Ignacio Ellacur¨ªa con los pobres de la tierra
"Con los pobres de la tierra mi suerte yo quiero echar": este texto po¨¦tico, citado por J. L. Sicre en su espl¨¦ndido libro Con los pobres de la tierra, tiene aire del Atahualpa Yupanqui que tarare¨¢bamos hace un cuarto de siglo y recuerda el eco del mas genuino profetismo de los viejos profetas de Israel y de Jes¨²s de Nazaret. Hoy me viene a la memoria de manera espont¨¢nea para evocar la figura de Ignacio Ellacur¨ªa, asesinado el 16 de noviembre de 1989 junto con otros cinco jesuitas y dos mujeres en El Salvador. Dicho texto resume la personalidad, de quien fuera uno de los m¨¢s cualificados cultivadores de teolog¨ªa y de la filosof¨ªa de la liberalizaci¨®n en Am¨¦rica Latina.Ignacio Ellacur¨ªa constituye todo un ejemplo de coherencia entre pensar y vivir, teolog¨ªa y praxis, biograf¨ªa y filosof¨ªa. Creo haberlo conocido lo suficiente como para confirmar que en ¨¦l no hab¨ªa compartimentos estancos ni doblez: viv¨ªa como pensaba, pensaba como viv¨ªa. Su vida fue la mejor ejemplificaci¨®n de su pensamiento, la m¨¢s n¨ªtida explicaci¨®n de su vida.
Siempre me impresion¨® su serenidad, caracter¨ªstica d¨¦ los esp¨ªritus libres y equilibrados que, como la naturaleza, no dan saltos en el vac¨ªo, sino que saben estar en cada situaci¨®n ecu¨¢nimemente y sin hacer concesiones.
Ellacur¨ªa era una persona de una pieza, un cristiano ¨ªntegro que armonizaba de manera espont¨¢nea y sin fisura la ¨¦tica, la m¨ªstica y la pol¨ªtica. '?Ah¨ª es nada! La ¨¦tica resulta ser en ¨¦l la bisagra y el punto de conexi¨®n entre la doble dimensi¨®n de la fe: la r¨²stica y la pol¨ªtica. La causa de la liberaci¨®n, y por ende, de la libertad, no era algo accesorio, de lo que se ocupara en ratos de ocio, sino consustancial a s¨ª mismo, porque resultaba consustancial a su ser persona creyente. 'Esa causa gui¨® su vida y su reflexi¨®n, fue su punto de partida y de llegada. Quiz¨¢ no haya otra causa m¨¢s noble, m¨¢s gratuita e interesante a la vez, en cuanto estaba vinculada a intereses de emancipaci¨®n.
Su honestidad intelectual le llev¨® a ser fiel a la realidad, una realidad transida de muerte, pero, abierta a la esperanza de vida; una realidad aparentemente plana y opaca, pero cargada de potencialidades ocultas que ¨¦l quiso sacar a la luz.
La fidelidad a lo real le convirti¨® en un intelectual honesto: le llev¨® a analizar la realidad en toda su complejidad, con un instrumental cient¨ªfico riguroso, desde unos presupuestos ¨¦ticos de justicia y solidaridad. ?l mismo sol¨ªa repetir, siguiendo a su maestro Xabier Zubiri, que la inteligencia debe aprehender la realidad y enfrentarse con ella, siguiendo ¨¦stos tres pasos: a) hacerse cargo de la realidad, que consiste en un estar real en la realidad de las cosas a trav¨¦s de las mediaciones materiales y activas; b) cargar con la realidad, esto es, tener, en. cuenta el, car¨¢cter ¨¦tico fundamental de la inteligencia; c) encargarse de la realidad, que significa asumir hasta sus ¨²ltimas consecuencias la dimensi¨®n pr¨¢xico-emancipatoria de la inteligencia.
