"En este tipo de casos sientes que se te acaba la medicina"
A Ana ?lvarez se le escapa un sollozo cuando recuerda, a petici¨®n de este peri¨®dico, la tarde en que el derrumbe de la marquesina ocasion¨® una tragedia en Madrid. Ana, enfermera, lleva cinco de sus 35 a?os subida en una ambulancia del servicio municipal Samur. El trato diario con la muerte y con situaciones l¨ªmite, como atentados o accidentes, no ha conseguido endurecerla: "Estas cosas nunca las asimilas del todo, no es f¨¢cil olvidar las caras de los muertos", explica. Ella y su equipo fueron los primeros efectivos de rescate en llegar a la calle de Fuencarral, apenas unos minutos despu¨¦s del suceso.
"En cuanto llegu¨¦, supe que algo tremendo hab¨ªa sucedido; la gente sal¨ªa de all¨ª despavorida, aterrorizada; chocaban contra nosotros cuando intent¨¢bamos acercarnos a la fachada", cuenta. Su turno de trabajo se desarrollaba esa tarde con normalidad. Incluso el equipo, formado por tres sanitarios, hab¨ªa parado en la glorieta de Alonso Mart¨ªnez a descansar ante una taza de caf¨¦. Son¨® la radio. En un minuto llegaron a la calle de Fuencarral. All¨ª les esperaba la tragedia en caliente: gente gritando, cascotes, heridos ensangrentados, muertos.
"Pedimos por radio todas las 'dotaciones disponibles.", cuenta. "Nada m¨¢s bajar se me acerc¨®, un hombre con su mujer en los brazos; ten¨ªa fractura abierta de hombro por dos lados. La atend¨ª y luego me dirig¨ª a la fachada. Era impresionante. Enseguida me di cuenta de que el lado izquierdo de la acera era el m¨¢s afectado por el derrumbamiento. Ah¨ª estaba lo m¨¢s grave; todos estaban muertos". Ana se seren¨® y se dedic¨® a evaluar la situaci¨®n. Seg¨²n llegaban las dotaciones Samur, Insalud y Cruz Roja, indicaba d¨®nde hac¨ªan falta esfuerzos.
"Los propios heridos son siempre los que me nos se quejan", reflexiona. Para Ana en esa noche hubo dos escenas indelebles. "Hab¨ªa una mujer herida [Montserrat Sanz Arlegui] que llamaba a su hijo y a su marido, aplastados por los cascotes. Ella misma, en el suelo, intentaba apartar trozos de cornisa". La segunda escena tiene como protagonista a otra mujer: "Ten¨ªa m¨¢s o menos mi edad. Iba con dos amigas", cuenta, "de cintura para abajo estaba enterrada por los cascotes. Sufr¨ªa, sin saberlo, s¨ªndrome de aplastamiento, es decir, en cuanto la liber¨¢ramos, morir¨ªa. Y ella nos dec¨ªa, atended a mis amigas, que yo aguanto muy bien". Es aqu¨ª cuando a Ana se le quiebra la voz. La mujer muri¨®.
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