?C¨¢llese la boca!
Para explicar la raz¨®n por la que a veces nos entendemos tan mal los espa?oles y los latinoamericanos, e incluso, los latinoamericanos entre ellos, el escritor venezolano Adriano, Gonz¨¢lez Le¨®n (Pa¨ªs port¨¢til, Viejo), que ahora es en Madrid agregado cultural de su pa¨ªs, cuenta lo que una vez le sucedi¨® en Guadalajara (M¨¦xico). ?l iba en un taxi rumbo a la principal feria del libro de Am¨¦rica Latina y se sinti¨® obligado a ser agradable con la ciudad del taxista: "Es muy hermosa esta avenida; m¨¢s hermosa que las del Distrito Federal", le dijo. Y el taxista, tajante, le espet¨® desde su asiento con el acento t¨ªpico sin el cual es muy dif¨ªcil narrar la an¨¦cdota: "?C¨¢llese la boca!" At¨®nito, el escritor estuvo callado un rato, hasta que se atrevi¨® de nuevo con el elogio: "Esta plaza, por cierto, no tiene nada que envidiarle a las del Distrito Federal ?C¨¢llese la boca!", volvi¨® a gritarle el taxista. Temeroso y ya definitivamente callado, Gonz¨¢lez Le¨®n opt¨® por abandonar el taxi y seguir a pie. P¨¢lido a¨²n ante el temor de que, despu¨¦s de que le mandara callar, el taxista le cerrara la boca para siempre, lleg¨® a la feria y cont¨® a los colegas que le recibieron lo que hab¨ªa sucedido. Los dem¨¢s le respondieron con una carcajada: aquella expresi¨®n del taxista significa en Guadalajara que lo que uno est¨¢ diciendo es la verdad m¨¢s absoluta y significa que es tan cierto que uno debe seguir hablando.Esas cosas se cuentan muchas veces en las tertulias o en las presentaciones literarias, pero luego los peri¨®dicos no tienen sitio para reproducirlas, de modo que se queda en la memoria de los comensales y alguna vez ser¨¢n pasto de memorias en las que, quiz¨¢, se narren de modo diferente o se atribuyan a otros. En la ¨²ltima presentaci¨®n a la prensa que hizo Umberto Eco de su novela La isla del d¨ªa de antes, el escritor italiano estaba tan agotado de s¨ª mismo y de lo que dec¨ªa que pidi¨® permiso para contar chistes. Y cont¨® uno que para ¨¦l simboliza la uni¨®n de la inteligencia y del comercio. Un jud¨ªo de Nueva York puso en la calle un puesto de arenques. Un transe¨²nte interesado le pregunt¨® por la raz¨®n de esa extravagante instalaci¨®n comercial. "Los arenques son la base de la inteligencia de los jud¨ªos. Usted se come un arenque, y cambia su vida. ?Quiere uno?" "?Cu¨¢nto vale?" "Cien d¨®lares". "Demasiado". "Si lo quiere son cien d¨®lares y si no usted pierde la oportunidad". El hombre adquiri¨® finalmente el arenque y se lo comi¨® de pie ante el mismo puesto del jud¨ªo. Al t¨¦rmino, le reproch¨® al comerciante: "Ya me lo com¨ª y yo no siento nada". "?Ve como ya es un poco m¨¢s inteligente?"
Un d¨ªa presentaba el poeta Juan Gil-Albert, que era fino, agudo, inteligent¨ªsimo, uno de sus libros; culminado el tr¨¢mite habitual, los comensales se dedicaron a otra cosa, en medio del ruido de los vasos y de los tenedores del postre. Hasta que interrumpi¨® el todav¨ªa vigoroso poeta: "Llev¨¢is m¨¢s de diez minutos sin hablar de vuestro amigo Juan Gil-Albert".
La acompa?ante de un escritor extranjero que present¨® hace a?os en Espa?a uno de sus ensayos repart¨ªa un papelito entre los comensales del acto en el que se celebraba la salida del libro: "Llevan media hora sin habalr de ¨¦l y puede deprimirse mucho".
El otro d¨ªa, en la presentaci¨®n del libro de J. J. Annas Marcelo Los a?os que fuimos Marilyn, quiz¨¢ la m¨¢s multitudinaria aglomeraci¨®n literaria de la temporada, Adolfo Su¨¢rez rompi¨® su mudez habitual para hablar de ese libro y para desmentir dos cosas de las que dijo que le acusa la sociedad: que lee poco, e hizo citas y afirm¨® que hab¨ªa terminado de leer la obra que presentaba la madrugada anterior, y que dorm¨ªa poco. Para ilustrar esto ¨²ltimo cont¨® una an¨¦cdota de Unamuno. Le dijo al gran fil¨®sofo el rey Alfonso XIII: "Dicen que usted duerme muy poco". "No es verdad: duermo, lo suficiente como para que cuando est¨¦ despierto est¨¦ muy despierto". No explic¨® mucho que leyera demasiado, pero dijo una frase que tampoco ha sido anotada por ah¨ª y que nadie puede decir si antes no ha le¨ªdo bastante poes¨ªa: "Guardo silencio porque tengo demasiado trabajo dentro de m¨ª nuismo". "?C¨¢llese la boca!", le hubieran dicho en Guadalajara.
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