Ni el negro ni el rojo
Cuando hace una semana el griego Athanase Papandropoulos, presidente de la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos, y el presidente de la secci¨®n maltesa, Richard Muscat, me hicieron entrega en La Valeta del premio concedido por esa organizaci¨®n, de tantos m¨¦ritos para la causa de la libertad, sent¨ª que no premiaban a mi persona ni a mi diario, Gazeta Wyborzka, sino a toda Polonia por haber sabido llegar a ser libre, por haber recuperado su independencia y, en particular, por haberlo hecho sin violencia, sin revanchismo, sin paredones ni horcas. Fue premiada una Polonia con prensa libre y sin censura, con un pluralismo pol¨ªtico floreciente.Ma?ana, los polacos iremos a las urnas, por segunda vez desde que reconquistamos la democracia, para elegir al presidente de la Rep¨²blica. Para m¨ª se trata de un acontecimiento de singular solemnidad, de algo casi metaf¨ªsico, porque durante los largos decenios de la dictadura imaginaba un d¨ªa como ¨¦ste en el que los ciudadanos eleg¨ªan a sus gobernantes, un d¨ªa de festiva confirmaci¨®n del orden democr¨¢tico.
Es cierto que los ¨²ltimos seis a?os nos han demostrado que la democracia es un sistema lleno de baches, sombras y trampas. Con demasiada frecuencia los demagogos y gritones consiguen imponerse en ella con ayuda de los conformistas. La democracia es asimismo un sistema que premia con af¨¢n, la mediocridad y suele marginar a las grandes individualidades. Igualmente cierto es que ese acto democr¨¢tico que son las elecciones suele ser precedido por campa?as en las que la mentira y la calumnia aparecen por todas partes. Por ¨²ltimo, somos testigos de c¨®mo la democracia se ve cada vez m¨¢s acompa?ada por la corrupci¨®n. Pese a todo ello, coincido con Winston Churchill en que no hay mejor sistema que la democracia, y por eso ma?ana ir¨¦ a votar. Y tambi¨¦n porque pienso que ejerciendo mi derecho aviso al poder que lo estoy controlando.
Dar¨¦ mi voto al candidato que, a mi modo de ver, representa mucho mejor que los restantes doce rivales los ideales por los que luch¨® la oposici¨®n democr¨¢tica polaca durante la dictadura. Ese candidato es Jacek Kuron, ante cuya indomabilidad, confirmada por toda su biograf¨ªa, inclino mi cabeza. Pero tambi¨¦n le rindo homenaje por ser el gran maestro del di¨¢logo, la negociaci¨®n y el compromiso, siempre en el marco de la legalidad.
Kuron fue intr¨¦pido defensor de la soberan¨ªa e independencia de Polonia, de la democracia parlamentaria y del Estado de derecho, de la econom¨ªa de mercado y de los desamparados y desempleados. Al votar por ¨¦l s¨¦ que habr¨¦ contribuido con mi papeleta al surgimiento de una Polonia en la que la rectitud y la honestidad ser¨¢n normas inviolables en la vida p¨²blica, en la que los pol¨ªticos tendr¨¢n que tenlas manos limpias porque la corrupci¨®n no ser¨¢ tolerada, en la que imperar¨¢n el di¨¢logo y la tolerancia y la Iglesia cat¨®lica dispondr¨¢ de un digno puesto en la vida del pa¨ªs. S¨¦ que entregando mi voto a Kuron se lo dar¨¦ a un pol¨ªtico que no estropear¨¢ la democracia polaca debilitando sus instituciones, generando camarillas, premiando el servilismo o desencadenando constantes guerras pol¨ªticas.
Soy consciente de que ning¨²n presidente, por bueno que sea, podr¨¢ hacer milagros, pero s¨¦ tambi¨¦n que en Polonia el milagro ya se hizo, porque el pa¨ªs recuper¨® la independencia y la soberan¨ªa y avanza por el mejor camino econ¨®mico. Los polacos vivimos cada vez mejor y nos sentimos cada vez m¨¢s seguros.