Pero lo m¨¢s importante de esta caracterizaci¨®n de la inteligencia es que Ellacur¨ªa fue capaz de encamarla vitalmente y de convertirla en praxis hist¨®rica martirial, acompa?ando al pueblo de El Salvador con la luz de la inteligencia y la radicalidad del evangelio.
Conociendo como creo conocer su obra, no me parece exagerado afirmar que Ellacur¨ªa fue el te¨®logo latinoamericano de la liberalizaci¨®n que mejor supo articular, en su vida y en su pensamiento, el an¨¢lisis de la realidad a trav¨¦s del recurso a las ciencias. sociales, pol¨ªticas y econ¨®micas, el quehacer teol¨®gico a trav¨¦s de la mediaci¨®n hermen¨¦utica y la reflexi¨®n filos¨®fica bajo la gu¨ªa del pensamiento realista de Zubiri. Sorprend¨ªa gratamente comprobar c¨®mo armonizaba la seriedad metodol¨®gica con la sensibilidad hacia las mayor¨ªas empobrecidas, la precisi¨®n con la sinton¨ªa cr¨ªtica hacia los proyectos integrales de las organizaciones populares de El Salvador.
Nada tiene que ver el te¨®logo Ellacur¨ªa con la ir¨®nica, definici¨®n que de los te¨®logos daba el que fuera arzobispo de Canterbury, William Temple: "Los te¨®logos son", afirmaba, "personas que consumen toda una vida irreprochable en dar respuestas, exact¨ªsimas a preguntas que nadie se plantea". El acto primero de la teolog¨ªa de Ellacur¨ªa fue, el pueblo crucificado de El Salvador, su lucha hist¨®rica por vencer a la muerte, su compromiso por la vida, su anhelo de resurrecci¨®n.
La convergencia con otro creyente que le precedi¨® en el martirio, monse?or Romero, era total. Ambos cre¨ªan en la "fuerza hist¨®rica, de los pobres" para liberarse de las cadenas de la opresi¨®n y construir la fraternidad desde abajo. La muerte de ambos era una muerte anunciada, pero tambi¨¦n estaba anunciada su victoria sobre la muerte, como anticipara monse?or Romero: "Resucitar¨¦ el en Pueblo".
Ni una sola l¨ªnea de sus escritos ni una sola acci¨®n de su itineario vital le alejaron de su pasi¨®n por el pueblo. Lo que cabe preguntarse es si existe otro p¨²nto de partida v¨¢lido para hacer teolog¨ªa. Uno se inclina a pensar que cualquier teolog¨ªa o filosof¨ªa que pase por alto las densas y significativas preguntas surgidas del infierno de la muerte de los inocentes y de las situaciones en el primero y el tercer mundo termina por convertirse, en un est¨¦ril ejercicio de ret¨®rica vacua o en un gran acto de cinismo.
La vida y el pensamiento de Ignacio Ellacur¨ªa, plantean a la sociedad y a las iglesias, al pensa miento filos¨®fico y teol¨®gico del primer mundo, la necesidad de un giro copernicano, de un cambio de direcci¨®n en las siguientes l¨ªneas: del individualismo a la comunidad; de la civilizaci¨®n de la riqueza a la cultura de la austeridad; de la ret¨®rica de los derechos humanos a la defensa de los derechos de los marginados; de la historia como progreso lineal a la historia, como cautiverio; del "fuera de la Iglesia no hay salvaci¨®n"; al "fuera de los pobres no hay salvaci¨®n"; de la moral privada a la ¨¦tica p¨²blica: en suma, de la raz¨®n instrumental inmisericorde en que ha desembocado la raz¨®n, ilustrada a la raz¨®n compasiva.
Ellacur¨ªa encarn¨® la tantas veces citada m¨¢xima del fil¨®sofo griego Epicuro: "Vana es la palabra del fil¨®sofo (y del te¨®logo). que no sirva para curar alg¨²n sufrimiento de los seres humanos".
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