Entre nosotros
Hace hace algunos a?os, el C¨ªrculo Ecuestre -con el del Liceo el ¨²nico club privado de la ciudad- era un garito donde se organizaban timbas secretas y memorables y donde las chicas de la manicura hac¨ªan trabajos de un gran inter¨¦s. Ahora se ha hecho un esfuerzo reciente de reforma. Incluso de reforma moral. Ha desaparecido aquella manicura integral, se ha pintado y se ha embellecido el lugar y en estas elecciones adem¨¢s han ido convocando a los candidatos: estuvo Pujol, estuvo Vidal-Quadras, se neg¨® Rib¨®, Nadal dijo que ya se pasar¨ªa otro d¨ªa, fuera de campa?a -los dej¨® absortos-, y Coloni dijo que encantado. Ayer estuvo explic¨¢ndose. Todo fue muy bien.Realmente bien. El candidato entr¨® en el gran sal¨®n con un lev¨ªsimo rubor en las mejillas y dijo r¨¢pidamente que era la primera vez que ven¨ªa. Colom, a medida que envejece, va pareci¨¦ndose cada vez m¨¢s a un actor de Bergman: lleva en la cara una barbita seca, un rastro de la Europa seria, fria, tenaz, y gasta sin derroche ni avaricia una afabilidad muy inmediata. Se trata de ese tipo de gente que si va revuelta lo lleva muy por dentro y del trago queda apenas el rubor. La Junta le ofreci¨® cava y salchich¨®n muy finito y le hizo, a pie quieto, el primer ali?o de tanteo. Yo iba y volv¨ªa del corro para no indisponerles. Lo dej¨¦ mientras lo ali?aban y en primer retorno ya pude comprobar que el corro se hab¨ªa hecho m¨¢s estrecho y m¨¢s herm¨¦tico. Brac¨¦e con educaci¨®n, pero con firmeza hasta comprobar que dos caballeros ya son re¨ªan. Y me extra?¨®, la verdad, porque hab¨ªa pasado poco tiempo y Colom no es hombre de seducci¨®n fulgurante. Le escuch¨¦ entonces hablar de la defensa del peque?o empresario y como todos los grandes empresarios se sienten siempre peque?os, para disimular, comprend¨ª la raz¨®n de que se estuvieran encontrando a gusto. Otra vez los dej¨¦ y otra vez volv¨ª: la sonrisa era ya muy general, casi pura francachela. Asombrado escuch¨¦ ellos dec¨ªan que el comunista Rib¨® no hab¨ªa aceptado la invitaci¨®n y ?ngel Colom dec¨ªa que no ve¨ªa el porqu¨¦. Y suspir¨®, incluso, y esboz¨®: "Estos comunistas, - nunca cambiar¨¢n... ", lo esboz¨® con los ojos -se me permita ponerle comillas a una mirada- y aunque quise seguir, uno de la Junta decid¨® sumarse y se apoder¨® de mi lugar. Arrinconado hubo tiempo para meditar y para evocar los d¨ªas, sobre todo, en que el Ecuestre fue rebautizado Casal Carlos Marx, minutos antes y algunos miles de muertos previos, de que la sede de Falange se instalara en el palacete. A¨²n volv¨ª: ya s¨®lo hablaba Colom, y ya sin rubor: "Los comunistas son intolerantes, vienen de una cultura intolerante y los j¨®venes, especialmente los j¨®venes se dan cuenta y por eso est¨¢n con nosotros, porque somos mucho m¨¢s liberales en la moral" Los caballeros asent¨ªan. "Y de la ecologia no hablemos, prosigui¨® el candidato, "all¨ª don de hay alcaldes comunistas hay contaminaci¨®n. Y a¨²n quieren ir con los verdes..." Juro que un caballero abri¨® entonces los brazos, puso un ce?o muy del r¨¦gimen y evacu¨® con contundencia: "Si es que no puede ser..."
Antes rota que roja.
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