedad se ha relajado demasiado, mientras segu¨ªa aumentando el consumo. Por eso hay que enfocar de otra manera la prevenci¨®n no podemos lanzar campa?as informativas, y confiar en que ello sirva de prevenci¨®n".
Si bien los responsables de PH ven que crece la transparencia en el tema de las drogas, reacciones como la reciente campa?a vecinal del barrio madrile?o de Moratalaz -que ha llevado al alcalde a no instalar all¨ª un dispensario de metadona- les obligan a plantearse ciertos interrogantes. "Antes la opini¨®n p¨²blica valoraba que los centros para drogodependientes fuesen cerrados, y ahora, que sean abiertos" dice Alonso. "Pero a la hora de la verdad los quieren lejos. Es pura hipocres¨ªa".
En la situaci¨®n jur¨ªdico-penal de los drogodependientes tratados en PH ha habido avances: en 1993, 573 de ellos que ten¨ªan responsabilidades judiciales pudieron ser tratados; en 1994 fueron ya 803. Sin embargo, a 65 se les encarcel¨® en 1993 interrumpiendo el tratamiento; y en 1994 el n¨²mero subi¨® a 97.
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