Hace cinco a?os las anteriores elecciones presidenciales se celebraron bajo el signo del apocalipsis. Lech Walesa y su rival, el empresario polaco-peruano Stanislaw Tyminski, anunciaban una cat¨¢strofe inmediata y promet¨ªan el oro y el moro. La campa?a electoral que precedi¨® la votaci¨®n fue brutal, saturada, de populismo, xenofobia y odio. Hombres como Tadeusz Mazowiecki, que tanto hizo por Polonia, fueron enfangados de los pies a la cabeza por las calumnias m¨¢s soeces. La posibilidad de que triunfase Tyminski hizo que muchos, por temor, aunque con disgusto, diesen su voto a Walesa. Y aunque de ¨¦l tambi¨¦n se pod¨ªa decir que era un demagogo y un milagrero, ten¨ªa al menos las virtudes de defender con decisi¨®n la econom¨ªa de mercado y la in tegraci¨®n de Polonia en las es tructuras occidentales. Ahora bien, eso no significa ni signific¨® que sea el hombre adecuado para la jefatura del Estado, porque siempre ha sido imprevisible, irresponsable, imposible de re formar e incompetente. Evidentemente, Polonia necesita otro presidente.
Walesa presinti¨® que su liderazgo iba a ser cuestionado, porque su estilo como presidente: no gust¨® a los polacos. Por eso hoy ya no habla como antes de "imponer el orden a hachazos", ya no promete que "a los ricachones les dejar¨¢ s¨®lo los calcetines". Su lenguaje es m¨¢s normal, y eso es bueno. Pero si lo ha hecho, si ahora ha optado por un duro lenguaje anticomunista y se presenta como el hijo m¨¢s fiel de la Iglesia y el mejor defensor de las tradiciones nacionales, es porque necesita conseguir los votos de ciudadanos contentos con las transformaciones habidas en Polonia, de los ciudadanos que no quieren m¨¢s terremotos pol¨ªticos. Los conflictos en el seno del movimiento Solidaridad, que lo desintegraron, son, sin duda, una de las causas del avance de los ex comunistas, que ya ganaron en 1993 las elecciones parlamentarias y ahora pueden ganar tambi¨¦n las presidenciales. Su l¨ªder y candidato a la jefatura del Estado, Aleksander Kwasniewski, es un joven pol¨ªtico de gran talento, inteligente, flexible y moderno. Es tambi¨¦n un hombre bien parecido, cosa que tiene su importancia cuando hay que elegir al representante de la naci¨®n ante otros pueblos. Parad¨®jicamente, Kwasniewski agrupa en tomo suyo a gente satisfecha con las transformaciones habidas y temerosa ante los conflictos pol¨ªticos, gente que quiere vivir en un pa¨ªs tranquilo y normal. Para esa gente la reelecci¨®n de Walesa ser¨ªa una gran amenaza, porque teme la limitaci¨®n de sus derechos. Pero igualmente para los anticomunistas la elecci¨®n de Kwasniewski ser¨ªa amenazadora, porque temen la recomunistizaci¨®n del pa¨ªs, con todas sus consecuencias negativas.En la Polonia de hoy unos y otros temores carecen de fundamento. Lo que realmente amenaza a Polonia es una guerra fr¨ªa civil que podr¨ªa bloquear el avance de las reformas.
La gran paradoja del momento consiste en que, aquellos que temen que la victoria presidencial de los ex comunistas, que ya tienen en sus manos el Gobierno y la mayor¨ªa parlamentaria, les dar¨ªa tambi¨¦n la oportunidad de hacerse con el control del Banco Central, del Tribunal Supremo, de la televisi¨®n p¨²blica y de los servicios especiales, aumentar¨¢n las posibilidades de triunfo otorgando su voto en la primera vuelta a Lech Walesa. De la misma manera los que temen la victoria de Walesa y sus ataques destructivos contra las instituciones democr¨¢ticas aumentar¨¢n sus posibilidades de triunfo votando en la primera vuelta a Aleksander Kwasniewski. Ello se debe a que Kwasniewski y Walesa tienen las mayores probabilidades de triunfar si tienen al otro como ¨²nico contrincante. Yo rechazo ese enfrentamiento, rechazo la visi¨®n de una Polonia nuevamente dividida, rechazo la l¨®gica de una guerra fr¨ªa civil. Sencillamente, no quiero tener que elegir entre la Polonia del negro de las sotanas y la Polonia del rojo de los ex comunistas.
Para muchos como yo la soluci¨®n es Jacek Kuron, el candidato del "centro sensato".
Tanto Kwasniewski como Walesa son pol¨ªticos y personas dignos de respeto, pero s¨¦ que votando a uno de ellos optar¨ªa, por fuerza, por la Polonia de los conflictos, mientras que lo que necesita el pa¨ªs es la continuaci¨®n sosegada y firme de las reformas, cosa imposible sin la calma social.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.